Este lunes se celebró en Madrid, en la Casa de América, un homenaje a la poeta Fina García Marruz, cubana de cepa pura y el último reducto del inmortal grupo poético de Lezama Lima, Orígenes. García Márquez no era sólo una poeta de excepción, sino una ensayista literaria rigurosa, una investigadora de la literatura cubana y española, una estudiosa del hecho literario hasta límites muy profundos. En fin, quiero decir que era una personalidad intelectual única.
Se fue con casi cien años hace un tiempo, después de vivir sin hacer daño a nadie un siglo lleno de alegrías, tristezas y soledades. Se fue sin el Premio Cervantes, aunque sé que estuvo muy cerca, de modo que se siguió cumpliendo aquel terrible designio no escrito que situaba a las escritoras en el furgón de cola. ¿Exagero? Nada. Sin el Cervantes se fue una grandísima poeta como Idea Vilariño; sin el Cervantes se fue Blanca Varela, poeta peruana de gran envergadura literaria; a Rosario Castellanos, la novelista mexicana, nunca la tuvieron en cuenta para ese galardón; tampoco a Elena Garro, por fas o por nefas; nunca tuvo el Cervantes Rosa Chacel, por ejemplo, aunque estuviera cerca.
Para colmo, algunas de las mujeres escritoras que obtuvieron el Cervantes son bastante inferiores a las poetas y novelistas que acabo de citar. A fuer de justicia, pues, las mujeres que fueron olvidadas en el desván de la injusticia intelectual para que otros muchos escritores hombres alcanzaran el cielo literario de lengua española, siendo también bastante inferiores a las mujeres.
Hace unos días, tomó posesión de su sitial en la Real Academia la lexicóloga e investigadora de primera magnitud Dolores Corbella, una mujer cuyos trabajos académicos ocupan hoy la más alta dimensión. Habló del panespañol. Habló en su alocución académica del mar de las palabras en el que se ha convertido lo que se llama panespañol. Y habló del hecho de habla canario.
Ya se sabe que canario que vocaliza le sale América por la boca, pero las diferencias de ese mismo hecho de habla hacen que los españoles peninsulares y muchos hispanoamericanos nos confundan al hablar con venezolanos, cubanos y, asómbrense ustedes, argentinos. ¡Aplaca, Señor, tu ira, tu justicia y tu rigor!, como pedía a cada momento la madre de África Mercedes Rejón, la protagonista de la novela que ando escribiendo, titulada Cuatro veces mariposa.
[Raúl Padilla o la creación de la cultura]
Corbella es la novena mujer que hay en estos momentos en la Real Academia, que trata por todos los medios de reparar la injusticia histórica que significa ese vicio común de ningunear el trabajo literario y académico de las mujeres, aunque estas mujeres hayan demostrado con creces que, en multitud de ocasiones, eran superiores a los hombres. ¡Para qué hablar de María Moliner! Cierto. Parece que las cosas están cambiando y comienza a reconocerse que, independientemente del género, hay escritoras, investigadoras literarias y lingüísticas de primera dimensión académica. Ya era hora.
No sé si, como consecuencia de ese olvido histórico y consciente, la moda ahora es que las mujeres han entrado en tropel en la literatura como si fueran una turba de bisontes corriendo por las praderas del oeste: a toda velocidad y sin rumbo serio alguno. Mujeres, como los hombres, que sin bagaje alguno quieren ser escritoras, poetas y novelistas, sin que se les note en ningún momento un ápice de bagaje literario, una cierta finura sintáctica, algo que decir de nuevos en poesía o en la novela, en la narración.
Mujeres hay que por serlo ya quieren galardones literarios y reconocimiento intelectual, a la vuelta de un primerizo libro de poemas, adolescente y vacío. Todo esto, a quien realmente perjudica es a las verdaderas escritoras, a las trabajadoras de la poesía, a las lingüistas de alto grado, a las novelistas.
Ni tiro la piedra ni escondo la mano: son muchos los nombres que tengo agolpados en mi cabeza, martirizada por la propaganda mediática y la estupidez de las redes sociales donde se exhiben sus malos poemas y sus tonterías textuales. Pero no se les puede decir nada, no es políticamente correcto, y para ser exactos no es simplemente correcto decir que una determinada escritora es mala escritora. No se debe ni se puede porque eso iría contra la corriente reinante en estos momentos, la política de género.
Me conformaría con que funcionaran los filtros. Los mismos filtros intelectuales y académicos que sirven para los hombres, no otros filtros ni otras cualidades distintas a las de la literatura misma. Me conformaría con que la moda actual distinguiera la paja del trigo, el postureo frívolo de la mayoría de las mujeres que ahora escriben y publican y por eso se creen ya escritoras, de la profundidad poética o narrativa de las buenas escritoras de hoy, que hay muchas y en todo el mundo. Primar la estupidez porque se sea mujer a quien más perjudica es a las mujeres. Aquí les dejo algunos nombres a rescatar, a releer y a convertir su biografía en literatura viva de la lengua española. A fuer de justicia, mujeres.