Saber
Juan Rulfo no sabía literatura y Paco de Lucía no sabía música, pero sabían hacerla mucho mejor que los que se creían mejores por haber estudiado
El episodio es bien conocido por las tribus literarias de la lengua española. Pudo ser en casa de Paco Ignacio Taibo, en Ciudad de México, cuando Taibo era el embajador de verdad de los escritores españoles que llegábamos a ese país para descubrirlo y descubrirnos ante su grandeza. Fue en una reunión de "intelectuales", donde estaban García Márquez, Álvaro Mutis y otros muchos escritores y profesores. Un importante director de cine (ni Buñuel, ni Alcoriza, por favor), en un momento en el que se empezó a hablar de Juan Rulfo, triunfante en su silencio con sus dos libros (más "El gallo de oro"), se atrevió a decir que "Juan no sabe literatura". A García Márquez le faltó tiempo para contestarle: "No sabrá literatura, pero sabe hacerla mejor que todos nosotros". Y se hizo otro silencio...
Cuando García Márquez, en un momento de bloqueo tal vez, le dijo a Mutis que no estaba cómodo escribiendo lo que estuviera escribiendo, Mutis le había hecho una visita y le había tirado a la cabeza un libro diminuto en páginas: "¡Tenga, para que aprenda!", le gritó en el momento de lanzarle el libro. Era Pedro Páramo, escrito por un hombre que, según el conocido director de cine, no sabía literatura. Aunque no creo que Rulfo no supiera literatura —había leído lo suyo, aunque no lo fuera proclamando en público—, sí sé que Pedro Páramo y El llano en llamas son dos obras maestras de la literatura en lengua española. Saber o no saber: esa es la cuestión. Juan Rulfo no era exactamente un autodidacta, como no lo fue Paco de Lucía, el gran guitarrista que se nos fue antes de tiempo. Cierto: dicen que Paco de Lucía nunca estudió música, como tal vez Rulfo no estudiara literatura como Carlos Fuentes o Alfonso Reyes, sin olvidarme de Octavio Paz. Paco de Lucía "escuchó" y "vio" la música en su casa, en su entorno, en su vida, desde que era un niño, cuando por primera vez tomó en sus manos una guitarra y domó los quejidos del artefacto desde la primera nota. Era un genio, y ese instrumento, la guitarra, le pertenecía por "saber", como a Juan Rulfo la literatura o, en todo caso, su literatura. "Diles que no me maten", empieza aquel cuanto fantástico del personaje a quien van a fusilar. "Gabriela, llévame al hospital, que tengo frío en la garganta": estas fueron las últimas palabras de Paco de Lucía, con el infarto acogotando su vida. ¿No es un verso esa frase imperativa, no es el principio o podría serlo de un cuento de Juan Rulfo? Conozco mucha gente que escribe, escritores que creen que lo son porque escriben, aunque escriban muy mal, porque saben literatura. Pero en efecto, a Rulfo no le llegan a los tobillos. Felizmente conocí mucho a Paco de Lucía y conocí lo suficientemente a Rulfo para saber una cosa que todos deberíamos saber: sabían hacer lo que hacían mejor que todos los que creían que sabían hacerlo.
Ahora se anuncia la publicación de dos inéditos de Rulfo; dos ensayos, que estoy esperando como agua de mayo para saber lo que ya sé: que sabía lo que hacía y hacía lo que sabía. Reflexionaba y ejecutaba como Paco de Lucía cada una de las notas de una guitarra que, en sus manos, parecían cinco o seis. "La mano izquierda piensa, la mano derecha ejecuta", dijo en una entrevista cuando alguien trataba de sacarle alguno de sus secretos de guitarrista genial.
Todo esto viene a cuento, sin desdoro de partes, porque hay que tener cuidado con lo que se dice y se escribe desde un solo lado de la película. Aquel personaje que puso en duda el saber de Rulfo, pudo ser un director genial, que incluso sabía literatura, como era un escritor extraordinario y fuera de toda discusión Juan Rulfo, un jalisciense silencioso y fumador empedernido. Un día llegué a preguntarle que si estaba escribiendo algo. "Sí", me dijo con la voz muy baja, como si fuera uno de sus silencios, "una novela que se titula Días de floresta". Bastantes años después, en una reunión de escritores en México donde también estaba el Maestro Rulfo, le volví a preguntar por si me había tomado el pelo la primera vez. "Maestro", le dije, "¿qué está escribiendo ahora?". Le dio una larga chupada a su cigarrillo, echó el humo al aire y me contestó: "Una novela que se titula Días de floresta". Nunca he visto ese texto, de existir de verdad.
Otro día le pregunté a Paco de Lucía, a quien yo había conocido en La Venta de Don Jaime, en la calle Alberto Aguilera, junto a Emilito de Diego y Caballero Bonald (mientras alguien que luego se hizo muy famoso, Chiquito de La Calzada, tocaba las palmas), que cómo escribía su música. Éramos muy jóvenes y muy curiosos y nos preguntábamos de todo. "Tocando la guitarra, con eso me basta, sé cuándo sirve y cuándo no". Escribiendo, Rulfo; tocando la guitarra, Paco de Lucía: el saber hacer lo que hacían, mucho mejor que los que pensaban que sabían hacerlo mejor porque habían estudiado, académicamente, literatura y música.