Hace ya cinco años vi el debut de dos cineastas que me sorprendieron por su frescura y su talento. La película se llamaba 8 citas y ellos Rodrigo Sorogoyen y Peris Romano. Era una película coral que ofrecía un retrato contemporáneo un tanto de broche gorda pero con chispazos de verdadero ingenio y gracia. Las cosas están como están y después de ese éxito ha tenido que pasar demasiado tiempo para que Sorogoyen ruede otra película, Stockholm, financiada por crowdfunding, tras haber dedicado su tiempo a la televisión, mientras Romano se dedica al teatro (todo un clásico de muchos cineastas y actores actualmente), con notable éxito de público con Los miércoles no existen, de la que habrá adaptación al cine.
Toca hablar de Stockholm, película que se estrena, ¡por fin!, esta semana después de ganar en el Festival de Málaga la Biznaga de plata al mejor director y el premio para la actriz, la fantástica Aura Garrido. Planteada como un tour de force de dos actores, Garrido y el siempre excelente Javier Pereira, Stockholm persigue a una pareja que se acaba de conocer en una discoteca en su deambular nocturno por el centro de Madrid. Sorogoyen asume un reto enorme, aguantar una película contando con muy poco más que el diálogo entre dos chicos jóvenes que se acaban de conocer, y sale más que airoso gracias no solo a unos diálogos ágiles que suenan reales y reconocibles, también a una ambición que es a la vez su mejor amigo y peor enemigo. Bajo su apariencia de comedia ligera, urbana y rabiosamente moderna, Stockholm poco a poco se va convirtiendo en un drama de mucho cuidado sobre el que de forma sutil, demasiado sutil, la película nos ha ido dando pistas. Estructurada en dos partes, es una película sobre la mentira de las apariencias y sobre lo frágiles que somos aunque intentemos aparentar lo contrario. Es también, y eso es bonito, una forma de dar valor a lo que tratamos de creer que es anecdótico o superfluo y que muchas veces marca nuestra vida de una forma mucho más profunda de lo que queremos hacer ver o nos gustaría. También es una película sobre el desconcierto amoroso en el que vivimos y sobre la dificultad de moverse en un terreno en el que ya no hay reglas y donde siempre corremos el riesgo de 'pasarnos' de emotivos y quedar como unos imbéciles. [caption id="attachment_784" width="450"] Fotograma de 'Stockholm' de Rodrigo Sorogoyen[/caption] Todo esto lo cuenta Sorogoyen valiéndose no solo de sus actores, también de un trabajo de cámara cuidado en el que destacan poderosos hallazgos como esa escena del ascensor con música de Strauss que es realmente estupenda. La apuesta por una estética de hospital a lo Kubrick del final, que le da a la secuencia un aire onírico o incluso 'postvital' es arriesgada e insólitamente afortunada. Lo malo. Es muy difícil, una vez más, mantener una película con dos actores largando sin parar y Stockholm no siempre aguanta el ritmo. Tiene un cierto discurso feminista tan políticamente correcto que peca un poco de lo contrario y es conservador. Y sobre todo, un final excesivamente trágico con el que Sorogoyen pretende convertir su película en algo más profundo y grandioso pero es inverosímil. Es una buena película, de todos modos, y tiene algo que muchas otras mejor pergeñadas no tienen: talento. [caption id="attachment_786" width="450"] 'Los miércoles no existen' de Peris Romano[/caption] Pd. Me acerco a ver Los miércoles no existen a un teatro Lara atestado de gente. Sorprende que si su ex compañero se dedica a hacer de Haneke, Romano haga lo contrario, una comedia tan feliz y popular que si peca, peca por exceso. Trufada de canciones conocidas, lo cual acentúa ese aspecto catártico de la trama en la que salen a relucir todas nuestras miserias, pero vulgariza un poco la obra. Pino, y en esto se siguen pareciendo, tiene oído para captar las neurosis contemporáneas y sus personajes desprenden al mismo tiempo veracidad y contemporaneidad. Es una obra divertida pero le falta lo que le sobra al otro, ambición.'Stockholm', Sorogoyen (y Romano)
7 noviembre, 2013
16:13