Fiel a su apuesta por las webseries, Cinema Jove incluyó en su 34 edición un amplio muestreo de la ficción serial online que, en estos momentos, se produce a lo largo y ancho del planeta. Coordinada por esa profesional multitask del audiovisual que es María Albiñana, la sección crece año tras año y en la 34 edición del certamen valenciano presentó hasta trece producciones a concurso entre las que figuraron la estadounidense The Well, de Adam Wheeler, acerca de un experimento gubernamental secreto; las producciones argentinas M, serie de Javi Devitt sobre la presencia de lo sobrenatural en un bosque de la Patagonia, y Noche de amor, de Pedro Levati, estrenada en Canneseries este año y en la que se detallan los preparativos para la boda de la hija rebelde, feminista y liberal de una familia tradicional; o el documental seriado Kynnstlah. A series of portraits, de Joel Fendelman y Sandra Bertalanffy, en el que se muestra a artistas visuales y escénicos en su propio espacio de trabajo. Pero además de ese ramillete de propuestas -del suspense al documental- hubo otras que repasamos, más detalladamente, a continuación (además, podéis acceder a algunas de ellas con solo un click, para que así podáis comprobar de primera mano si soltamos alguna barbaridad).
Vieux jeu (Quentin Fabiani, 2017)
Adrien (Jacques Godin) es el anciano propietario de una vieja bolera. Los dos parecen vivir sus últimos días hasta que una de esas noches en las que Adrien vela tratando de completar una partida perfecta, hace acto de aparición Bernard (Martin Dubreuil), su amigo y rival fallecido hace más de tres décadas. A partir de ese momento, la bolera se transforma en un espacio mágico -ahí está la introducción del flashback del episodio segundo: como si un recuerdo se colase por la puerta y Adrien lo persiguiera hasta toparse con él- y se inicia un ajuste de cuentas vital que incluye un repaso de los hitos y los agravios del pasado antes de afrontar la última partida (con relación amorosa a tres bandas en el centro del conflicto). El desarrollo del arco dramático principal, que se combina con la amistad surgida entre Adrien y Hugo (Anthony Therrien), su joven aprendiz, viene acompañado por las intervenciones de una galería de secundarios a cada cual más pintoresco (imposible no pensar en la bolera de El gran Lebowski), como ese lúgubre propietario de unos servicios fúnebres que quiere adquirir el local para ampliar su negocio. Lo mejor de esta serie canadiense es sin duda, el tratamiento del espacio en el que se desarrolla y el juego temporal que se establece en ese escenario único.
In Bed (Shota Gamisonia, 2018)
He aquí un mosaico sobre las diferentes comportamientos sexuales de distintos hombres y mujeres (muy hetero todo): la indescifrable conducta erótica de Anya (y su amante) y Andrey; los efusivos Larissa y Denis que más que en una cama parecen vivir sobre un martillo neumático de incombustible batería (eso sí, cuando no ‘frungen’, están secuestrados por su móviles); el promiscuo Jenya, que va coleccionando amantes e historias a cada cual más rocambolesca (mujeres posesivas, mujeres comprometidas con causas más importantes -atención al chiste sobre Putin del episodio segundo- u otras que solo quieren disfrutar…) y después está Katya, condenada a la soledad, que chatea con Jenya en una asociación que nos invita a pensar que no hay tantas diferencias entre esa joven que se pasa el día en pijama frente a la pantalla de su ordenador y ese hombretón convertido por voluntad propia en máquina sexual cuyos cambios de partenaire reflejan una soledad idéntica a la de su interlocutora digital.
Siguiendo siempre esa sucesión y aplicando, sin apenas variaciones, los mismos encuadres para cada personaje (o pareja), esta webserie rusa saca petróleo de sus escasos recursos y termina por hablarnos de las relaciones (y no solo sexuales) en estos tiempos de hiperconexión tecnológica y desconexión emocional.
Bip (Vincent Bossel, 2018)
¿Quién no ha fantaseado con inventarse las vidas de los otros? ¿Quién, mientras observaba desde la ventana de su casa, no ha elucubrado las historias que están detrás de esos desconocidos a los que vemos pasar? Pues esa es la premisa de Bip, que traslada esa idea a un supermercado. En cada una de las ocho píldoras audiovisuales de apenas tres minutos que conforman esta webserie, Marie (Marie Fontannaz) hace un retrato robot -ficcional- de un cliente en función de los productos que consume. Está ‘escaneadora’ de usuarios sirve a Vincent Bossel para jugar con los arquetipos y plantear situaciones anecdóticas a partir de las conjeturas trazadas por su cajera-protagonista. Bip es tan simpática como inocua, como aliviar el calor con un flash de Hacendado.
