No deja de ser curioso que una de las mejores películas de este año, Behind the Candelabra, no vaya a verse en los cines este año. Producida y estrenada en Estados Unidos por HBO, la película de Steven Soderbergh con Michael Douglas y Matt Damon se estrenó ayer en Canal Plus, y es impresionante. El filme cuenta la historia de Liberace (pronúnciese, a la manera italiana, "liberachi") un famoso pianista estadounidense del siglo pasado que triunfó con sus coloridos espectáculos en los que juntaba su virtuosismo para tocar el piano con el espíritu de Broadway y una estética gay poco sutil (chicos con viseras al estilo Fassbinder y mucha purpurina) que sin embargo no era percibida como tal por gran parte del público ya que en ese momento lo que hoy todo el mundo entiende como estética queer no existía para la mayoría.
Steven Soderbergh convierte la historia del rutilante pianista, un hombre casi en la setentena con un nutrido tupé falso que habita en mansiones en las que el lujo por el lujo se convierte en el verdadero leitmotiv, en una apasionada e incluso tierna historia de amor entre un viejo y un adolescente, en una reflexión sobre el poder del dinero y la fama, un agudo y brutal comentario social sobre las peores perversiones del culto a la imagen de California y, en último término, en un despiadado y al mismo tiempo conmovedor reflejo de la miseria y la grandeza humanas.
La visión de ese Liberace casi anciano retozando con un joven de 16 años (dato que en la película no dice nunca: a Matt Damon lo imaginamos ya en la mayoría de edad, pero la historia real es así), podría haber dado lugar a un filme sórdido y horripilante pero Soderbergh es mucho más listo que eso y en ningún momento entra a juzgar la moralidad del asunto. De hecho, es cierto que vemos a la pareja como dos seres más que dudosos moralmente: el pianista está traumatizado por el paso del tiempo, es posesivo, egoísta, egocéntrico hasta extremos delirantes y en último término roza la pederastia y su novio es vulgar, drogadicto, de una ignorancia militante y codicioso, pero el cineasta también los presenta como dos personas frágiles, víctimas de un mundo homófobo que les corta las alas y los obliga a vivir en una mentira, y sobre todo, que realmente "se quieren".
Esta es una de esas películas en las que todo funciona. La dirección de Soderbergh alcanza extremos espectaculares de sutilidad y belleza, es impresionante por ejemplo cómo estructura el filme a partir de los sendos encuentros de Liberace en su camerino con sus fans y cómo el amante anterior del músico se convierte finalmente en Matt Damon y atisbamos al jovencito que va a sustituirlo. La planificación del plano, con el amante en primer plano y la figura de Liberace, soltando siempre los mismos chascarrilos y trucos para atraer a jovencitos, es un prodigio de lenguaje cinematográfico que revela al cineasta como un artista superdotado que parece haber llegado a la cumbre de su dominio expresivo.
Se ha escrito mucho sobre las interpretaciones de Matt Damon y Michael Douglas. Son para quitar el hipo. La inseguridad de Damon del principio, sus titubeos al tratar al vejestorio, su progresiva conversión en un mono de feria y su postrero servilismo a la estrella cuando se da cuenta de que está perdidamente enamorado o necesitado son espectaculares. Michael Douglas, recién recuperado de su cáncer, se mete en la piel de Liberace con una pasión tan arrebatadora que tenemos la impresión de ver a un actor no solo interpretando sino sintiendo el personaje como si surgiera de sus propias entrañas. Sin duda, no es difícil adivinar que Douglas siente una gran afinidad por Liberace, perteneciente a su mismo mundo y estatus social, y evita en todo momento la caricatura para crear a un personaje al mismo tiempo repulsivo y delicado.
Behind the Candelabra, como obra ambiciosa que es, también nos propone una disección de los orígenes de la cultura de la fama tal y como la conocemos hoy mismo. Los excesos de Liberace, ocultos durante gran parte de su carrera gracias a una prensa mucho más recatada, comienzan a darle problemas cuando las tornas comienzan a cambiar y California se lanza enloquecida a una carrera por enaltecer la belleza física, la juventud, el dinero y la fama. La proliferación de drogas, suministradas por médicos titulados, y la cirugía estética sin control campan a sus anchas, una deriva que cristalizaría en la muerte de Michael Jackson (de quien el amante de Liberace acaba de decir que también fue suyo) como tragedia más simbólica. Sin embargo, al mismo tiempo que el filme pone en solfa todo ello, también hace un homenaje a la forma de entender el espectáculo de Liberace, incluso a su populismo de derechas que también refleja una enorme humildad: la de agradar al público. "Cause we're just entertainers", como dicen Jay Z y Justin Timberlake en su último disco. Una película realmente sensacional.