Nioh 2 fue uno de los grandes tapados del año pasado, una circunstancia que probablemente se debió a la ventana tan complicada de lanzamiento que eligieron en Koei Tecmo. Marzo del 2020 fue un mes atiborrado de grandes lanzamientos: Animal Crossing: New Horizons (que batió todos los records habidos y por haber), Ori and the Will of the Wisps, Persona 5: Royal, Half-Life: Alyx, Doom Eternal, Call of Duty: Warzone… Absurdo se mire por donde se mire. A pesar de que me enfrenté a él con muy pocas ganas, debido al mal sabor de boca que me había dejado el despiadado incremento de dificultad de las expansiones del primero y lo similar que parecía a primera vista, el juego acabó escalando hasta el tercer puesto de mi ranking personal a final de año. Un mérito que consiguió, también, por haber sabido mantener, en líneas generales, un nivel soberbio en los tres contenidos descargables que el estudio fue lanzando entre julio y diciembre del año pasado.
La campaña principal de Nioh 2 empieza en 1555 y concluye en 1616, con Hide uniendo fuerzas con William Adams –el protagonista del primer Nioh –para detener los planes de la española María de resucitar a Tokichiro, y con él, al demonio Otakemaru. La confrontación final en la mente de Hide, que lucha para no ser poseído por la entidad maliciosa y recibe en última instancia la ayuda del espíritu de Tokichiro, es uno de los grandes momentos que nos deparó el medio en todo el año pasado y el broche perfecto para atar todos los cabos sueltos que había dejado el primero. Con la instauración del shogunato Tokugawa, Japón experimentó dos siglos y medio de una paz bastante estable. Un contraste evidente con todo el violento siglo anterior. ¿Cómo iba el estudio entonces a expandir los conflictos de los yokai y los humanos? La respuesta es tan fácil como manida: viajes en el tiempo para visitar a los diferentes portadores de la espada Sohayamaru a lo largo de los siglos.
El discípulo de Tengu, la primera expansión, se ambienta durante la batalla de Yashima, una confrontación naval acaecida en 1185 entre el clan Minamoto y el clan Taira en las costas de la isla de Shikoku. El principal personaje, y al que hace referencia el título, es Minamoto no Yoshitshune, uno de los samurái más afamados y respetados de la milenaria historia de Japón. Se incluye un nuevo tipo de arma, la vara doble, con su respectivo árbol de habilidades y movimientos nuevos. El escenario de la primera misión principal muestra el campo de batalla naval tras el enfrentamiento entre los clanes, con las barcazas para transportar soldados aprisionadas entre sí y dejadas a la merced de un oleaje tormentoso. Es un laberinto traicionero, con muchos peligros que no se muestran a primera vista y la posibilidad de caer al agua amenazando a cada paso. El combate final contra un Yoshitsune transformado es Nioh 2 en su máximo esplendor, un jefe ágil y letal con una miríada de movimientos para poner las cosas difíciles al jugador, pero muy bien equilibrado. Es evidente que los diseñadores escucharon las quejas sobre el absurdo salto de dificultad entre el final del primer juego y su primera expansión, y aquí han sabido rectificar, haciendo una transición mucho más suave y efectiva.
Oscuridad en la capital, la segunda expansión, se retrotrae hasta el 976 para presentar la corte imperial de Heian-kyo (la ancestral Kyoto) asolada por los yokai de Ashiya Doman. La intervención de Minamoto no Yorimitsu, sus cuatro generales y el mago Abe no Seimei resulta fundamental para poner freno a sus planes. Hasta cinco jefes diferentes hay que enfrentar en esta ocasión. La nueva arma son los puños, que presentan una forma de combatir mucho más frenética y espectacular, con un abanico de movimientos muy vistosos. El diseño de niveles, sin embargo, sufre mucho, dada la arquitectura aburrida y a estas alturas muy explotada de las ciudades, poco más que cuadriculas con calles anchas sobre una gran planicie. Algunos de los diseños de los nuevos yokai son tan terroríficos como versátiles, especialmente el de un demonio que se camufla entre los carromatos y que es capaz de tender emboscadas a los más desprevenidos.
El primer samurái va incluso más atrás en el tiempo, al 797, y se centra completamente en el folklore, encontrando la inspiración en los cuentos de Tamura no Soushi. Cubre la lucha entre Otakemaru y su hermana, una doncella celestial determinada a ponerle freno. Los dos guardan una relación directa con Hide y la legendaria espada Sohayamaru. Sin embargo, a pesar de la estimulante premisa, esta última expansión no consigue concluir la historia de una manera satisfactoria. El aumento de dificultad es muy notable, pero no se incluye una nueva arma con la que experimentar. El primer jefe es Otakemaru otra vez (del final del juego base) pero en la cumbre de su poder, lo que cambia por completo la lucha. Team Ninja ha cogido un modelo que ya tenían hecho y lo han hipervitaminado de mala manera, dotándole de más de una docena de movimientos nuevos y aumentándole la agresividad por varios órdenes de magnitud. Es un combate duro, que obliga al jugador a sumergirse “en la zona” para poder salir victorioso. El segundo jefe, Tate Eboshi, sigue el mismo patrón, cogiendo el modelo de Kasha pero otorgándole un set de movimientos completamente diferente. Maneja una guadaña gigantesca y hace uso de las piedras espirituales sin ninguna consideración. La velocidad demencial con la que se mueve lleva la exigencia de reflejos al límite. Por todo esto resulta tan extraño que el jefe final, un Otakemaru transformado en un centauro de pesadilla, sea tan sencillo en comparación. Es un diseño visual arrebatador, pero por alguna razón extraña lo han dejado descompensado. No es el desafío que se intuye que debería tener el enemigo final de la saga, ni mucho menos, lo que acaba dejando un sabor agridulce a todo el conjunto.
La semana que viene sale al mercado The Nioh Collection, los dos títulos remasterizados para PS5 y PC, con todo el contenido y ciertas mejoras técnicas (120 frames por segundo, 4k, cargas rápidas). Las expansiones de Nioh 2 añaden, sin muchas distracciones, en torno a unas 25 horas de juego, por lo que es un tamaño de contenido muy sustancial. Está enfocado a todos los que se quedaron con ganas de más, y aunque las revelaciones narrativas sobre la historia de la espada Sohayamaru pueden tener cierto interés, el ángulo de los viajes en el tiempo no termina de funcionar, quedando la intervención de los personajes en poco más que simples cameos. El nivel algo inferior de la tercera expansión también impone un anticlímax que desluce un poco el conjunto, si bien el título sigue siendo imprescindible desde un punto de vista puramente jugable. Team Ninja ha anunciado que por el momento ya han dicho todo lo que tenían que decir sobre el mundo de Nioh, y aunque el epílogo podría haber sido mejor, han demostrado una excelencia poco común a la hora de plantear juegos de acción de una profundidad casi insondable. Buenos augurios para adentrarse en la nueva generación.