Vista de un Cristo destrozado en el cementerio de Catarroja, Valencia.  Foto: EFE/ Chema Moya

Vista de un Cristo destrozado en el cementerio de Catarroja, Valencia. Foto: EFE/ Chema Moya

A la intemperie

En un viejo país ineficiente

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En nuestro viejo país ineficiente ha estallado de nuevo la tragedia. El verso y el poema de Jaime Gil de Biedma se ha convertido otra vez en realidad. El viejo país no ha sabido responder a la muerte. Cañas, barro, agua desbocada y muerte. Muerte trágica en el viejo país ineficiente.

La fiesta nos ocupa demasiado tiempo, corre de semana en semana, la risa nos entretiene cada día y el viejo país ineficiente sigue adelante, a trancas y barrancas. Casandra avisa. El pastor advierte. Pero nadie le hace caso. Nunca en la historia del viejo país ineficiente la ciencia ha sido escuchada ni respetada.

Vienen los científicos pronosticando la tragedia. Hablan en hipótesis, señalan los peligros, claman por las urgencias, elevan a la superioridad política proyectos que puedan evitar la tragedia que, aunque no sea inminente, se aventura en el horizonte probable. Pero los científicos hace más de cien años que han sido suplantados por “un equipo de expertos” que ni es equipo ni es experto: gañanes advenedizos que hacen el trabajo sucio de los políticos a los que luego se les echa la culpa de todo.

El poeta Celaya lo dijo hace décadas: estamos tocando el fondo, estamos tocando el fondo. Pero nadie hace caso. Cuando llega el agua asesina y se desbordan los cauces de los barrancos hace nada secos y llenos de piedras grises y cañas intocables, sucios como un estercolero, es demasiado tarde.

El lobo se ceba en el miedo de quienes ayer estaban en esa fiesta, aquellos pobres a quienes no les dijeron que estaban viviendo en zonas inundables a pesar de que la ley escrita prohíbe esas edificaciones: el paisaje canta con antelación la desgracia venidera, pero nadie hace caso. Ni los responsables ni los ciudadanos que luego sufrirán la tragedia, las cañas y los barros, la muerte y la tragedia.

¿Quiénes son los responsables de la ineficiencia del viejo país a estas alturas del siglo XXI? Suele culparse a los políticos que están al mando en el turno de la tragedia. Es posible, casi seguro, y ahora evidente, que los políticos del momento no son los más adecuados para hacer frente a la ineficiencia del viejo país que somos. Pero, ¿de dónde vienen, nacen por generación espontánea, crecen de la nada, se reproducen por esporas?

Nacen y se hacen en la sociedad que somos, demasiado tiempo enfangada en la risa y la fiesta, demasiado tiempo enchumbada en su propia ignorancia, feliz en esa misma ignorancia. Más tarde vendrán los llantos, a la hora de la derrota y la tragedia que cada cierto tiempo nos avisa. Pero todo sigue igual, entre fiestas, ignorancias, peleas políticas y tragedias terribles. La ineficiencia triunfa entre nosotros como un mal perenne que nos acucia y del que parece que no queremos salir.

Claro que los políticos son también responsables de lo que sucede: no ver venir los peligros de la tragedia es de ciegos, de gente que no está en el cargo para resolver los problemas de los ciudadanos y los compatriotas, sino para jugar a la guerra con el adversario al que convierten en enemigo a muerte. Así pasa la vida del viejo país ineficiente.

Ahora se pide, desde arriba, lo que ya se ha visto desde abajo: fuerza y unión. Más que nunca, dicen, hace falta ahora fuerza y unión. Tarde piaste, pajarito, cuando ya llegó la muerte sin ojos, cuando ya la tragedia arrasó las esperanzas y la vida, la fiesta entre cañas y barro. Ahora hace falta fuerza y unión. Pero, ¿no las han visto en el pueblo salvando al pueblo? Lo que falló fue el Estado, en manos ineficientes, como indica el poema de Gil de Biedma.

Y llegó la muerte y tenía tus ojos, eso dice también otro poeta. Pero no valen palabras ni poesía a la hora de las responsabilidades. No sé si aprenderemos esta vez de la desgracia de los demás que nos toca en el alma misma. Pero eso vendrá después, las responsabilidades y la pelea política seguirá adelante. Ahora, al viejo país ineficiente, una vez más le hace falta la fuerza y la unión. Y la luz. Luz, más luz, y eficacia, mucha eficacia para salir del fondo.