Advertencia. Siguiendo el libro de estilo del blog -ese que a veces me salto a la torera- sólo hablaremos de series que hayan sido vistas, aunque sea de manera incompleta. Al lado de cada título referenciado aparecerá un paréntesis que dará cuenta de los episodios vistos y de los episodios totales de la temporada. En el primer mes de 2021 se comprimen más de 50 estrenos y en una semana no ha dado tiempo a ver ninguna serie completa. Aún así, aquí van unos apuntes, ordenados cronológicamente, sobre lo que nos deparará enero (ya les avanzó que no habrá nada tan interesante como la realidad capitolina norteamericana, ese documental en el que la ciencia-ficción de bajo presupuesto y el thriller conspiranoico de serie Z se dan la mano y que tiene al mundo en vilo… y enganchado).
THE STAND de Josh Boone & Benjamin Cavell (3/9)
El 3 de enero la plataforma StarzPlay estrenó la nueva versión de Apocalipsis, aquella novela de Stephen King que el propio escritor de Portland adaptó en 1994 y que fue llevada a la pequeña pantalla por Mick Garris (Masters of Horror). Lo que entonces fue una miniserie de cuatro episodios de unos 90 minutos cada uno, ahora aumenta su volumen para llegar a los nueve capítulos, casi duplicando el metraje.
La entente formada por el director Josh Boone (Los nuevos mutantes) y el guionista y productor ejecutivo Benjamin Cavell (Justified) ha buscado revitalizar el macrorelato del autor de Carrie modificando su estructura. La linealidad cronológica que ordenaba la primera adaptación se ve aquí alterada por una disposición que a la polifonía de personajes suma un desorden temporal, de manera que presente y pasado se van alternando. La consecuencia inmediata de esta decisión es aumentar la confusión, como si de ese modo se quisiese reflejar el estado de desconcierto por el que atraviesan los personajes.
Y es que si algo bueno tiene The Stand es su perfecto timing. Estrenar una serie en la que la liberación involuntaria de un arma biológica acaba prácticamente con toda la población (norteamericana) justo cuando la Covid-19 está en pleno repunte solo puede habérsele ocurrido a un genio del mal o a un publicista visionario (además, nuestra pandemia y la de King son primas hermanas: las dos son versiones ‘mejoradas’ de la gripe).
Lo que la nueva versión de Apocalipsis gana en lucimiento técnico lo pierde en claridad expositiva si se la compara con su antecesora serial. Mientras que la miniserie de Garris desprendía el inequívoco aroma de la serie B, en esta revisión la imaginería postapocalíptica luce como en las mejores producciones cinematográficas de los últimos tiempos dedicadas a este asunto en sus diferentes vertientes (zombis, plagas, holocausto nuclear, etcétera). Boone, Cavell y su equipo de guionistas combinan las historias individuales de los personajes tras la propagación del virus con el tiempo presente, aquel que se centra en los acontecimientos que suceden en la localidad de Boulder, el lugar en el que los supervivientes se han reunido, atraídos por la llamada de Abigail Freemantle (Whoopi Goldberg), la anciana que se les ha aparecido en sueños. Aglutinados en torno a la vieja profetisa, el grupo humano resistente a la pandemia tratará de crear una nueva sociedad mientras se enfrenta a la llegada de Flagg (Alexander Skarsgard), una suerte de anticristo -y némesis de Abigail- que quiere imponer su ley. Ya saben que en la obra de King lo científico y lo sobrenatural suelen ir de la mano.
Cuando mencionábamos la pérdida de claridad expositiva no nos referíamos únicamente a esa modificación estructural - ¿desordenar el relato aporta algo nuevo? - sino a también a cuestiones de puesta en escena. En la miniserie dirigida por Garris la idea de la expansión del virus se transmitía mediante un virtuoso (aunque nada llamativo) plano-secuencia que casaba a la perfección con la idea de contagio a través del aire. Aquí no encontrarán nada de eso. Ahora bien, sí frecuentan el universo King, este disfrutable update les satisfará (a la serie del 94 el tiempo le pesa como una placa tectónica).
