Hasta el momento, y durante este año de su Centenario, el último de los libros de Benito Pérez Galdós que he ojeado es el titulado Páginas magistrales (Hiperión), una selección de textos del escritor que ha llevado a cabo Jesús Munárriz. A estas alturas de la efeméride, Galdós es el escritor más citado en la prensa, en la radio y en la televisión españolas en lo que va de año, lo que echa por tierra, siquiera una vez, la mala memoria de las cosas buenas que tenemos en nuestro país. Los más agoreros, entre los cuales me encuentro muy cómodo, pronosticamos para el Centenario de la muerte de Galdós ese enorme silencio consuetudinario que cae como una lápida sobre el recuerdo de los grandes escritores que en este país han sido. Como Galdós es uno de ellos, los agoreros pensábamos que el año del escritor pasaría sin pena ni gloria. Nos equivocamos por una vez, y a favor nuestro. No sólo ha sido el escritor más citado, sino el más celebrado, el más discutido por gente que sabe hacerlo, el más venerado y "hablado" (todo el mundo ha necesitado hablar de Galdós en algunos de los bolos que se han organizado sobre su figura y su obra; todo el mundo se ha declarado galdosiano de toda la vida, salvo honrosas excepciones ya consabidas y, por otro lado, necesarias: no todo el monte es orgasmo).
Ahora está acabando uno de los años galdosianos (porque en algunos lugares se ha declarado la celebración de un bienio) y, a pesar de que el confinamiento por la pandemia ha reprimido el creciente entusiasmo de muchos -cada vez más- por ser partícipe directo del homenaje a Galdós, cualquier homenaje y en cualquier lugar que se produjera (lo importante es proclamarse galdosiano, aunque no se tenga ni le menor idea de su obra), no podemos ser ciegos a la realidad: hasta el momento presente, se han rendido honores al escritor del más alto nivel, tanto que el propio escritor, con su insoslayable sorna insular, se hubiera "maravillado" del hecho. Todo eso, valga decirlo, es merecido. El olvido o la indiferencia a la que se sometió a Galdós durante tanto tiempo se levantó como un monumento funerario faraónico sobre la amnesia característica de los españoles (y sobre su natural ignorancia literaria e histórica de las cosas propias) para convertirse en flores frescas cotidianas e irrepetible en honor al gran escritor. Nunca es tarde.
No hemos dejado de leer a Galdós en todo el año. No han dejado de sucederse ensayos y ensayitos (y el asunto no ha terminado) sobre la obra, el tiempo y la figura de Galdós. No han dejado de celebrarse congresos y congresillos, sean todo este tiempo de celebración que ensalzaron al escritor hasta grados de divinidad. Biografías, semblanzas, interpretaciones, comentarios profundos y sesudos: todo el mundo se ha visto en la necesidad de estar presente con su nombre y apellido en la efeméride galdosiana. Me alegro. Nos quejamos siempre del olvido y la penuria en la que viven y mueren nuestros mejores escritores, de modo que ahora vienen los aplausos necesarios para todos los que, para bien y para mal, han visto este año en Galdós un filón necesario para pasar a la historia. Libros serios y no tan serios han salido a las librerías soportando la desidia de los españoles, poco compradores de libros en general, y han despertado eso que en nosotros, españoles que nunca dejamos de serlo para lo bueno y lo malo, algo de lo que carecemos en líneas generales: interés intelectual.
Quiero citar, como especialmente trabajadas y profundas, las biografías de Galdós escritas, cada una por su lado, por Yolanda Arencibia y Germán Gullón. El primer rumor editorial salió a la calle a principios de 2019 y venía a decir que ambos estaban trabajando en comandita una biografía galdosiana. Por lo que fuera, ese proyecto no salió a flote, sino que se convirtió en un jardín que se bifurcó en dos sendas distintas, ahora ambas necesarias por lo que hemos leído en las dos. Tanto Arencibia como Gullón son galdosianos desde antes de hacer cada uno "su primera comunión" literaria y nada se puede oponer al conocimiento galdosiano que delatan en sus biografías. Arencibia, allá en Canarias, se preguntaba a qué editorial podía enviar su original biográfico. Y, durante las sesiones del II Festival de Escritores Hispanoamericanos de Los Llanos de Aridane, habló en esta misma dirección con Fernando Aramburu, el novelista de Patria. Aramburu, con muy buen tino, la animó a presentar su trabajo al Premio Comillas, cuyo jurado vio desde el principio que la biografía galdosiana de Arencibia tenía el sostenible fundamento del galardón. Enhorabuena. Para quienes pongan en duda para qué sirven los festivales y congresos de escritores, ahí tienen un detalle más de la solvencia de estas sincronicidades. En fin, Galdós, por fin, en las alturas de las que nunca se bajó. En fin, Galdós para rato. Como era natural.