Efectivamente, he aquí el típico post vacacional, lo que significa que el blog baja la persiana hasta el próximo 30 de agosto. Como por delante les queda un mes desierto de consejos, calor y esparcimiento, aquí les dejo un breve índice de recomendaciones con algunas series en emisión y otras que están a punto de llegar.
The Loudest Voice
Russell Crowe se ha bebido toda la cerveza de Nueva Zelanda y viene desayunando fuerte desde que dejó de interpretar a Máximo Décimo Meridio, así que su cuerpo no ha esperado a la otra vida para cobrarse su venganza y se ha ensanchado hasta límites insospechados. A pesar de su complexión mastodóntica, el actor neozelandés ha necesitado la ayuda del equipo de maquillaje para meterse en la piel de Roger Ailes, el fundador y mandamás de Fox News (por cierto, la papada modelo rey emérito que le han colocado da el pego… es un imán para los ojos).
Este biopic discontinuo, basado en el libro de Gabriel Sherman, se centra en los años cruciales de la vida del que fuera consultor de presidentes como Nixon, Reagan o George Bush padre. Así, el primer episodio está dedicado al lanzamiento de la cadena presidida por Rupert Murdoch (1995), el segundo salta hasta el atentado de las Torres Gemelas (2001), el tercero hasta la victoria de Obama (2008) y así sucesivamente hasta llegar a 2016. Pero, en realidad, esos jalones históricos son solo un pretexto para explorar la personalidad del creador del eslogan ‘Make America Great Again’, al tiempo que nos ayudan a entender el funcionamiento de los conglomerados mediáticos del presente.
Escrita por Tom McCarthy (¿se acuerdan de Spotlight?) y el productor y guionista Alex Metcalf (Heridas Abiertas), The Loudest Voice desmenuza los comportamientos de este ogro de la comunicación que entendió antes que nadie que en la televisión por cable lo más importante es la audiencia de nicho y eso, en un país que no tenía medios escorados (muy) hacia la derecha, era como enseñarle a Jesús Gil un solar frente al mar. El Roger Ailes brillantemente interpretado por Crowe se nos presenta como un tipo astuto, carismático y hasta cierto punto visionario, alguien que es capaz de cualquier cosa para lograr sus objetivos y que utilizará su poder para someter a quienquiera que se oponga a sus planes. Visto el perfil, a nadie le puede extrañar que las denuncias de acoso sexual interpuestas por varias extrabajadoras, empezando por la presentadora Gretchen Carlson (Naomi Watts) terminaran con su carrera.
En ese sentido, esta producción de Showtime que en España emite Movistar + (todavía no ha acabado, son 7 episodios), tiene un interesante trabajo visual sobre la posesión. En el capítulo tercero, vemos cómo Ailes registra con una cámara doméstica sus (forzados) encuentros sexuales con Laurie Luhn (magnífica Annabelle Wallis). La cámara se convierte en un instrumento de posesión y las imágenes que contiene en las huellas del poder que el ejecutivo ejerce sobre su empleada. La interpretación de Wallis es crucial porque revela que esas citas, aparentemente consentidas, no son sino la consecuencia del dominio que Ailes posee sobre ella. Esto es algo que también se observa en el primer episodio, cuando el alto ejecutivo entrevista a una aspirante a presentadora llamada Chloe (Hayley Griffith): los movimientos de una cámara que parece flotar en el despacho, la colocación de la figura imponente de Ailes llenando el plano y eclipsando a la entrevistada o la filmación voyeurística del cuerpo de Chloe no dejan lugar a dudas sobre quien es el verdugo y quien la víctima.
Esa obsesión por capturar al otro no se reduce a lo sexual. Ailes vigila a sus empleados a través de los monitores instalados en su despacho, en los que ve las imágenes que le ofrece su circuito cerrado de cámaras de seguridad (también hace lo propio con su mujer). Ese deseo de control omnímodo trasciende lo particular para abarcar la esfera de lo público: ¿o es que acaso Ailes no busca, a través de las imágenes y de los contenidos que crea y emite Fox News, controlar los destinos de Estados Unidos? Ahí está su acuerdo con el vicepresidente Dick Cheney para dar rienda suelta al bulo de las armas de destrucción masiva, provocar la segunda guerra de Irak y vender aquello como si fuera una consecuencia directa de los atentados del 11-S.