BORDERTOWN 3T de Mikko Oikkonen (9/10)
Los amantes del nordic noir están de enhorabuena. Sundance TV estrenó ayer la temporada final de Bordertown, la serie finlandesa protagonizada por el peculiar inspector Kari Sorjonen (Ville Virtanen), un tipo con nulas aptitudes para las relaciones sociales, pero con un prodigioso talento para resolver los casos más oscuros. La fuerza del show finés se halla en una sólida construcción narrativa atravesada por tramas capitulares y arcos argumentales de largo recorrido (algunos se extienden de una temporada a otra) que se combinan con sorprendente fluidez. De hecho, esta última entrega integra cuatro casos distintos que, en otro contexto, bien podrían haber servido como base para temporadas enteras. Sin embargo, Oikkonen y su writers’ room se mantienen fieles a los esquemas fijados en los primeros tiempos de la serie y ya el episodio inaugural cortan de raíz los flecos dramáticos que colgaban de la entrega precedente (marcada por la enfermedad de Pauliina Sorjonen), mientras que en los capítulos segundo y tercero -que llevan por título ‘La bestia humana’- recuperan la figura del maquiavélico serial killer Lasse Maasalo (Sampo Sarkola), de manera que esta nueva investigación guarda relación directa con los acontecimientos narrados dos temporadas atrás, hasta el punto de que sus nuevos crímenes se inspiran en antiguos casos resueltos por Sorjonen. Las partes cuarta, quinta y sexta (‘Hijos y amantes’) se centran en la muerte de un anciano padre de familia recluido en un asilo en el que fue internado por sus tres hijos, hartos de su tiránico comportamiento. En ‘Mujer en el espejo’ (3.07 y 3.8) el asesinato ritual de un profesor de natación hará que la Unidad de Crímenes Mayores en la que trabaja Sorjonen descubra los secretos de una peculiar comunidad religiosa, mientras que en los dos últimos capítulos (‘Historia de ajedrez’) asistiremos a una clausura que, como suele habitual en la serie, recupera el hilo narrativo inicial.
Todos estos casos presentan evoluciones muy distintas -si el primero está muy próximo al psycho-thriller: duelo de mentes maestras, elevado número de asesinatos y brutalidad homicida; el segundo es casi una intriga de Agatha Christie- y, en ocasiones, las resoluciones intentan huir del lugar común. Todas esas indagaciones policiales se entreveran con tramas que recorren los diez episodios, ya estén relacionadas con la convulsa convivencia que Sorjonen y su hija Janina (Olivia Ainali) sobrellevan como pueden o con los cambios en la dirección de la compañía Degerman, firma que copó buena parte del metraje de la primera temporada. Bordertown es, en resumen, un nordic noir más que solvente -con su protagonista atormentado y con problemas psicológicos y esos hermosos paisajes que esconden un sinnúmero de crímenes- que hará las delicias de aquellos que saben que, bajo la nieve, siempre hay sangre.
NOBEL de Mette M. Bølstad, Stephen Uhlander y Per-Olav Sørensen. (4/8)
El próximo martes 12 Filmin traerá a nuestras casas Nobel, creada por el equipo responsable de la notable miniserie bélica Operación Telemark (2015). En realidad, la producción dirigida al completo por Per-Olav Sørensen es inmediatamente posterior a la dramatización de aquel famoso episodio de la Segunda Guerra Mundial, solo que ha tardado casi cuatro años en llegar a España.
Los apasionados por las luchas de poder geopolíticas -todo aquel que sienta huérfano tras el final de Homeland- tienen aquí un eficiente sustitutivo. El sargento Erling Riiser (Aksel Hennie) está destacado en Afganistán junto con el equipo de operaciones especiales del que forma parte. Su trabajo no es otro que combatir a los grupos talibanes que tienen atemorizada a una población a la que intentan proteger a toda costa: la segunda secuencia del piloto nos muestra una operación destinada a evitar un ataque terrorista en el mercado de una ciudad. Sørensen utiliza la cámara al hombro y la dilatación temporal para generar una tensión que, por momentos se vuelve insoportable (dos recursos que se convertirán en marcas de estilo del realizador noruego).
Pero no estamos únicamente ante un relato bélico. Cuando Erling regrese a casa se verá inmerso en una conspiración en la que noruegos y chinos se disputan el control de los pozos petrolíferos de la región que él acaba de abandonar. El sargento será el instrumento que la red corrupta utilice para alcanzar sus oscuros objetivos. Los guionistas Bølstad y Uhlander construyen el relato en dos tiempos: un presente en el que se narran las desventuras de un Erling que debe averiguan quién se ha aprovechado de él para asegurar la buena marcha de sus negocios y un pasado que se remonta a su última estancia en territorio afgano (doce semanas atrás), periodo en el que se desarrollaron varias operaciones directamente relacionadas con el calvario que ahora le toca vivir. Un cúmulo de adversidades agravado por vía matrimonial: su esposa (Tuva Novotny) es la mano derecha del ministro de Asuntos Exteriores noruego, encargado de las gestiones para lograr un acuerdo (pacífico) con el detentor de los terrenos bajo los que dormita el oro negro, Sharif Samani (Atheer Adel).
