Durante más de una semana, he estado mandando crónicas diarias sobre las películas que he tenido ocasión de ver en el Festival de San Sebastián. Todo el mundo me pregunta: ¿Cuál es la mejor película que has visto? Pues la mejor película fue Le Havre, de Aki kaurismaki, un bellísimo canto a la fuerza de la solidaridad y los buenos sentimientos en tiempos precarios como los que padecemos. Acto seguido, Shame, de Steve McQueen, que puede entenderse como su reverso, o sea, una brutal radiografía de los males del individualismo y las relaciones sociales basadas en la competitividad. Ambas son la cara y la cruz de muchos de los problemas que sufrimos, puede decirse que mientras una ofrece el retrato fiel y sin tapujos (Shame), en la otra la receta es el amor. Dicho en plata, aunque suene antiguo.
Llevo diez años visitando el festival y en los últimos tiempos la cantinela ha sido que iba a menos. Este año, en cambio, todo el mundo estaba mucho más contento. Tras algunas ediciones de sequía, ha habido eso que se llama "ambiente", y tiene tanto que ver con la sustancial mejora de la calidad de las películas como con el éxito de las fiestas. Porque la fiesta en el mundo del cine tiene un significado distinto al que, quizá, tiene en otros sectores. La gente va a pasárselo bien, claro, pero sobre todo se va a las fiestas a conocer a gente, a intercambiar opiniones, a hablar de los temas pendientes con un tono más distendido, lo cual no significa que se baje la guardia. Casi nadie la baja y si quieren un consejo, disfruten pero no lo hagan.
En una escena de El juego de Hollywood, varios comensales (productores, actores, etc) se proponen no hablar de cine. Al cabo de cinco minutos, es inevitable. El cine es con diferencia el sector que mejor conozco pero estoy seguro de que en el mundo del neumático o de la hostelería la gente no habla obsesivamente del mismo tema. Con la gente de cine, se habla muchísimo de cine. Todo el rato. Este no es país para personas que no estén literalmente obsesionadas con el tema. No me estoy quejando, yo estoy obsesionado con el cine y lo vivo felizmente. Además, del mismo modo que el fútbol en el mundo de la empresa ejerce como puente, aquí uno puede hablar durante horas con un desconocido porque departir sobre películas evita entrar en temas más pantanosos.
Ha sido un Festival intenso en el que además de ver películas he entrevistado y he conocido a un montón de gente. En el recuerdo, la belleza y los ojos penetrantes de la libanesa Nadine Labaki, quien obtuvo un gran éxito con Caramel y va disparada a la primera liga mundial con ¿Y ahora, adónde vamos? donde aboga por la concordia entre religiones para dar con una fábula que conquistó al público de San Sebastián y puede ser uno de los mayores éxitos de la nueva temporada. Qué guapo, por favor, es Michael Fassbender, el hombre de moda gracias a su premio en Venecia como mejor actor por Shame y protagonista también de lo nuevo de David Cronenberg, Un método peligroso, en la piel de Carl Jung. Fue el hombre más deseado del certamen, recibía a la prensa descalzo y todo el mundo salía seducido. Junto a Ryan Gosling, es el hombre del momento.
Y ha sido un placer compartir estos días con tres hombres maravillosos. Mi amigo Pedro Aguilera iba a San Sebastián a presentar su última película, Naufragio, y como todo el mundo anda como loco para ver cómo produce la tercera. En el País Vasco se respiró un clima de extraño optimismo pero la crisis acecha y toda conversación inevitablemente terminaba con la dificultad de tirar adelante los proyectos. El talento triunfará, estoy seguro, y pronto veremos la película que Pedro está escribiendo con Michel Gaztambide, guionista de Urbizu y corresponsable del éxito de No habrá paz para los malvados, que entró la semana pasada con enorme fuerza en taquilla tras su éxito en el Festival. Es una buena película y es una alegría que el público valore lo bien que muchas veces se hacen las cosas en el cine patrio.
