Nacho Vigalondo, genio y figura, o figura y genio, según se mire que aún queda mucha liga, es el director de cine más peculiar de España. Rey de las redes sociales e ídolo de un número importante de "frikis" que lo veneran, es uno de esos pocos casos de cineastas patrios en los que el personaje es casi, o más, importante que sus películas. De hecho, hay muchas cosas de Nacho que recuerdan al Almodóvar del principio cuando los disgustos no le habían agriado un tanto el carácter, recuerda en su talento original y rompedor pero también en su personalidad expansiva y en su indiscutible don para la propaganda. Todo esto viene a cuento porque hace unos días visitaba el rodaje de su tercera película, Open Windows (se tenía que llamar Windows sin más pero al parecer a Microsoft no le hacía gracia) para explicar lo que allí acontece.



La cita es en un polígono industrial de Getafe. Como todo el mundo sabe, no hay lugar en el mundo del cine menos glamouroso que un rodaje con sus eternos tiempos de espera, sus actores en albornoz y sus caterings que parecen cuarteles de campaña. Nos reciben Enrique López Lavigne, productor, y Nacho, ambos muy parlanchines y joviales. Lavigne es el hombre del mes (como mínimo) gracias al éxito de Lo imposible, que sigue batiendo récords y va camino de recaudar más que todo el cine español junto de los últimos cinco años. El binomio productor-cineasta parece funcionar a la perfección. El jefe de Apaches, así se llama la productora, no se despega de su protegido ni un segundo y controla junto a él las imágenes del combo. No parecen estresados ni angustiados, al parecer llegan al rodaje con todo planificado y con el guión mascado. Para que luego digan que los españoles solo sabemos improvisar.



Dicho esto, una breve introducción sobre Open Windows. La película, rodada en inglés y protagonizada por Elijah Wood y la ex actriz porno Sasha Grey es un regreso de Vigalondo al terreno del thriller de Los cronocrímenes tras su incursión en la comedia disparatada de Extraterrestre, esa película que quizá algún día se considere la más bizarra y delirante de toda la historia del cine español. Open Windows transcurre en Austin durante el festival de cine, en el que Vigalondo es algo así como Hugo Silva en el de Málaga, y trata sobre un chaval aparentemente bueno (Wood) que acosa a una estrella del cine (Grey) mientras un tercero en discordia (el británico Neil Maskell ataviado con capucha y cámara incorporada) se dedica a violentar la situación. Ojo, advierten Lavigne y Vigalondo, nada es lo que parece y los malos no son tan malos y los buenos no son tan buenos. Desde luego, las capuchas siempre han sido cosa de dar mucho miedo. A mí personalmente, me dan pavor.



Nacho Vigalondo y Sasha Grey. Foto: Jorge Alvariño

Cuenta la pareja, muy bien avenida, que Open Windows tratará sobre la impunidad de las redes y la incertidumbre que impera sobre ellas. Todos sabemos que Facebook, Twitter, chats y demás canales se basan en una confianza muchas veces absurda cuando no temeraria en que la gente diga la verdad, o algo remotamente parecido. La audacia, y puede ser mucha, de la película se basa en que lo que veremos en pantalla serán esas "ventanas" que abrimos en nuestro ordenador y que muchas veces se multiplican ad infinitum en este mundo disgregado y fragmentado en el que vivimos. La película promete ser un thriller potente y puede dar, ojalá, a Nacho el éxito de público que merece y que hace tiempo que viene siendo casi necesario. Y eso que, advierten ambos, será una película arriesgada que confía más en el público internacional que en el patrio. No deja de ser extraño que un director tan castizo como Vigalondo despierte más pasiones fuera que dentro de nuestras fronteras pero ya he dicho que se parecía un poco a Almodóvar al principio.



Hay momentos fantásticos en la visita, como conocer a Sasha Grey, que es muy guapa, y debo confesar que su anterior profesión turba un poco mi mente tirando a calenturienta. Sasha nos explica que ella también sufrió acoso y que el juez de California al que le pidió una orden de alejamiento no le hizo ningún caso debido a su condición de estrella sexual, lo cual, se mire por donde se mire, da vergüenza ajena. Asoma Elijah, con esos ojos azules intensos y su aspecto inquietante que dan el pego para ese personaje "bueno pero malo" que anuncia Nacho. Nacho sigue siendo un caso y dice cosas como que rodará la siguiente a toda prisa antes de que se estrene ésta no vaya a ser que sea un fracaso y Lavigne se arrepienta de seguir apoyándole (al parecer Vigalondo ya tiene un guión en castellano listo para ser rodado). Nacho es inteligente, simpático y sigue teniendo tendencia a ser un poco bocazas (dice que no hay que ir nunca a países más pobres que el propio porque no tienen ningún interés, al paso que vamos no habrá ninguno que cumpla esa condición).



Estos días el equipo viaja a Austin a rodar algunos exteriores y en breve Vigalondo se meterá en la sala de montaje. El set, con sus chromas verdes y un extraño despliegue tecnológico en una de sus esquinas que por lo visto es la guarida del malo de la capucha, sin duda rezuma sentimientos inquietantes. Presentada como una versión de La ventana indiscreta 2.0, ahora solo falta ver la película. Sin duda, el particular y a veces fascinante universo de uno de nuestros cineastas más arriesgados y apasionantes puede dar un gran salto.