[caption id="attachment_692" width="558"] Imagen de Darksiders III[/caption]
La mera existencia del tercer capítulo de la saga Darksiders es un milagro más que otra cosa. Ninguna de las dos entregas anteriores tuvo una recepción comercial destacable, pero pocos meses después del lanzamiento de Darksiders II, THQ, la editora del juego, se declaró en bancarrota, despidió a todo el personal y liquidó la compañía. La gran historia que el artista de cómic Joe Madureira había pergeñado parecía condenada a quedar inconclusa. Nordic Games, por aquel entonces una pequeña compañía de un millonario sueco que apenas nadie conocía en la industria, se hizo con muchas de las licencias de la difunta THQ, entre ellas Darksiders. Y contra todo pronóstico, creyendo que existía un público aguerrido que deseaba ver la continuación de la saga, financió la creación del estudio Gunfire Games, con varios antiguos empleados de Vigil Games (los artífices de los primeros dos capítulos), y acometió la producción de esta entrega que ahora nos ocupa.
Darksiders versa sobre los Cuatro Jinetes del Apocalipsis durante la batalla al final de los tiempos entre las fuerzas del cielo y del infierno. Guerra protagonizaba la primera entrega, Muerte la segunda y en esta ocasión es el turno de Furia, dejando a Lucha para una hipotética cuarta. Toda la mitología sobre la que se apoya la franquicia está compuesta de elementos bíblicos y gnósticos a partes iguales, pero siempre pasados por un filtro de cómic de tradición norteamericana. Los Jinetes responden ante un misterioso concilio que encarga a Furia la tarea de dar caza en una Tierra devastada a los siete pecados capitales.
Desde un punto de vista jugable, Darksiders siempre ha sido muy derivativo, más preocupada de emular las convenciones de otras franquicias que de elaborar un estilo personal. En esta ocasión, con Furia a los mandos, la fórmula consiste en una fusión de Dark Souls y Bayonetta, con algunos elementos de metroidvania, lo que se traduce en un juego desafiante, enfocado en la acción y en la exploración de un mundo interconectado. El problema es que los diseñadores de Gunfire Games están muy lejos de poder equipararse a los creadores de los juegos que tratan de emular, resultando en una obra con una larga lista de carencias que, aunque no impiden el disfrute del juego, sí que en algunas ocasiones lo hacen muy difícil. En un panorama donde el consumidor cada vez es más exigente, sorprende el estado en que la editora se ha atrevido a lanzar el título. La versión de PlayStation 4, que es la que hemos podido probar, está plagada de problemas técnicos: ralentizaciones, cuelgues, tiempos de carga excesivos, innumerables bugs gráficos, problemas con el sonido y a lo que hay que sumar una cámara endiablada que deja vendido a cualquiera en los momentos más intensos. Es un juego al que le faltaban de tres a cuatro meses de pulido, lo que emponzoña el trabajo que hay detrás. Pero esa es la naturaleza de los videojuegos, obras culturales supeditadas al albur del soporte tecnológico.
Sin embargo, más allá de todos los problemas, reside un juego competente. Tras un inicio muy rocoso, Darksiders III consigue mantener un ritmo notable, introduciendo mecánicas y niveles interesantes, con puzles sencillos pero inteligentes, y unos combates contra los jefes finales (la personificación de los siete pecados capitales) complicados pero emocionantes. Solo al final, con un desacertado nivel ambientado en una mina a cielo abierto, se hunde sin remedio. Es evidente que los diseñadores han invertido muchas horas en esa última parte, pero simplemente no funciona; y algunas de sus ideas centrales, como un misterioso tornado que persigue a la protagonista causándole una muerte instantánea, resultan criminalmente frustrantes.
Darksiders siempre ha sido una franquicia incapaz de explotar por completo el potencial de su premisa: una trama épica ambientada en el Apocalipsis, con personajes compuestos por toda la suerte de criaturas que pueblan el Libro de Enoc, conspiraciones, misterios y mundos esotéricos. Algo que resulta más cierto que nunca en este tercer capítulo, con una narrativa exigua que se limita a coser los diferentes elementos y poco más, y con un final que, otra vez, parece dejar lo realmente interesante para la siguiente entrega. Resulta muy difícil aventurar si lo que THQ Nordic ha preparado para los incondicionales de la saga termina siendo suficiente para encargar un capítulo final que dé por concluida la franquicia. Es evidente que el presupuesto se ha reducido mucho desde la segunda entrega, por lo que no resulta del todo descabellado, pero fiarlo todo a un reducido grupo que abrace la propuesta, tolerando la frustración inherente y rescatando el valor oculto, es cuanto menos arriesgado.