En el marco del Festival Internacional de Cine de San Sebastián coincidieron la presentación de Camilo Superstar (Marta Bertoldi, Tatiana Rodríguez y Curro Novallas, 2023), la nueva apuesta seriada de Atresmedia sobre la vida del cantante Camilo Sesto, y el documental Esta ambición desmedida (Santos Bacana, Cristina Trenas & Rogelio González, 2023) que glosa las vicisitudes de la gira que sucedió al lanzamiento del disco El madrileño, obra de Antón Álvarez, el hombre por todos conocido como C. Tangana (Pucho para sus amigos).



Una pieza audiovisual que podrá verse durante una semana en los cines de nuestro país como un largometraje de 135 minutos (se estrena el 26 de octubre) pero cuya subdivisión en partes le permitirá a Movistar Plus + estrenarla como una miniserie de tres episodios de 45 minutos.

La idea de superponer dos propuestas tan distintas a la búsqueda de una lectura provechosa viene dada por la respuesta a esa pregunta a la que todo creador se enfrenta cuando se embarca en un proyecto y que, en buena medida, determina el resultado final. Esa pregunta no es otra que ¿qué quiero contar?”. En los dos casos que nos ocupan, la contestación a esa cuestión es fundamental a la hora de analizar lo que discurrirá ante nuestros ojos.



Lógicamente, la longevidad biográfica y profesional de uno y otro es un factor clave, pues en el caso del Camilo Sesto los posibles acercamientos a su figura son mucho mayores a tenor de sus 40 años de carrera, mientras que repasar la trayectoria de C. Tangana reduce el abanico de opciones.

Sea como fuere, las guionistas Marta Bertoldi y Tatiana Rodríguez y el realizador Curro Novallas se han acercado a la figura del cantante de Alcoi partiendo del estreno en Madrid de Jesucristo Superstar en noviembre de 1976, el musical que consagró a Camilo Sesto y que recibió las asiduas visitas de los guerrilleros de Cristo Rey, grupo de extrema derecha que amenazó con poner bombas en el Teatro Alcalá Palace que acogía la representación (y detonante de la serie).



Sin embargo, y aunque el título de la propia serie alude a la versión de la ópera rock compuesta por Andrew Lloyd Webber con letras de Tim Rice como punto de partida, los creadores no se contentan con explicar al personaje concentrándose en ese instante de su vida, sino que lo utilizan como trampolín para saltar a otras épocas conformando una narración fragmentaria, tan de moda en los tiempos que corren (es lo contrario a lo que se hace, por ejemplo, en Pam & Tommy).

A la pregunta “¿qué quiero contar?” Camilo Superstar responde “todo”, desde su gira por Argentina a su participación en el festival de la OTI, desde las peleas con su representante a su fascinación por un musical que cambió la historia del género en España. Y en esas idas y venidas, en ese afán por contarlo todo, la serie pierde foco. Su primer episodio posee un desarrollo atolondrado, el conflicto es francamente difícil de identificar (¿va sobre el montaje de un musical? ¿sobre la defensa de la libertad creativa? ¿sobre los desmanes de la industria? ¿sobre Camilo Sesto como epítome de la lucha cultural contra la dictadura?); se quema la mejor munición en los compases iniciales ('Getsemaní' debería ser el clímax si la serie centrase el tiro en lo complicado que fue el montaje de la versión española de ‘Jesucristo Superstar’) y el híbrido entre biopic y musical deja la propuesta abandonada en tierra de nadie.

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Tampoco ayuda una realización empobrecida por el uso de determinados recursos – la manera elegida para ilustrar los viajes del cantante – con fallos de raccord y saltos de eje difíciles de justificar dramáticamente. Apenas destaca la secuencia situada en el estudio, en la que Curro Novallas muestra las disensiones entre Camilo (Alejandro Jato) y su representante utilizando el cristal que separa la zona de grabación de la mesa de mezclas.

