Distintos compositores han presentado sus obras al Teatro Real a lo largo de estos años, la mayoría sin éxito. Sí lo tuvo el madrileño Germán Alonso (1984), que verá estrenada en La Abadía (teatro coproductor) su ópera Marie los días 12, 13, 15, 16 y 17 de enero. Este joven músico cuenta ya con una amplia experiencia en el campo electroacústico de la mano de un gran experto como Alberto Bernal y ha recibido enseñanzas de composición en Ginebra y de nuevas tecnologías en el IRCAM de París.
En el campo operístico ha tenido ya alguna fructuosa experiencia, la última y muy experimental ha sido The Sins of the Cities of the Plain, una suerte de monólogo de unos 45 minutos de duración, con una importante parte electrónica. Pautas similares sigue la ópera que ahora se va a estrenar, inspirada en el icónico personaje de Woyzeck, de Georg Büchner, que motivara a Alban Berg, y que da pie para edificar una tragedia contemporánea que parte de un libreto de Lola Blasco, a quien se le concedió el Premio de Literatura Dramática en 2016 y que ha escrito esta pieza apoyada en una Beca Leonardo de la Fundación BBVA.
A través de catorce estaciones asistiremos al vía crucis de Marie, esposa de aquel hombre cobaya, a la que conoceremos tanto a partir de los testimonios que se ofrecen de ella como de la creación ficcional que su autora hace de un personaje que es silenciado antes de tiempo. “Marie —se nos dice en la presentación oficial— supone a su vez una deconstrucción sobre la que tradicionalmente ha recaído el interés de los escritores y operistas. Su peripecia se explica a través de lenguajes musicales y vocales diferentes, naturalmente ligados a su desgraciada relación con Woyzeck (o Wozzeck), lo que puede dar pie a vislumbrar al fondo una peculiar teoría del feminismo y a plantear la solidaridad entre mujeres”.
También se puede considerar, subraya Villalobos, un camino en el que se nos ofrece la posibilidad —otra vez el número tres— de observar la tragedia a partir de tres vías que abren una nada disimulada referencia a textos clásicos fundamentales de la historia: la Biblia, el Fausto de Goethe y el Otello de Shakespeare. Y se nos brinda también una explícita conexión entre el personaje de Büchner y la Lulú de Wedekind, base esta última igualmente de la otra gran e inacabada ópera de Berg. “Un paralelismo enriquecedor, que nos acerca a una idea tan sugerente como la de la maternidad”.
La acción tiene lugar en el pub que ha montado el Capitán, uno de los protagonistas de la historia. El compositor ha enhebrado sobre ella un triple lenguaje vocal: el modal (voz plena), el falsete (registro más agudo que parte de la vibración de las cuerdas vocales en uno de sus extremos) y el llamado en inglés vocal fry, que explota la franja más grave de la tesitura a partir del cierre de la glotis, lo que produce un sonido de muy baja frecuencia, como rasposo.
El tejido instrumental sobre el que discurre la acción, cuajado de contrastes, de alternancias, de fogonazos, de iridiscencias, sobre la base de una electrónica bien cuidada, previa y en directo, viene constituido por los timbres del Proyecto OCNOS, surgido a principios de 2014 como iniciativa de los músicos Pedro Rojas Ogáyar, guitarras, y Gustavo A. Domínguez Ojalvo, clarinetes. Fueron los que estrenaron en 2019 la anterior ópera de Alonso, The Sins of the Cities of the Plains.
Son dos cantantes los que protagonizan la historia a todos los niveles: la soprano Nicola Beller Carbone, tan flexible y adaptable (recordamos su magnífica prestación en la Pepita Jiménez de Albéniz en la producción de Calixto Bieito), y el contratenor Xavier Sabata, un todoterreno de singular prestancia y espléndida técnica. Serán sustituidos el día 10, respectivamente, por Valentina Coladonato y Jordi Domènech. A su lado, en la dirección musical el propio compositor y en la escénica el siempre sorprendente e imaginativo (reciente está su Così fan tutte en Sevilla), ya mencionado, Rafael R. Villalobos.