Tanto Sony como Microsoft han estado jugando con la paciencia de los consumidores más de lo razonable. A pesar de haber estado hablando de las nuevas consolas durante más de un año, a comienzos de septiembre, con apenas dos meses para el lanzamiento, todavía estábamos sin tener el dato más importante, el precio de los aparatos. Hasta el día de ayer, cuando una filtración obligó a Microsoft a mostrar sus cartas y confirmar la rumoreada segunda consola, más barata y completamente digital, pero capaz de jugar a los mismos juegos que el buque insignia. Esta decisión marca un antes y un después en el mundo de los videojuegos, porque aunque algunas veces ha habido versiones diferentes de la consola, siempre han sido detalles menores, y nunca con una diferencia de precio tan notable como en este caso.
Para resumir, la Xbox de nueva generación viene en dos modelos: la Series X y la Series S. La Series X es la que conocíamos hasta ahora, una auténtica bestia tecnológica con unas especificaciones técnicas de infarto que viene con la promesa de renderizar los videojuegos a una resolución 4K y a una tasa de refresco de 60 frames por segundo. La Series S es la novedad, un dispositivo más modesto que apunta a una resolución de 1440p y no tiene lector de discos, por lo que depende totalmente de la distribución digital. La Series S tiene una tarjeta gráfica de menor potencia, menos memoria RAM y menos espacio en el disco duro, pero el procesador es muy parecido, por lo que en teoría debería poder manejar la misma compleja arquitectura de los juegos que su hermana mayor, tan solo con una fidelidad gráfica menor. La diferencia en precio sí es sustancial, 499€ para Series X y tan solo 299€ para Series S, un cuarenta por ciento menos.
Con esta doble oferta lo que Microsoft está intentando es hacer una pinza a su principal competidor, Sony y su Playstation 5, cubriendo los dos extremos del rango de jugadores, el más exigente y dedicado por un lado, que quiere maravillarse cada vez que encienda la pantalla; y al más ocasional, que tiene un interés en videojuegos pero o no dispone de una televisión capaz de sacarle el máximo partido al 4K o no valora tanto la carga gráfica y se centra más en los demás aspectos de los videojuegos. El precio es muy ajustado en cualquier caso. El hardware de la Series X es tan potente que lo más probable es que la empresa de Redmond vaya a perder dinero con él. De hecho, el desembolso que la marca ha hecho en los últimos años ha sido brutal para intentar deshacer el entuerto que fue el lanzamiento de Xbox One en 2013. Primero con la masiva compra de estudios, pasando por el desarrollo del hardware y por último con la apuesta decidida que han hecho por Game Pass.
Xbox Games Pass es el servicio de subscripción de videojuegos de Microsoft que se ha convertido en el pilar fundamental de su estrategia siguiendo el modelo que Netflix ha popularizado en cine y televisión. Todos los títulos de sus estudios internos están disponibles en el servicio desde el primer día y para siempre, con una lista de títulos de terceros que van entrando y saliendo. Lo realmente encomiable es la trabajada labor de curación de sus responsables, porque siempre saben mantener un equilibrio entre variedad y calidad. Hay títulos para todos los públicos y de casi todos los géneros imaginables, pero siempre juegos de mucha calidad o por lo menos muy interesantes, ya sean de grandes compañías o estudios independientes. La Series S viene a apuntalar la estrategia de Game Pass, ofreciendo una puerta de entrada a nuevos públicos que quieran descubrir este mundo, algo que gracias al empeño que la empresa ha puesto en la compatibilidad entre generaciones hace que se puedan explorar juegos de épocas pasadas en un mismo dispositivo y con todas las facilidades. A todo esto hay que sumarle la incorporación a la subscripción de Game Pass de EA Play (el programa de Electronic Arts) y XCloud, el sistema de juego en la nube que permite jugar en tabletas o teléfonos a juegos de manera remota.
Microsoft lleva muchos años preparando su vuelta al ring después de una generación donde los fallos que cometió al principio le arrebataron la iniciativa demasiado pronto. Esta vez la estrategia de hardware y servicios es absolutamente ganadora, y la gran incógnita está en el terreno de los exclusivos. Phil Spencer, el jefe de la división Xbox, hace años que detectó la carencia y por ello se lanzó a una gran ofensiva para comprar estudios de desarrollo. Microsoft lleva gastados miles de millones de dólares en producir videojuegos de calidad, pero esto no es algo que simplemente salga a golpe de talonario y por ahora es el flanco que tienen más desguarnecido. Halo Infinite estaba llamado a ser la punta de lanza de la generación, pero la pobre impresión que causó durante un evento digital en julio llevó a sus responsables a retrasar el juego todo un año para intentar mejorarlo, dejando a Series X y Series S huérfanas de ese gran título exclusivo de lanzamiento que tenía que batirse el cobre en primera línea. Everwild, Fable o Avowed prometen mucho, pero su lanzamiento queda tan lejos que ni siquiera son un factor muy importante en estos momentos. Y es ahí por donde Sony les puede hacer daño.
Con el anuncio de ayer Microsoft ha pasado toda la presión a los japoneses. La consola de Sony en algunos aspectos es menos potente que Series X y se calcula que sus gastos de producción pueden incluso ser más altos por el diseño particular de su disco duro, pero donde las cosas se cuecen de verdad, en los juegos, el talento de sus estudios internos está fuera de toda duda y han sabido coronarse en esta generación que termina con un abultado salto de calidad. Microsoft ha tenido un tropiezo importante con el retraso de Halo Infinite, pero en dos o tres años puede estar sorprendiendo a propios y extraños con títulos que estén a la misma altura que los de los estudios internos de Sony. Ahora mismo tienen el hardware, el precio y los servicios en un punto envidiable. Queda por ver si es suficiente para disputarle la primacía a Sony, pero está claro que, esta vez sí, van a plantar batalla y de la contienda el consumidor desprovisto de hooliganismos absurdos va a ser el más beneficiado.