El vértigo narrativo y el final en alto de cada episodio invitan a no detener el visionado, si bien el buen funcionamiento de Nobel no proviene sólo de su buen hilván argumental: no pierdan de vista el potencial discursivo de una serie que no duda en cuestionar los réditos que Noruega espera obtener de su presencia en Afganistán o en mostrar las distintas visiones que se tienen del hecho bélico según se esté empuñando un fusil de asalto, informando desde una unidad móvil o firmando ordenes ministeriales desde un despacho.
YELLOWSTONE de Taylor Sheridan y John Linson (4/9)
A Taylor Sheridan le interesa el añejo cine de género. Su guion para Comanchería (David Mackenzie, 2016) respiraba idéntico amor por los westerns ‘a la Anthony Mann’ como por clásicos del noir como El último refugio (Raoul Walsh, 1941) a quien rendía tributo en una inolvidable secuencia final. Dos géneros que volvían a entrecruzarse en Wind River (2017), su segundo trabajo como realizador y que ahora en Yellowstone (2018-2020), su primera incursión en la ficción seriada, parecen insistir en su relación de fructífera promiscuidad. Porque en esta epopeya familiar sobre la que también planea la sombra de un filme como Gigante (George Stevens, 1956), Sheridan, que ejerce como guionista y director de los nueve episodios que componen la primera entrega que Paramount Network estrena el próximo día 18, moderniza el imaginario del viejo cine del oeste y salpica la trama de intrigas criminales y conflictos paternofiliales.
John Dutton (sobrio Kevin Costner) es el patriarca de la que probablemente sea la familia más poderosa del estado de Montana, propietaria del rancho más grande de los Estados Unidos. Este terrateniente sesentón y viudo conduce con mano firme sus negocios y mantiene una relación muy particular con cada uno de sus tres hijos: Jamie (Wes Bentley), el abogado del clan encargado de lidiar con las trabas burocráticas; Lee (Dave Annable), que ha heredado el talento del padre para ocuparse de las tierras y el ganado pero que carece de instinto para la gerencia; Beth (una Kelly Reilly por la que siento debilidad pero que aquí acusa un exceso de divismo), cruce entre ‘femme fatale’ y versión femenina de Gordon Gekko, siempre presta a acudir al reclamo de su padre, y Kayce (Luke Grimes), el hijo díscolo que se separo de los suyos para casarse con un india y ganarse el sustento como militar o domando caballos cuando regresa de cualquier misión.
La estabilidad de los Dutton se verá triplemente amenazada. De un lado, un promotor pretende levantar una urbanización de lujo en las tierras colindantes al rancho Yellowstone, algo que John no está dispuesto a tolerar. Del otro lado, entrará en conflicto con el nuevo líder de la reserva india, que quiere liberarse del yugo autoritario bajo el que John tiene sometida a toda la región. Por último, el gobierno federal también tendrá interés en el latifundio de los Dutton, situado en pleno parque nacional.
Lo mejor de Yellowstone está en su deslumbrante primer episodio: el respeto por las claves visuales del género (la presentación del personaje de Costner), el gusto por los diálogos afilados y las secuencias planificados con el rigor que imponía el viejo clasicismo (la de Beth ejecutando una opa hostil, por ejemplo) o homenajes a obras maestras como Centauros del desierto (John Ford, 1956), como se observa en el último plano de este piloto titulado ‘Daybreak’. Si los 92 minutos del episodio inaugural aguantan de pie, a medida que el metraje va creciendo la propuesta empieza a tambalearse no ya porque la puesta en escena se torne un tanto rutinaria, sino porque a los personajes se les ven las costuras demasiado pronto. El abuso de los arquetipos (y la ausencia de variaciones que modifiquen esas tipologías) termina por lastrar un show en el que los giros de la trama se imponen a un estudio de caracteres reiterativo -el personaje de Kelly Reilly es un tópico andante. Los volantazos del guion tampoco terminan de funcionar porque en demasiadas ocasiones abusan de lo fortuito (la explosión de laboratorio de meta cuando Kacey pasa por delante o su encuentro con unos secuestradores), por no hablar de un exceso de subtramas cuyos desenlaces se antojan difíciles de encajar en la historia principal. Yellowstone no cumple con las promesas que Taylor Sheridan nos hace en el piloto; también les digo que solo por la belleza de los paisajes y por la devoción que el guionista de Sicario (Dennis Villeneuve, 2015) le profesa al género, servidor se la verá enterita. Que empiecen ustedes bien el año.