Homo Ludens por Borja Vaz

Divinity Original Sin II, Apoteosis

5 abril, 2018 09:37

Desde que Tim Schafer en 2012 lanzara su proyecto de aventura gráfica en Kickstarter, el crowdfunding se ha convertido en una fuente de financiación cotidiana para hacer realidad proyectos que no encajan en el mercado masivo actual. Muchos géneros que causaban auténtico furor en los años 90 fueron poco a poco relegados por experiencias más directas y viscerales. Los juegos de rol de perspectiva isométrica, con sus ingentes líneas de texto y combate estratégico, no estaban realmente diseñados para poder jugarse en consolas, y conforme el mercado del PC comenzó a declinar a principios de los 2000 por la piratería rampante, las editoras, de manera bastante eficaz a la par que inclemente, dieron carpetazo a todo el subgénero.

En 2013 Larian Studios, unos belgas afincados en Gante, probaron suerte en Kickstarter para poder completar la financiación de una nueva entrega de la saga en la que llevaban años trabajando, Divinity, pero esta vez volviendo a los orígenes isométricos. Con casi un millón de dólares recaudados, se pusieron a trabajar a fondo en el prototipo que ya tenían, y cuando lanzaron el juego completo, un año después, sorprendieron a todos. El primer Original Sin ofrecía una experiencia sin compromisos, muy cerebral, con postulados clásicos, pero que a la vez modernizaba todas las ideas de antaño. En vez de quedarse en un artificioso ejercicio de nostalgia, el juego retomaba la evolución del subgénero, justo donde se había quedado doce años antes, obteniendo un éxito arrollador en el proceso.

Si el primero fue una buena base, la secuela tenía la obligación de abordar todo su potencial. A pesar del gran éxito financiero, los belgas volvieron a Kickstarter para poder mantener un canal de comunicación abierto con los seguidores, y con 2 millones de dólares de financiación adicional, fueron a por todas. La ambición era máxima, y el resultado no la ha desmerecido. No estamos hablando de un buen competidor de los clásicos, sino de una obra con argumentos suficientes para superarlos a todos.

La historia del juego se ambienta muchos siglos después del primero, y más allá de unas leves conexiones puntuales, es completamente independiente. Si bien el mundo de Rivellon resulta algo manido, el diseño narrativo le saca el máximo partido al escenario. El tema central es la apoteosis, el ascenso a la divinidad, y el papel que juega la religión como estructura de poder. Aunque la premisa inicial del argumento es muy sencilla (escapar de una isla-prisión regentada por radicales fanáticos) conforme el juego se abre de manera exponencial en el segundo acto, las cosas se complican mucho. Nuevas facciones y agentes se van incorporando a la narrativa de manera regular, ramificándose de manera sorprendente, tejiendo una trama muy cuidada, muy compleja, que se toma su tiempo en sembrar, en abrir caminos que, aunque durante horas pueden dar la impresión de no ir a ninguna parte, siempre acaban reconectando de una forma u otra.

El juego es un nuevo hito en narrativa no lineal. Siguiendo de cerca la tradición de los juegos de rol de papel y boli, ofrece una libertad sin parangón, que a veces puede llegar a asustar. La toma de decisiones tiene un peso muy específico. Las consecuencias son muy reales, sobre todo para los personajes principales que forman el núcleo central. Cada uno tiene sus propios objetivos y motivaciones, y no tienen que coincidir con el del protagonista, por lo que en muchas ocasiones sobrevienen conflictos de difícil solución. Divinity Original Sin 2, a diferencia de otros juegos enormes, no tiene miedo a clausurar vías, a que personajes que parecían imprescindibles alcancen su final de la manera más vulgar imaginable. La trama sigue, y el protagonista tiene que acarrear con el peso de sus juicios, sabiendo que en muchos casos hasta decenas de horas después no se podrá saber si han sido acertados o no.

Más allá del diagrama de flujo de todas las subtramas, Original Sin 2 destaca por su brillante escritura. Todos los diálogos están muy conseguidos, otorgando una voz específica a cada personaje. El mercenario Ifan busca aparentar una visión cínica del mundo para esconder los profundos remordimientos que siente por su implicación en crímenes de guerra, y el Príncipe Rojo mantiene su petulancia de manera testaruda, incapaz de aceptar su nueva realidad, lejos de los salones imperiales. Sin embargo, quizá la que más sobresale es la voz del narrador, una presencia constante, muy expresiva, que otorga a todo el relato una cohesión y una fuerte impronta literaria. Pocos juegos se decantan por la utilización de este recurso, prefiriendo seguir la máxima de mostrar, no contar. Pero este tipo de títulos, limitados en este apartado por la perspectiva isométrica (la cámara se encuentra elevada, bastante alejada de la acción), suelen complementarse muy bien con la voz de un narrador, y en este caso específico es excelente.

Divinity Original Sin 2 es la otra cara de la industria. Es un juego complejo, que no hace concesiones para llegar al público más amplio posible, sino que trata de llegar hasta los últimas consecuencias a la hora de respetar la inteligencia del jugador. Nunca hay una sola solución a sus puzles y desafíos. El juego aplaude como pocos la creatividad, ofreciendo un abanico de herramientas muy amplio y la libertad suficiente para afrontar las diferentes situaciones, en vez de forzar el trasiego de unas vías preestablecidas. Es un juego enorme, que ronda el centenar de horas y que consigue sorprender hasta el final, sin perder en ningún momento la coherencia narrativa y jugable. Es un ejemplo triunfal de lo que se puede conseguir cuando un grupo de artistas con un talento desbordante operan con total independencia económica. Divinity Original Sin 2 es historia viva del desarrollo independiente, y uno de los mejores juegos de rol de siempre.

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