The Loudest Voice, una serie muy en la línea de la película Vice (Adam McKay, 2018), se ve en un suspiro, contiene algunas de las mejores interpretaciones del año y tiene una frase-resumen que nos ayuda a entender como funcionan los medios y la política hoy: “la gente no necesita estar informada, necesita sentirse informada”. Échenle un ojo. O los dos.
The Boys
He aquí el último caramelo de Amazon Prime. La adaptación del brillante cómic escrito por Garth Ennis y dibujado por Darick Robertson. Para empezar, suena ‘Neat neat neat’ de The Damned. Recupera a una Elizabeth Shue en plena forma (intenten que un sacaleches parezca sexy… bueno, igual soy yo que tengo la mirada sucia). Y es, como el original, la cosa más antisuperheroica y antiliberal que uno se pueda echar a la cara. Y eso, queridas y queridos, es todo un órdago en estos tiempos, los tiempos de la megacorporación Disney reestrenando Vengadores: Endgame para ser la película más taquillera de la historia, los tiempos en los que se hacen pelis de Spider-Man como churros (después de Homecoming y Far from home, la próxima podría titularse, ‘Spider-Man: welcome home… Sam’), los tiempos, en fin, en los que si no pones un superhéroe en tu vida eres un mequetrefe.
Por eso, en este contexto, la adaptación que han producido Seth Rogen y Evan Goldberg (dos fans declarados de Ennis que también están detrás de esa locura llamada Preacher) y que ha desarrollado Erik Kripke, es tan importante. Veamos porqué. The Boys nos presenta un mundo en el que los superhéroes forman parte de la cotidianeidad. Es como si la saga de los Vengadores arrancara in medias res. Pero no solo están normalizados, sino que son propiedad, y aquí viene lo interesante, de un holding llamado VOUGHT que se encarga de ‘gestionar’ sus carreras. Hay héroes de primera división -Los 7- y otros que militan en categorías inferiores y que aspiran a dar el salto al máximo nivel, como le sucede a Starlight (Erin Moriarty), la última en incorporarse -casting mediante- a tan selecto grupo.
Así pues, el modelo elegido por Ennis para la gestión de superhéroes es una variación del de las grandes corporaciones deportivas norteamericanas (NBA, NFL, NHL), de hecho, tanto la carrera entre A-Train (Jessie T. Usher) y Shockwave (Mishka Thébaud) como las intervenciones de los superhéroes retransmitidas en directo remiten al concepto de evento deportivo como base del negocio (el uso de drogas para mejorar el rendimiento, también). VOUGHT es la propietaria de los derechos de explotación de los superhéroes y funciona como toda gran multinacional del siglo XXI: estudios de mercado, aplicación de la estadística y del cruce de datos para mejorar sus réditos, control del flujo de información, ejercicio de la influencia en las instituciones para obtener mayores beneficios, …
Sucede que la dictadura del profit aplicada a los superhéroes trae consecuencias extremas, puesto que, si el objetivo siempre es aumentar los beneficios y tienes de tu parte a gente con habilidades especiales, las herramientas para ejercer presión se multiplican. Aquí lo interesante es ver como la figura del superhéroe -históricamente asociada al bien- entra a formar parte de la lógica neoliberal en la que el bien siempre está supeditado al balance contable. De ese modo, esa versión sociópata de Superman que es Homelander (Antony Starr), con la bandera de USA por capa, no dudará en eliminar a alcalde de Baltimore (que chantajea a la empresa) como tampoco se vacilará a la hora de utilizar los poderes de un metamorfo como Doppelganger (Dan Darin-Zanco) para extorsionar al senador que tiene la llave para que VOUGHT -y los superhéroes- pasen a ser contratistas del ejército.
