Aunque cada vez más juegos de gran presupuesto se están atreviendo a tratar temas que hasta hace unos años se consideraban tabú en la industria, los juegos independientes siguen siendo el espacio de referencia para las experiencias que afrontan directamente los temas más delicados. Please Knock on My Door, del diseñador sueco Michael Levall, profundiza sin ningún tipo de cortapisas en la realidad de la depresión, desde el punto de vista de un personaje innominado sumergido en una rutina asfixiante. La mecánica principal gira en torno al concepto de la fortaleza mental, un indicador que sube o baja dependiendo de las acciones que el personaje vaya realizando, y que alberga la particularidad de que en ocasiones puede bajar o subir de manera inmediata, pero luego subir o bajar en mayores cantidades más tarde. Este detalle trata de encapsular la idea de que algunas actividades pueden causar un nivel de gratificación inmediata al protagonista, pero que a la larga suponen un grave deterioro de su estado general, o viceversa. Aunque hay muchos juegos que tratan de una manera u otra diversos temas relacionados con la enfermedad mental, pocos se atreven a hacerlo de esta forma. No es un asunto circunstancial, una condición reservada a uno de los personajes de una trama que abarca mucho más o algo que aporte mayor gravitas a la experiencia, sino el concepto central del juego, sobre el que recae toda la atención. A lo largo de las dos semanas de la vida del protagonista que el jugador experimenta, las cosas se vuelven muy difíciles, hasta el punto que uno se puede llegar a cuestionar si tiene sentido soportar una experiencia tan opresiva. En ese sentido, Levall, muy familiarizado con la enfermedad por propia experiencia, ha sabido recoger una multitud de detalles que terminan por aportar peso y verosimilitud a una idea que corre el peligro de perderse en una abstracción distante. La rutina lo invade todo. Ir al trabajo, ducharse, hacer la comida, ver la televisión o jugar a videojuegos por la noche. La gestión del tiempo se vuelve muy complicada, sobre todo por las mañanas, cuando el tiempo para asearse y desayunar se ve afectado por las inclementes noches de insomnio y desazón. Llegar tarde al trabajo tiene consecuencias, sobre todo con un jefe que parece estar siempre buscando una excusa para descargar toda su ira sobre uno, cuando las tareas se vuelven tan aburridas y monótonas que todo significado se pierde por el camino. Volver a casa por la tarde y ver las cajas de una mudanza que se acerca inexorable, como la fecha de una ejecución, donde todos los silencios subrayan todas las ausencias, convierte lo que debería ser un espacio confortable y seguro, un descanso del embate del mundo, en una prisión. No hay lugar a dudas. A pesar de su corta duración, Please Knock on My Door desafía la concepción de los videojuegos como diversión, con un contenido que se podría encuadrar mejor en los denominados serious games. Vivir de manera vicaria la realidad de una depresión severa no es en principio una experiencia atractiva, pero sí que puede ser constructiva.
Una de las cuestiones que más llaman la atención es la relación que Levall establece entre los propios videojuegos y una persona deprimida. Queda claro en los primeros compases del juego que para el protagonista el tiempo libre no es un resquicio de asueto, sino una imposición inevitable, ya que por mucho que anhele el escapismo, en ningún momento es capaz de olvidar las implicaciones de su situación. Jugar a videojuegos, como chatear o ver la tele, es una opción para pasar el tiempo y esperar a que su cuerpo le pida irse a la cama. Pero no todos los videojuegos son iguales. Nunca se mencionan los nombres, pero con un poco de cultura ludológica se pueden adivinar los títulos que el protagonista juega en el ordenador, sobre todo por los efectos que le producen. Cómo algunos juegos tienen una trama interesante que nos permiten asomarnos, aunque sea por unos breves instantes, a vidas diferentes, pero sus mecánicas ramplonas nos dificultan mantener el interés; cómo otros parecen una fórmula diseñada por expertos en comportamiento humano para actuar como auténticos agujeros negros, bestias que exigen su ración diaria de tiempo y que castigan nuestros desaires con rencor; y cómo otros, por el contrario, consiguen aportarnos mucho más que el tiempo que les dedicamos, obsequiándonos relatos, personajes, mundos y sensaciones que atesoramos en la memoria, y a los que volvemos una y otra vez. Es una reflexión muy interesante sobre la realidad del medio, y que refleja, sin postulados maniqueos y simplistas, cómo conviven los títulos insulsos, sin valor aparente, con juegos como Please Knock on My Door, a veces tan necesarios. Lo importante que resulta poder separar el trigo de la cizaña y poder ensalzar a los justos.