Enrique González Kun, jefe de Alta Films, no sólo me ha presentado a un montón de gente interesante (por ejemplo, Mario del Real, de TVE, una de las personas más inteligentes y simpáticas que he conocido en este mundillo), también me ha dado varias lecciones sobre cómo ser un caballero. He pasado muchos ratos con él y he aprendido muchísimo sobre cómo funciona realmente el negocio del cine y cómo comportarse. Espero haber aprendido porque a ratos me sentía como su alumno y lo que más gusta en esta vida es aprender. Con su olfato y buenas maneras, uno entiende porque Alta es la distribuidora independiente más importante del país, sin desmerecer los éxitos de las otras, claro. Enrique anda preocupado por el futuro del sector y harto de la piratería. Ojalá la gente viera alguna vez con sus propios ojos lo difícil que es levantar películas, llevar a la gente al cine, la pasión con la que se realiza este trabajo que no conoce horarios.
Y hay un personaje fascinante al que conocía sólo a medias y a ratos breves. Javi Giner, que fue asistente de dirección de Almodóvar en varias películas y es un ser absolutamente inclasificable: Giner es un artista y si no me creen, lean sus crónicas de El País o síganle en su página de fans de Facebook porque ha convertido las redes sociales en un espacio para el ingenio, la subversión y la reflexión sobre este arte tan complicado. Y en San Sebastian, que a veces tiene algo de Gran Hermano, te encuentras con personas fantásticas a cada rato: Eduardo Chapero Jackson, siempre tan dulce y cariñoso; Nacho Vigalondo, que dio la mejor fiesta de todas y es un fenómeno; la inteligente y muy guapa Desirée de Fez, cuyas críticas de Fotogramas son siempre sagaces e incisivas o Nadia López, esa jefa de prensa que siempre te recibe con una sonrisa y te hace muy feliz. Y no me olvido de Laura Olaizola, Ainhoa Pernaute, Marta Simón (paño de lágrimas), Lara Pérez, Eva Calleja, Marién Pimés o Nuria Costa, mujeres hermosas que hacen que este trabajo mucho más fácil. Caso aparte, Sylvia Suárez, que es la mujer más guapa y elegante de España. Se lo digo siempre y es porque lo pienso.
Entre los periodistas, la misma cantinela, con la crisis se han reducido presupuestos y lo normal es que el trabajo de tres lo hagan dos o el de dos uno y andamos todos como locos. Admiro la entrega de Gregorio Belinchón, que trabaja por cuatro, o el rigor de Luis Martínez, cuyo texto "Lo real no es suficiente" fue el mejor que leí sobre una película (La voz dormida) en todo el Festival. Y ahí estaban Toni Vall y Alex Montoya, de Fotogramas, a los que todos los años ansío encontrarme porque me dan una dosis de afecto y de alegría que es un bálsamo. Qué maravillosas risas con Toni Ulled, director de la revista mencionada, y qué placer que su novia, Tamara, me coja de la mano y me haga un mimo cuando uno a veces siente que todo se desborda. Y soy fan total de Conxita Casanovas, de Radio Nacional, que es una institución y es una de las mejores periodistas de este país. Conxita logra ser estajanovista sin que se note, lo suyo es pura pasión. La delirante conversación con Lluís Miñarro, que es una de las pocas personas del mundo del cine capaz de reírse de sí mismo, y Sergio Caballero, director de la fantástica Finisterrae y del Sónar, la dejo para mis memorias.
Este año he vuelto tan cansado como siempre de San Sebastián pero pocas veces lo he hecho tan contento. Esta es mi forma de dar las gracias a las personas que lo han hecho posible. Y para terminar, un ruego al Festival, por favor el año que viene no me alojen en un hotel a 45 minutos andando del centro. Uno se hace viejo y no estoy muy seguro de que en 2012 no regresa a Madrid directamente en ambulancia.