Frente al Goliath multinacional aparecerá una patulea de Davides formada por unos cuantos outsiders dispuestos a acabar con la hegemonía social, cultural, económica y mediática de los superhéroes (y eso, en la coyuntura actual, es un órdago a la grande). A la improvisada pareja que forman el líder de la banda, Billy Butcher (Karl Urban) y Hughie Campbell (Jake Quaid… que según como lo mires a veces parece su padre, Dennis Quaid, y a veces su madre, Meg Ryan), se suman unos cuantos individuos rescatados del estercolero de la sociedad. Todos ellos están dispuestos a lo que sea -lo que sea incluye robar y asesinar- para acabar con unos tipos respetados por la sociedad que, sin embargo, salen impunes cuando se cargan a inocentes (como sucede con la novia de Hughie). Su reputación -forjada por el departamento de relaciones públicas de su empresa- les protege. Y ese es su punto débil.
The Boys no va con medias tintas. Hay sexo brutal -ese facesitting que termina en un brainstorming literal – violencia y sangre a raudales, relaciones enfermizas y comportamientos nauseabundos determinados por las relaciones de poder entre los personajes: The Deep (Chace Crawford) tratando de obligar a Starlight a mantener relaciones sexuales con él si quiere entrar en los 7; Madelyn Stilwell (Elizabeth Shue) diciéndole a la propia Starlight que, efectivamente, es dueña de su cuerpo pero que si quiere seguir currando con los mejores tendrá que ponerse el nuevo traje y enseñar más carne…
A los FX de primer nivel, los incisivos diálogos o la buena construcción de unos personajes con moral de ‘blandiblú’ (el de Elizabeth Shue se lleva la palma) hay que restarles algunas decisiones de guion poco convincentes: ¿utilizar la sala de reuniones de la torre VOUGHT para firmar el acuerdo de confidencialidad entre Hughie y la compañía (un mero trámite)? Si Homelander puede ver a través de las paredes, ¿qué necesidad tiene de abrir la furgoneta en la que se esconde Billy Butcher? ¿El escape de la jaula de Transluscent (Alex Hassel) es un chiste?
The Boys es, en definitiva, el borrado de la frontera que, tradicionalmente, ha separado el bien del mal en las ficciones de superhéroes (no entro a valorar ‘lo de Alan Moore’). Ocho episodios que se ven del tirón. Ah, también suena Rick Astley.
Los Gemstone
HBO España estrenará el próximo 19 de agosto The Righteous Gemstones que en nuestro país perderá el adjetivo para llamarse, simplemente, Los Gemstone. Es una pena que se haya prescindido del calificativo justo/honrado/virtuoso en la traducción, porque ese ‘righteous’ que implica corrección moral es, precisamente, todo lo que no son los Gemstone, una familia de predicadores que ha hecho un fortunón esparciendo la palabra de Dios a través de la televisión.
El trio formado por Danny McBride, responsable de Vice Principals, el director David Gordon Green y el hombre orquesta Jody Hill, está detrás de la nueva comedia (mejor ¿comedia?) de HBO protagonizada por una familia disfuncional pero unida frente a las adversidades. Disfuncional porque el patriarca Eli (John Goodman) maneja el clan con mano de hierro tras el fallecimiento de su mujer, piedra angular de todo su proyecto evangélico. Disfuncional, porque sus tres hijos son tres despropósitos con patas: Jesse (el propio McBride) es vehemente y tiene las entendederas un poco perjudicadas, su concepción del hecho religioso le permite consumir polvo de ángel y abrazar el racismo; Kelvin (Adam DeVine) no ha pasado de la adolescencia aunque su cuerpo diga lo contrario, tiene su casoplón lleno de viejas máquinas recreativas y de pósteres de pelis de Van Damme y de Chuck Norris; Judy (Edi Patterson) es la más inteligente de los tres, pero es una mujer, así que ha quedado relegada de los grandes quehaceres con los que ha sido bendecida la familia -predicar, hacer negocios- y se dedica a vivir en su mansión (situada junto a las de sus familiares en una macrofinca) con un novio pusilánime con el que no puede acostarse hasta que no se casen (da igual que ella lo intente, porque el tío se corre con soplarle una oreja).
