Eva Marie Saint llegó tarde a Hollywood. Nacida en 1924, su consagración no se produjo hasta 1954, cuando encarnó a Edie Doyle en La ley del silencio (On the Waterfront, Elia Kazan). Su interpretación, intensa y conmovedora, le valió un Oscar como mejor actriz de reparto. En 1959, Eva se puso en la piel de un personaje completamente diferente: Eve Kendall, una sofisticada espía que se enamoraba de Richard Tornhill, un ejecutivo del mundo de la publicidad interpretado por un Cary Grant que se aproximaba al final de su carrera, pese a conservar a sus 55 años un enorme poder de seducción.

En 1960, comenzó el declive del Hollywood dorado y Eva Marie Saint ya no volvería a disfrutar de un gran papel. Su aparición en Exodus (Otto Preminger, 1960) o La noche de los gigantes (The Stalking Moon, Robert Mulligan) no logró devolverle el fulgor del que había gozado con La ley del silencio o Con la muerte en los talones (North by northwest, Alfred Hitchcock). Su deslucido papel en El árbol de la vida (Raintree Country, Edward Dmytryk, 1957), una mediocre copia de Lo que el viento se llevó, apenas ha dejado un pálido recuerdo en la memoria de los cinéfilos.

Eva Marie Saint siempre será recordada por su combinación de inocencia y erotismo en la escena en que besa en camisón a Terry Malloy (Marlon Brando), que la abraza con angustia y pasión mientras ambos cuerpos se apoyan en la pared y se deslizan lentamente hacia el suelo. No es menos memorable la escena del parque en que Terry juguetea con un guante de Edie mientras se sienta en un columpio o pasea a su lado. La delicadeza de esos momentos no fue un obstáculo para que resultara creíble en Con la muerte en los talones en el papel de falsa femme fatale.

Con un vestido estampado de rosas rojas sobre un fondo negro y con un acusado escote de pico en la espalda, produce tanta fascinación como inquietud. Solo una gran actriz con una poderosa presencia podía incendiar la pantalla con una sensualidad refinada o despertar ternura con su abrumadora indefensión en el ambiente sórdido y neorrealista de los muelles de Nueva York.

Eva Marie Saint nunca alcanzó la estatura del mito. A pesar de su belleza y talento, ocupa un segundo plano en la galería de las grandes estrellas del Hollywood clásico. No poseía la voluptuosidad de Ava Gardner, ni el misterioso hechizo de Greta Garbo. No transmitía la elegante fragilidad de Audrey Hepburn, ni el aire de tragedia y fatalidad de Vivien Leigh o Marilyn Monroe. No obstante, reunía muchos de los elementos que forjan un mito: una belleza poco convencional, grandes dotes de actriz, una mirada capaz de expresar una amplia gama de matices, una distinción nada ostentosa.

Cary Grant y Eva Marie Saint en 'Con la muerte en los talones'

Eva Maria Saint nació un 4 de julio en Newark, Nueva Jersey, en el seno de una familia cuáquera. Estudió interpretación en la Universidad de Estatal de Bowling Green (Ohio). Completó su formación en el American Theatre Wing y en el famoso Actor’s Studio, donde recibió clases del actor, director y escritor de origen austriaco Herbert Berghof. Tras debutar en la radio y la televisión, logró el Premio de los Críticos de Teatro por su actuación en la obra The Trip to Fountiful, estrenada en Broadway.

No era una de esas modelos que se abren paso en el mundo de la interpretación con su belleza, sino una sólida actriz y una mujer discreta, con una vida privada bastante convencional. De hecho, su matrimonio con el director y productor Jeffrey Hayden duró sesenta y cinco años. Engendraron dos hijos y solo la muerte de Hayden en 2016 puso fin a la relación. Eva Marie Saint quizás no se ha convertido en un mito porque su vida ha discurrido por un cauce muy tranquilo, lejos de polémicas y estridencias.

Los mitos casi siempre están asociados a grandes tragedias y Saint ha vivido pacíficamente. Su siglo de existencia evoca los 104 años de Olivia de Havilland, otra actriz alejada de dramas y excesos. Su enfrentamiento con Joan Fontaine, hermana y rival, es un incidente insignificante si se compara con los escándalos protagonizados por Lana Turner, Joan Crawford o Tallulah Bankhead.