Barbitúrica Burlesque (Borja Segarra, 2018)
Realizada sin apenas presupuesto y rodada a salto de mata por el Raval barcelonés, Barbitúrica Burlesque narra las andanzas de Barbi (Borja Segarra), una masajista a domicilio que no duda en brindar a sus clientes servicios un tanto alejados de la quiropráctica, tal y como se observa en el tercer episodio de la serie (‘Introducing Barbi’) que se pudo ver en Cinema Jove. La irreverencia suple la evidente falta de medios y entre las cuestiones referidas al universo LGTBI se filtran otras de índole social (el niño pijo que esconde su condición homosexual bajo ese disfraz de militante de nuevas generaciones del PP en los 90) o de orden económico (la competencia asiática en el mundo del masaje y la necesaria adaptación… que termina afectando a los créditos de la propia serie). Segarra se aparta aquí de la estilización ofrecida en su cortometraje La petite morte (2017) y recurre a una estética deliberadamente camp que casa a la perfección con las limitaciones presupuestarias y un sentido del humor desprejuiciado (por buscar un paralelismo, Barbitúrica Burlesque podría ser el correlato serial de la obra de Marc Ferrer -Puta y amada, La maldita primavera…).
Gente hablando (Álvaro Carmona, 2018)
La serie producida por Atresmedia para Flooxer, su plataforma de contenidos digitales, es la más clásica en cuanto a estructura y formato. Dos personajes, un espacio, un tema, diálogos ingeniosos y unos interpretes inhabituales en este tipo de propuestas.
La webserie de seis episodios creada por Álvaro Carmona busca, desde la comedia, hurgar en las contradicciones vitales a las que se enfrentan sus personajes. Los capítulos más interesantes son ‘El vecino’ y ‘El bautizo’. En el primero, Manolo (Ramón Agirre) visita a su vecino de la finca de enfrente, José (Ramón Barea) para recriminarle que deje de masturbarse con la ventana del balcón abierta. Ese incidente derivará en la normalización del consumo de pornografía -algo que la mayoría de la gente hace pero que nadie confiesa- y en su integración como un acto más de la vida cotidiana de dos personajes solteros, septuagenarios y solitarios. Hay, además, un interesante trabajo de cámara: justo en el momento en el que los dos comienzan a empatizar, el objetivo se coloca en el emplazamiento en el que está la televisión 4K que José se ha comprado para ver mejor el llamado cine para adultos, dos personajes unidos por el producto que ambos consumen. También hay detalles similares en ‘La cita’, protagonizado por Celia de Molina y el propio Carmona (mejor cuando está detrás de la cámara que delante), una vuelta de tuerca a las relaciones en la era de Tinder, en la que, en el instante en que el uno acepta proseguir el encuentro con la otra, la cámara varia de posición, situándose al otro lado de la barra del bar en el que han quedado, una marca que indica el cambio en la toma de decisión del personaje. Hay apuntes aún más sencillos, pero igual de efectivos, como concederle un largo primer plano a una fantástica Verónica Echegui mientras le explica a su pareja (Miki Esparbé) los inconvenientes de hacerle creer al hijo que tienen de que, en esta vida, todo es posible.
Esta webserie de antología, en la que cada episodio es independiente del anterior, sustentada en la oralidad, evita los sermones y juega bien la carta de la ambigüedad, como muy bien demuestra ‘El bautizo’ en el que la feligresa que interpreta Rosario Pardo pone en jaque al párroco del pueblo (Juanra Bonet) cuando le propone que secuestren a su nieta para bautizarla, puesto que la madre de la criatura es apostata. La confesada va desmontando, siguiendo el dictamen de las escrituras, las sugerencias de un cura que se ve desbordado por los preceptos de su propia fe que, en este caso, obran contra el sentido común: al fin y al cabo, lo que la abuela propone es un secuestro exprés con fines evangelizadores. El giro final del capítulo da la medida de las posibilidades que puede alcanzar este formato en apariencia sencillo -de hecho, En terapia empleaba recursos similares, si bien lo hacía desde el drama y apelando a la serialidad, esto es, a la continuidad de las tramas.