Aunque quizá se pronto para juzgar una teleserie que puede reconducir su transitar narrativo en los siguientes episodios -repito, solo se ha visto el piloto que se lanzará en Atresplayer el 19 de noviembre- su confuso arranque despierta numerosas dudas, si bien evidencia el buen trabajo de un Alejandro Jato que ha modulado su voz no ya para cantar como el autor de ‘Algo de mí’ -igualar esos registros vocálicos está a la altura de muy pocos y toda la parte musical tira de playback- sino para imitar su acento valenciano y evitar una dicción neutra tan del gusto de otros tiempos.



A través de su voz, Jato se identifica con la procedencia geográfica de Camilo Blanes lo que, además, proporciona el mejor chiste de la función cuando el cantante cierra el acuerdo para protagonizar Jesucristo Superstar en España. “Si Jesucristo fuera español hubiera nacido en Valencia” le espeta uno de los promotores a lo que él responde con estentórea sonoridad: “en Alcoi”.

El tiempo en sus manos

En no pocas canciones compuestas por Antón Álvarez se incluyen referencias al paso del tiempo, a la aceleración constante a la que parece moverse su vida (yo no quiero hacer lo correcto / pa esa mierda ya no tengo tiempo o me concentro y acelero, es to' lo que sé hacer). Esa cadencia espídica se apropia también de Esta ambición desmedida, un documental destinado a agrandar el mito a fuerza de humanizarlo, a bajar a la estrella a la tierra que pisan la gran mayoría de sus oyentes, a mostranos a un tipo que como tú y como yo que ve cómo las deudas se lo comen quizá porque, como tú y como yo, firmó una hipoteca (en forma de gira) sin contar que el Euríbor es un cabrón desalmado que no atiende a razones ni pasiones.

Si en Camilo Superstar la ampliación del marco narrativo -ese ir de la cuna a la tumba- debilita la narración, en la docuserie firmada por Santos Bacana, Cristina Trenas y Rogelio González -todos integrantes de la productora Little Spain junto al cantante- la concentración (el saber qué se quiere contar y acotarlo) unida a un hábil montaje concluyen en una pieza que rezuma astucia por los cuatro costados.

No busquen aquí grandes reflexiones ni retratos al estilo de 20.000 días en la Tierra (Iain Forsyth & Jane Pollard, 2014). Esto es el diario filmado de una gira a la que se ha tenido un total acceso -y cuyas imágenes luego se han editado a favor de obra- y que incluye un buen puñado de testimonios de todos aquellos que ha formado parte de ese show itinerante llamado ‘Sin cantar ni afinar Tour’, desde los cantantes que aparecieron en él (El niño de Elche, Nathy Peluso, La Húngara), hasta los miembros del equipo, pasando por la madre del propio Álvarez.

Aléjense los que busquen profundidad porque lo único que van a encontrar aquí son anécdotas bien ensambladas que surcan tres segmentos bien definidos – siempre queda claro que tema se toca en cada momento: 1) preparación del disco; 2) diseño de la gira y 3) el tour y sus consecuencias- en los que, en su parte más vibrante, asistimos a una versión musical del rodaje infernal de Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979), con una gira marcada por un dispendio excesivo que anuncia perdidas millonarias cuando toque bajar el telón, incidentes meteorológicos que arruinan conciertos que valen un fortunón, inesperadas lesiones contraídas en un absurdo partido de fútbol y una colección de dimes y diretes entre el artista y sus managers/técnicos/amigos.



Tangana se nos presenta como alguien consciente de sus limitaciones (el mantra es “no sé cantar”), obsesivo hasta cierto punto con el control, con una inventiva desbordante que le lleva a arruinar cualquier previsión (¿se acuerdan del “no puedo parar de crear” de la Agatha Ruiz de la Prada de La Hora Chanante?), con un instinto afilado para rodearse de gente con talento y con la suficiente inteligencia para reconocer los méritos ajenos, pedir disculpas por sus excesos y ser generoso con sus colegas. No hay nada como imprimirse la propia leyenda.