La condición humana del escritor no tiene que ver con el género, con la ideología o con la geografía. Tiene que ver exclusivamente con la literatura. Que el género, la ideología, la geografía, u otro tipo de condicionantes, influyan en la escritura de forma racional es lo lógico, pero ni mucho menos es fundamental. Ahora nos ha caído encima del sustantivo -escritura, literatura- el sustantivo que le sigue, el género, la geografía, la identidad, en fin, el adjetivo. Hasta el punto de que ya resulta algo más que irritante que sean más relevantes las condiciones laterales del escritor (o escritora; o viceversa) que la literatura. De esta forma tan burda se ha llegado al fondo y a la cumbre en las redes sociales. En todas. La literatura ha sido liquidada en esos medios por esas condiciones a las que me refiero. El gran Alfonso Reyes, gran intérprete de México, del mundo y de las literaturas, lo escribió en una sola frase: “Si la literatura mexicana ha de pasar a la Historia, ha de ser porque es literatura y no porque sea mexicana”. Esta afirmación la olvidan los farsantes que imponen sus condiciones laterales a la verdad y supremacía de la literatura y la escritura verdaderamente literaria.
Hace años le sugerí a una traductora profesional que tratara de escribir literatura. Le añadí que para escribir literatura había que leer mucho, escribir mucho y romper mucho de lo escrito. No me hizo caso y, sin leer nada, se puso a escribir sobre la marcha, como si fuera una escritora consumada. Repetía, como repiten tantas, el vicio y el error de tantos supuestos escritores hombres que, a lo largo del tiempo, han demostrado su falta de talento declarándose escritores de tal o cual lugar, haciendo hincapié más en el lugar de su procedencia o su ideología o su género que en su escritura literaria. Así hubo un tiempo en que, por ser comunista, el escritor llegaba a ser considerado un gran escritor, aunque fuera pésimo escribiendo. Lo mismo pasó con el fascismo, o pasa con quienes se arriman al poder para medrar hasta convertirse en diócesis los mediocres que pululan por la vida creyéndose escritores.
La traductora a la que me refiero se ha convertido en escritora, en “poetisa”, en novelista, en toda una escritora que pone por encima de la literatura su condición de mujer, pero si su literatura hubiera de pasar a la Historia, que lo dudo mucho, no sería porque ella es mujer sino porque lo que escribe es literatura y no sería la cursilería con la que exhibe su falta de talento intelectual y literario publicando boberías que quieren ser poemas en las redes sociales. Nosotros tenemos la culpa, por haber apoyado, hasta con algún prólogo, el arribismo de este esperpento del que hablo. Uno de los blufs más grandes de la literatura española nombrada “femenina” se llama Rosa Regàs. Léanla y saquen conclusiones.
Hay un caso escandaloso en esta misma literatura española: una “novelista” horrible (no doy su nombre porque es experta en la victimización de su género y no quiero llantos inmediatos ni insultes temerarios que caigan sobre mi vejez); escribe novelas de la serie negra y se apoya en su periódico, para amenazar o “avisar” de su intangibilidad (su condición de intocable) a los poco avisados. Pero el resultado de su escritura literaria es pésimo. Ilegible, por completo. No obstante, hace un par de años, amenazó con su periódico, que no cubriría más la información del festival de escritores de novela negra, muy prestigiado, el mismo que concedía el premio que exigía para ella si no se le otorgaba el galardón ese mismo año. Para seguir la costumbre, su “aviso” tuvo fortuna y su novela fue ganadora. Hubo dimisiones del jurado, pero ni una declaración pública. Y todo sigue igual.
Sepan todos y todas que Pardo Bazán no es una gran novelista por ser mujer, ni Alfonsina Storni es una gran poeta por ser mujer y haberse suicidado. Son grandes escritoras por lo que han escrito, y lo demás es filfa política, nada hecha trozos, autobombo, vanidad de vanidades. Y no se olviden nunca que un escritor, hombre o mujer, extremeño o andaluz, es un gran escritor si escribe un gran libro, si hace una buena o gran literatura. Lo dijo un sabio a quien quizá estos falsos escritores a los que me refiero no sepan quién es, o quién fue, porque no lo han leído nunca o porque no conocen ni su nombre.