En Atraco perfecto (The Killing, 1956), una de las primeras y más inspiradas películas de Stanley Kubrick, el luchador Maurice Oboukhoff conversa con Johnny Clay (Sterling Hayden) en un modesto club de ajedrez. La luz de una mañana luminosa contrasta con las paredes desnudas de un local pequeño y claustrofóbico. Todas las vidas allí reunidas parecen marcadas por el fracaso y el tedio. El ajedrez insinúa que el mundo es una lucha permanente por la supervivencia, un tablero plagado de trampas mortales.
Clay ofrece a Maurice dos mil dólares por organizar una pelea en el hipódromo y no hacer preguntas. No quiere implicarle en el ambicioso atraco que ha planeado: apropiarse del dinero de las apuestas, un botín de dos millones de dólares. Maurice acepta, pues está sin blanca. No es un forzudo sin cerebro, sino un hombre reflexivo y culto. De ahí que comente: “La sociedad odia a los que destacan, a los que sobresalen. Por eso, quiere muertos a los artistas y los forajidos. A la gente no le gusta que le recuerden su mediocridad”.
El personaje de Maurice fue interpretado por Kola Kwariani, un luchador georgiano que había combinado los combates en el cuadrilátero con el ajedrez profesional. Podemos decir que se interpretó a sí mismo. Maurice no se equivoca. Los artistas se parecen a los forajidos. Asaltan conciencias, vuelan los candados de la intimidad ajena, penetran en las zonas más escondidas del espíritu humano. Detrás de esta forma de obrar, se esconde una rebeldía nihilista. En un mundo injusto y frágil, una obra maestra -un poema, una sinfonía, un atraco- siempre es un acto subversivo, un desafío que incomoda e inquieta.
[Kubrick, objeto de una obsesión]
En Atraco perfecto, Sterling Hayden interpreta a un personaje similar al de La jungla de asfalto (John Huston, 1950). Johnny Clay se parece mucho a Dix Handley, un pistolero que añora la granja de su Kentucky natal, donde en vez de hormigón y asfalto había árboles, suaves colinas, arroyos y caballos. A pesar de su violencia, Dix y Johnny son hombres honestos, capaces de amar a mujeres maltratadas por la vida y cultivar la amistad con hombres a los que la sociedad considera parias, como Gus Minissi (James Withmore), un camarero jorobado que alimenta y cuida a los gatos callejeros.
Johnny y Dix son dos inadaptados. Saben sobrevivir en la jungla de asfalto, pero fantasean con una existencia diferente, más sencilla, cálida y humana. Aceptan la fatalidad con estoicismo y asumen riesgos, aguantando con entereza los golpes. No utilizan la violencia de forma gratuita y conservan la calma en los momentos difíciles. No se hacen muchas ilusiones sobre el porvenir, pero no están dispuestos a hundirse sin pelear hasta el último segundo. No pretenden arrastrar a otros a su naufragio. Se conforman con afrontar la previsible derrota con dignidad.
Sterling Hayden fue un hombre de acción, un aventurero que dejó su hogar a los diecisiete años para unirse a la tripulación de un barco. Tras aprender el oficio de pescador en los bancales de Terranova, dio la vuelta al mundo varias veces. Nacido en 1916 como Sterling Relyea Walter en Upper Montclair, Nueva Jersey, recibió el apellido de su padre adoptivo tras perder a su padre biológico a los nueve años.
En la década de los 40, fue modelo gracias a su complexión atlética (medía 1’96) y su rostro acusadamente masculino, con facciones que parecían granito esculpido. Se le apodó el “el bello y rubio dios vikingo”, y no tardó en firmar un contrato con la Paramount.
A pesar de que consumía hachís y grandes cantidades de alcohol, logró materializar su sueño de convertirse en escritor
Sin embargo, le atraía más el peligro y, después de un par de películas, se incorporó al OSS (Oficina de Servicios Estratégicos) para trabajar como agente secreto. Incorporado al Cuerpo de Marines bajo el nombre de John Hamilton, asesoró a los partisanos yugoslavos de Tito y luchó como paracaidista en Croacia. Entre sus méritos, destaca su misión de comandar un convoy de 400 barcos para abastecer de provisiones y armas a los partisanos.
Su labor fue premiada con una Estrella de Plata y el reconocimiento del Mariscal Tito. Afiliado al Partido Comunista de los Estados Unidos, renunció a su militancia por miedo a las represalias y colaboró con el Comité de Actividades Americanas para no ser incluido en la lista negra de Hollywood.
