Agustín Díaz Pacheco

Agustín Díaz Pacheco

A la intemperie por J.J. Armas Marcelo

Noticia de un 'outsider' llamado Agustín Díaz Pacheco

La prosa de Díaz Pacheco es una pintura muy rara en la literatura en español y lo demuestra de nuevo en los relatos de último libro, ‘Cuentos de otoño’

26 mayo, 2021 09:20

Lo menos que se puede decir del escritor Agustín Díaz Pacheco (Tenerife, 1952) es que pertenece a una tribu minoritaria que aparenta huir de las supuestas multitudes literarias y de las tribus intelectuales. Camina solo con su escritura por estepas imaginarias que va dibujando con palabras y textos en los que los detalles ("Detalles, benditos detalles", esgrimía Nabokov), llenos de inquietud en los trazos y en los resultados, convulsionan cada uno de sus relatos. Ya sorprendió hace años a un número relevante de sus lectores con su novela El camarote de la memoria (Baile del Sol, 2008), una novela rara dentro de un "panorama" exiguo por extraterritorial y ultraperiférico. Después, un largo recorrido por el silencio, aunque no dejó nunca de publicar, lo llevó a deambular por barrios extraños en su propia y rara escritura, llena de frases largas y faulknerianas. Y se asentó, de todas formas, en ese territorio amado por los outsiders: el desierto del silencio, incluso dentro de la pequeña literatura a la que, de todas maneras y aunque como rara avis, pertenece.

Lo mejor de Díaz Pacheco: la frase larga, descriptiva en el detalle y en los datos que los demás escritores no ven aunque los miren. Esa es su mayor virtud. Y, después, la extraña condición del lobo solitario -el estepario sin estepas- que escribe sobre asuntos que salen tal vez de un suceso cotidiano, un accidente sin importancia, por ejemplo, pero en su cabeza y en su escritura se convierten en relatos sin geografía conocida. Eso es lo mejor de Cuentos de otoño (Centro de Cultura Popular Canaria), que Díaz Pacheco publicó hace unos meses, en plena convalecencia colectiva de la pandemia. Leer esa sintaxis no es fácil. Díaz Pacheco, como los verdaderos escritores, reta a su lector en cada uno de sus relatos; lo reta a duelo, a juego de ajedrez y a mover las fichas de una interpretación que el propio escritor exige que se active en su lector. Para el entendimiento total y la comprensión del texto.

Tal vez un insólito paseo por un bosque de dos aparentes amigas sea el tablero donde el escritor, sólido y resuelto, finta al lector y lo hipnotiza en el borde de lo que parece un cierto sentimiento de miedo. Por eso es un cuentista que sorprende desde la unidad literaria que domina, la frase larga ya citada, hasta la resolución del mismo relato, siempre sorprendente. Digo que cuesta trabajo está sintaxis, y no sé si a Díaz Pacheco le importará eso, porque nuestro escritor de hoy, al margen de inventadas multitudes lectores, es un escritor difícil que no concede distancias ni otras cualidades amables. Sus relatos son ácidos, estrambóticos, llenos de inquietud y de sorpresas en cualquier esquina de sus frases complejas y complicadas, subordinadas interminables que completan párrafos donde está la traducción del cuento, del relato, de la historia.

Cuentos de otoño está escrito por un novelista, un escritor que no cuenta de antemano con el aplauso de las tribus literarias -al contrario, su propia escritura las orilla- ni de los poderes mediáticos. Tampoco el escritor es un animal de solemnidades ni casinos: es, ya lo he dicho antes, un lobo solitario que se detalla y retrata como tal en la elección de sus historias, siempre raras, cuentos de asombrosos que se resuelven con un final asombroso; cuentos que deben ser leídos con calma, con prudencia, con tensión y mucha atención. Así sí: así si entra la literatura de Agustín Díaz Pacheco, un escritor al que no conozco personalmente todavía y del que tengo las referencias que tengo por los dos de sus libros que les recomiendo que lean: El camarote de la memoria, muy buena novela, y este volumen de Cuentos de otoño que sirve de percha a esta noticia sobre un outsider a tener en cuenta.

Imagino a Agustín Díaz Pacheco escribiendo: es lo suyo porque es un geómetra de la frase larga con la que consigue geografías distópicas que, en muchos casos y sin embargo, nos sueñan a déjà vu. Ahí está la vaina. Por ahí le entra el agua al coco. Dueño de muchas lecturas puede permitirse el lujo de contarnos desde su propia fantasía cómo se escribe un relato cuya fantasía es tan verosímil como real. Hace falta, pues, leer a Agustín Díaz Pacheco, llamar a gritos al lobo solitario que merodea barrios literarios que son solo de su invención creativa, habitadas esas mismas geografías, en los Cuentos de otoño eso es evidente, por personajes que llaman al espejo raro de la historia en la que están incrustados como protagonistas.

Constructor de su propio empeño, el cuento literario, el relato, la novela, la prosa de Díaz Pacheco es una pintura muy rara en la literatura en español. Tal vez ese sea el proyecto del escritor: una escritura, una literatura sin nacionalidad, dueña de una amplísima lengua española y una inmensa madurez de los procedimientos narrativos contemporáneos. Ya lo sé: no es el tiempo de loa raros y exigentes, sino el de los memos, superficiales y malos escritores. Tal vez no es el momento de un lobo solitario como Díaz Pacheco. Pero a mí me gusta leer su mundo. Espero que a ustedes también.

Gaito Gazdánov

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