En La ley del silencio, Edie es la artífice de la redención de Terry Malloy. Terry es un exboxeador cínico y desencantado. Hermano de Charley (Rod Steiger), mano derecha del gánster Johny Friendly (Lee J. Cobb), acepta actuar como señuelo en una trampa organizada para silenciar a Joe, un estibador dispuesto a testificar contra la mafia que controla los muelles. Piensa que solo pretenden intimidarlo, pero los matones de Friendly lo arrojan al vacío desde una azotea. Aunque Terry experimenta culpabilidad y consternación, no cambia de vida.

Eva Marie Saint demostró que no era una intérprete de un solo registro, sino una actriz con una gran capacidad de metamorfosis

Sin embargo, cuando conoce a Edie y descubre que es la hermana de Joe, la conciencia comienza a atormentarlo, pues se ha enamorado de ella y no quiere perderla. Poco a poco, el amor transforma a Terry, un joven violento, cínico y descreído, en un ciudadano honesto y valiente. Al igual que Beatriz con Dante, Edie será el instrumento de un verdadero renacer. La brutal paliza que recibe Terry es la cruz donde expía sus faltas y el preámbulo de su regreso al mundo de los vivos, pues hasta entonces solo era un zombi sin metas ni ilusiones.

Eva Marie Saint infundió ternura, sencillez y sinceridad a su personaje, logrando expresar el viaje hacia la madurez de una muchacha que -tras finalizar sus estudios y regresar a casa- descubre la existencia del mal y la corrupción. A pesar de haber estudiado en el Actor’s Studio, Saint no sobreactúa ni gesticula. Su dolor y su amor fluyen con naturalidad. No es un simple complemento de Marlon Brando, sino el contrapeso perfecto.

En Con la muerte en los talones, Saint interpreta a una mujer audaz y desinhibida. Eve no espera a ser seducida. Prefiere adelantarse y manifestar su deseo sin rodeos. Al poco de conocer a Richard Tornhill, le invita a su compartimento, alegando que la noche es larga y el libro que ha empezado a leer solo le produce aburrimiento. Poco después, ya en la intimidad, la pareja intercambia besos, caricias y susurros en una secuencia que eliminó la censura franquista. Eve asume tres identidades a lo largo del filme. Primero es una seductora, con un carácter independiente y un espíritu burlón.

Después, se comporta como una Mantis religiosa, pues traiciona a su amante y lo envía a la muerte. Por último, se revela como una espía infiltrada en la organización criminal de Phillip Vandamm (James Mason), un traficante de secretos de Estado. Al igual que en Encadenados (Notorius, Alfred Hitchcock, 1946), Eve es un peón de una estrategia perversa. Sin la intervención de Richard Tornhill, que abandona su frivolidad habitual al enamorarse de ella, se habría convertido en una víctima más de esa Guerra Fría que se libró entre bastidores.

Saint compite en elegancia con Grace Kelly y Audrey Hepburn. Desde mi punto de vista, Kelly y Hepburn resultan algo insulsas a su lado

Peinada por Sydney Guilaroff, maquillada por Bill Tuttle y con un vestuario deslumbrante adquirido por Hitchcock en la exclusiva tienda neoyorquina Bergdorf Goodman, Saint compite en elegancia con Grace Kelly y Audrey Hepburn. Desde mi punto de vista, Kelly y Hepburn resultan algo insulsas a su lado. De hecho, creo que ninguna de las dos habrían resultado creíbles como espías. Cuando Cary Grant le dice "creo que eres una de esas mujeres que podría matar a un hombre sin proponérselo, así que deja de proponértelo", resulta inevitable experimentar la sensación de que el comentario no es un hipérbole, sino una observación bastante ajustada a la realidad.

Eva Marie Saint no ha logrado hacerse hueco entre los mitos del Hollywood dorado, pero es una figura muy querida para los cinéfilos. Con los personajes de Edie Doyle y Eve Kendall, demostró que no era una intérprete de un solo registro, sino una actriz con una gran capacidad de metamorfosis. Sus cien años son un soplo de aire fresco, pues revelan que el genio puede convivir con la salud y la estabilidad.

Eva Marie Saint llegó tarde al Hollywood dorado, pero ya forma parte de su historia. Su accidentada huida por el Monte Rushmore es una de esas estampas que vuelven una y otra vez a la memoria, mostrando que es posible conservar la elegancia incluso en mitad del peligro más aterrador. Quizás otros prefieran recordarla consolando a Brando en las azoteas, desolado por la muerte de sus palomas. No sé cuántos años más vivirá Eva Marie Sant. Ojalá sean muchos, pero no creo que la muerte pueda dañarla demasiado. Gracias su talento y su belleza, ya ocupa un lugar en la eternidad.