Proporcionó nombres y contribuyó a arruinar carreras. No quería ir a la cárcel ni perder su condición de estrella. Avergonzado por su conducta, cayó en la depresión y el alcoholismo, lo cual no le impidió participar en filmes tan notables como Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1954) o ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú (Stanley Kubrick, 1964). Retirado del cine, se marchó a vivir en un barco y escribió sus memorias, que tituló Wanderer (Vagabundo). En 1972, aceptó el papel de capitán McCluskey en El padrino (Francis Ford Coppola) y en 1976 participó en Novecento (Bernardo Bertolucci).
En sus últimos años, se dejó una extraña barba similar a la de Abraham Lincoln, pero con el pelo encanecido. Vivía en una gabarra, a la que llamó “El faro de Islandia”, y viajaba de un lado para otro. Pasaba seis meses al año en rutas fluviales del norte de Europa (principalmente, Francia y Holanda), y el resto del tiempo lo repartía entre California, Nueva York y el Estado de Connecticut. A pesar de que consumía hachís y grandes cantidades de alcohol, logró materializar su sueño de convertirse en escritor.
['Apocalypse Now': viaje al corazón de las tinieblas]
Influido por Hermann Melville, Jack London, Stevenson y Joseph Conrad, escribió La Travesía, una novela de 700 páginas que narra la historia de amor entre un capitán y su pasajera. En la gabarra de Hayden se acumulaban libros, botellas de alcohol, objetos exóticos adquiridos en sus viajes y máquinas de escribir.
El actor solía repetir que se sentía un forastero en todas partes. Los cineastas Wolf-Eckart Bühler y Manfred Blank lograron que les concediera una larga entrevista y con ella elaboraron el documental Faro del caos, estrenado en 1983. Al año siguiente, Bühler adaptó al cine Wanderer, la biografía de Hayden. Esta vez el título fue El naufragio, bastante apropiado para recrear una existencia enturbiada por el sentimiento de culpa, la inadaptación a la vida burguesa y la pasión por el alcohol.
Hayden tuvo una existencia enturbiada por el sentimiento de culpa, la inadaptación a la vida burguesa y la pasión por el alcohol
Hayden recordaba su etapa de actor como “un abismo sin fin, una fuga sin fin”. Y añadía: “No es malo ser actor, si es lo que quieres ser”. Bühler aseguraba que Hayden era un hombre en guerra consigo mismo. Bebía para aplacar su dolor interior. Pienso que ese dolor se refleja en su forma de interpretar. Johnny Clay y Dix Handley son dos hombres torturados. El pudor les prohíbe verbalizar su malestar, pero su sufrimiento es evidente. Ambos viven aislados, sin lazos afectivos sólidos.
El minimalismo de Atraco perfecto, con imágenes que evocan los reportajes fotográficos de la Depresión del 29 y el cine expresionista, recorta a los personajes contra un fondo hostil. La ciudad es un paisaje deshumanizado. Allí no hay hogares, sino soledades que agonizan en oscuros apartamentos. El sufrimiento a veces es invisible, pero se advierte un clamor silencioso, una especie de temblor que difumina todo. Los perdedores intentan cambiar inútilmente su destino, como George Peatty (Elisha Cook Jr.), tristemente enamorado de una mujer perversa y cruel. Nunca lo consiguen.
La muerte es la última estación de unas vidas condenadas desde sus inicios. Peatty es un pobre hombre, pero en el fondo es tan vulnerable como Clay. John Huston mueve más la cámara, empleando a menudo los contrapicados, pero no pretende mitificar. Handley es un personaje trágico, no un héroe. Tampoco es un malvado. El mal está representado por el abogado Alonzo Emmerich (Louis Calhern) y el teniente Ditrich (Barry Kelley), ambos de apariencia respetable, pero corrompidos hasta la médula. La jungla de asfalto es un teatro. Nada es lo que parece. El bien y el mal son tierras movedizas. Nunca se sabe dónde comienzan y hasta qué profundidades descienden.
En Atraco perfecto y La jungla de asfalto, Sterling Hayden participa en una trama existencialista, sin ninguna concesión a la esperanza. La imagen de Handley muerto a los pies de los caballos es una trágica metáfora sobre el carácter absurdo de la existencia. La felicidad siempre es una quimera, algo irreal e inalcanzable. Sin embargo, volver a ver a Sterling Hayden, inolvidable como Johnny “Guitar” Logan, produce una enorme felicidad.
Su imagen flotando en el celuloide o un soporte digital produce la misma sensación que suscitó Bogart en Cabrera Infante: “Humphrey Bogart hace años que está muerto y en el filme aparece más vivo que los espectadores, que lo miran inmóviles, hipnotizados, arrebatados por sus vicisitudes”. José Luis Garci tenía razón: “¡Qué grande es el cine!”. No se me ocurre mejor refugio para artistas, forajidos y nostálgicos.