Los Gemstone arranca con un bautizo multitudinario en China. El acto, para 5.000 personas, se celebra en la piscina al aire libre de un gran hotel. Hasta que alguien enciende el mecanismo que activa las olas y se produce el desastre. La secuencia inicial marca el tono de una producción cuyo motor de arranque se pone marcha mediante dos detonantes: el chantaje a Jesse tras ser grabado en una fiesta mientras trata de ascender a los cielos por vía nasal y el aterrizaje de la familia -construcción de iglesia mediante- en un territorio adscrito a otras congregaciones cuyos pastores no están dispuestos a perder a sus feligreses para engordar el patrimonio de Eli y sus vástagos. Todo en Los Gemstone rezuma patetismo -por personajes y situaciones está muy cerca del cine de los Coen – pero a pesar de lo absurdo de planteamientos y resoluciones y de su humor irreverente (Euphoria ya puede decir adiós al récord de penes mostrados por capítulo), McBride no deja de señalar que detrás de toda fortuna hay un crimen, que la iglesia -evangélica en este caso- funciona como la marca blanca del crimen organizado y que, si a uno le entran dudas, la fe sirve como respuesta y como justificación para cualquier acto.
Bajo la coartada del legado materno, marido e hijos siguen sacando rentabilidad de la Biblia (lo de montar una iglesia en un centro comercial es de genios) y no están dispuestos a que nada ni nadie interrumpa su expansión evangelizadora. Su look kitsch, las bromas de contenido sexual (ojo a la presentación del ‘cuñao’ que interpreta Walton Goggins) y la sucesión de chapuzas harán que los fans de Vice Principals la adoren, a otros su particular comicidad les resultará cargante.
Extras
No me quiero despedir sin recordarles otras tres series que llegarán en agosto y que, aunque no he visto, atiendo con cierta ansiedad. Ahí van:
La segunda temporada de Succession
Fue una de las grandes series de 2018. Los Roy regresan con la necesidad de mantener su imperio empresarial, pero la familia, que parece vivir en una cena de nochebuena perpetúa, está tan unida como Ángela Channing y Chase Gioberti. Tras los ‘incidentes británicos’ con que terminó la 1T, la segunda entrega arranca de un modo similar: una mansión, el clan reunido y Logan Roy (Brian Cox) tratando de reconstruir los pedazos de su consorcio sin soltar la vara de mando. Ojo a la conversación entre Logan y su hija Shiv (Sarah Snook) en el 2.01. No digo más.
La segunda temporada de Mindhunter
Vuelven los agentes Holden Ford (Jonathan Groff) y Bill Tench (Holt McCallany). Vuelven los interrogatorios planificados como si los soñara un relojero suizo. Vuelve la caza de asesinos en serie (ahora los crímenes de Atlanta y Charles Manson). Vuelve David Fincher (dirige el primer capítulo y el último). Y no viene solo: llega con Andrew Dominik (El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford) y el veterano Carl Franklin (El demonio vestido de azul). ¿Ya he dicho lo de la ansiedad?
Frontera verde
Mientras el director colombiano Ciro Guerra estará haciendo las maletas para irse al festival de Venecia a competir con su último largometraje (‘Waiting for the barbarians’), Netflix estrenará la serie que ha creado junto a Laura Mora y Jacques Toulemonde. Situada en la región amazónica, en la frontera entre Colombia y Brasil, narra la historia de una detective y su compañero, un policía indígena, encargados de investigar diversas muertes rodeadas de extrañas circunstancias. Se estrena, también, el 16 de agosto. Aquí les dejo. Voy a atizarme una cerveza. Nos vemos el 30 de agosto. No olviden hidratarse.