La noticia provocó una sorpresa asombrosa: el ex-presidente del Perú, Alan García, se suicidaba en casa cuando iba a ser detenido y encarcelado por la Justicia peruana. Motivos constatados: la sombra corruptora de Odebrecht, la constructora brasileña que ha socavado la imagen y la realidad de la democracia en América Latina. Para Alan García la vida peor era la cárcel. Sostienen quienes lo conocieron que jamás habría soportado que lo vieran en esa situación. Esa era la peor de las vidas para Alan García: diez años de cárcel. Porque no soportaría el drama de la cárcel, decidió asumir la tragedia de su muerte.

Esa muerte sorprendente tiene, al final, algo de grandeza, dentro de la bazofia en la que ha convertido la política en el Perú. Un algo de grandeza: el hombre enfrentado a su realidad única, decidió con todas las consecuencias quitarse la vida. El episodio ha desatado de inmediato cientos de conjeturas novelescas. Que si el ataúd de García no medía sino 1´75 y el ex-presidente tenía 1´93; que no están claros los tiempos en los que la policía llevaba al hospital el cuerpo casi muerto de García; que no se ha mostrado a la gente el cuerpo de su líder fallecido; que si todo es una urdimbre más de García, tenido por los suyos y los ajenos, incluidos los contrarios, por un hombre muy inteligente, capaz por tanto de montar una comedia para escaparse de su vida peor...

Ya hay un libro -un ensayo político- sobre Alan García, su contradictoria figura, sus excesos y su carisma, sus juegos políticos y los elementos de su corrupción, con cifras y señales. Se titula El caso García y su autor es Pedro Cateriano Bellido, ex-primer ministro del gobierno de Ollanta Humala. Es, sin duda, un best-seller en el Perú, y la Editorial Planeta va a lanzar ahora, al socaire del suceso, un nueva edición especial. En El caso García las cosas quedan claras. Cateriano es un analista profundo y un apasionado de su país, el Perú. Hay que decir que el aprisiona de García y el fujimorista de los peores ha investigado a fondo la vida política, y hasta la privada, de Cateriano Bellido, sin que ninguno de esos enemigos hayan podido encontrar ni el más mínimo indicio de corrupción ni antes, ni durante ni después, ni nunca, en la vida del ex-primer ministro del gobierno del presidente Humala. De modo que, limpio como un escoplo, Cateriano escribió ese ensayo que ahora los llamados fujiapristas señalan como uno de los elementos (y actores) más importantes en este caso tan lamentable como trágico.

¿Quién inventó a Fujimori? Al paso del tiempo, ya se sabe: Alan García. Para que no ganara las elecciones quien parecía ganador: Mario Vargas Llosa. La historia real se mezcla con la ficción y los rumores en este tiempo de Alan García, como si él mismo fuera un personaje novelesco que se lanza a la aventura de su muerte para evitar una vida peor: la cárcel, el escarnio en vida, la sensación de repugnancia de la gente, y de él mismo.

Se me antoja que está historia es una sugerente novela corta y policial de Cortázar sobre la vida de un político en el Perú, aunque pudiera ser en cualquier lugar de América Latina..., y de España o Italia. Ahí está la estructura: en un libro-reportaje que Carlos Barral publicó en los años 70 en Barral Editores, en Barcelona. Un libro titulado esta vez El caso Banchero, escrito por Guillermo Thorkdike, tan buen escritor como corrupto periodista; un libro en el que se desarrolla la vida y la muerte de Luis Banchero Rossi, el hombre más rico del Perú en la época de la dictadura de Juan Velasco Alvarado. Sobresale el protagonismo de su secretaria y amante, la bella Eugenio Sessarego. Sobresale la descripción de la corrupción y los negocios inmensos de Banchero, su modo de hacer la vida, su implacable poder, su poca altura de miras, sus ganas de ser el único macho en el mundo, su gloria y su caída a manos de un pobre diablo que cuidaba sus jardines, Juanito Vilca. Ahí está el ejemplo. No me equivoco si adelanto que hay una gran novela por escribir en este episodio del suicidio de García y en toda su vida, incluso la vida peor hipotética que el rompió de un pistoletazo en la sien (o en la garganta, según otros datos, o en el cuello). Espero que lo haga de verdad un novelista capaz de escribir la nueva Conversación en La Catedral, con la sombra de El caso Banchero al lado, y no algún politicastro engreído que vea en la escritura de esta historia el modo de ascender en la política peruana reivindicando a Alan García, que no fue precisamente un héroe en el tiempo que le todo vivir y morir.