China Hero Project es el rimbombante título de una iniciativa de PlayStation junta a otras empresas tecnológicas para apoyar a start-ups chinas que desarrollen videojuegos para una audiencia global. El objetivo era claro desde el principio: propiciar la consolidación de estudios que pudieran capitalizar el inmenso poderío tecnológico y humano chino para nutrir de contenido a un mercado mundial, rejuveneciendo el sector con un influjo de nuevas perspectivas, estéticas, narrativas y sensibilidades. De la docena larga de proyectos que China Hero Project financió en dos hornadas hace unos años, F. I. S.T. : Forged in Shadow Torch, del estudio TiGames y publicado por Bilibili, es uno de los primeros que llega a buen puerto. Su premisa es muy sencilla: un metroidvania de manual con un fuerte énfasis en el combate, una estética muy cuidada y una progresión desafiante.
Rayton trata de pasar sus días desapercibido en Torch City bajo la ocupación de la Legión de Hierro, una raza de perros mecánicos que mantiene aterrorizada a la población con investigaciones arbitrarias y encarcelamientos extrajudiciales. Su talante taciturno y un trauma de sus tiempos en la resistencia le ha llevado a ponerse de perfil ante las injusticias que ve cada día en las calles. Sin embargo, cuando la Legión se lleva preso a Urso, su mejor amigo, le falta tiempo para coger el puño del mecha que pilotaba en sus tiempos de soldado y lanzarse al rescate. Así comienza una aventura que le llevará a los bajos fondos de la ciudad, a bases submarinas de investigación armamentística e incluso más allá de los límites de la ciudad, en las montañas del oeste, donde sus antiguos camaradas todavía plantan cara a la bota de la Legión.
F.I.S.T. Forged in Shadow Torch es un metroidvania de manual. Es decir, un juego en dos dimensiones de scroll lateral con un mapa de niveles interconectados que se va abriendo conforme el protagonista va consiguiendo nuevas habilidades. La exploración es clave. El juego premia a las mentes curiosas con diferentes recompensas jugables que resultan fundamentales en la segunda mitad, cuando la dificultad empieza una escalada inclemente. El principal argumento que tiene el juego, y el que lo distingue de sus congéneres, es la atención que se ha puesto a las mecánicas de combate. Rayton puede encadenar combos intrincados dependiendo de la situación. Cada golpe tiene un peso específico que aporta un feedback sustancioso. En un primer momento, las posibilidades del sistema apabullan y cuesta un tiempo hacerse con el árbol de habilidades y las mejores maneras de neutralizar a los distintos enemigos, pero cuando las piezas encajan, de repente todo se aclara. Cada nivel hace un buen trabajo a la hora de introducir nuevas mecánicas que alteren el ritmo y hay una gran cantidad de diálogos con los personajes que van apareciendo en un intento sincero por dar consistencia a este mundo. A pesar de que podría parecer una Zootopia mucho más turbia y oscura, resultan bastante evidentes los paralelismos con el Shanghái de los años 30, con una Legión que en ocasiones revela simbología indudablemente japonesa. Los tintes nacionalistas están ahí pero no resultan tan zafios o machacones como uno podría temer.
La historia se sigue con interés, pero deja demasiados interrogantes sin responder. El vínculo que une a Rayton con Cicero, el principal antagonista, es la relación más depurada y con más significado de la aventura, sin embargo, cuando se introducen los elementos místicos (la misteriosa Chispa que podría permitir un salto evolutivo) todo queda más desdibujado. Asimismo, las motivaciones de la Legión no se exploran en absoluto. De todas formas, lo que más perjudica a la historia es un trabajo mediocre en la localización. Se perciben claramente los desafíos inherentes a los orígenes chinos de los diálogos. Hay momentos en que los personajes, sin quererlo, pueden caer en situaciones muy forzadas o incluso la autoparodia cuando repiten de manera excesiva según qué palabras. Cada lengua tiene sus ritmos internos y sus estructuras gramaticales pero una buena localización debería ir más allá de una traducción literal del texto. En ocasiones, también se percibe una desconexión entre las diferentes líneas de los personajes, como si fallara el trabajo de dirección de actores, una circunstancia que desluce el, por otra parte, muy competente trabajo de los intérpretes. Las adaptaciones del chino no son habituales en esta industria y esa falta de experiencia se pone de relieve aquí.
Por lo demás, el juego es muy notable. A pesar de que los personajes se mueven en dos dimensiones, el mundo es tridimensional, con una profundidad evidente y unos escenarios cargados de detalles. La extensión también es muy destacable. No es una aventura precisamente corta, aunque en mi caso se vio muy afectada por las cuatro horas que me llevó acabar con el jefe final, de una dificultad demencial que exige un dominio absoluto de las mecánicas, una progresión de habilidades muy avanzada y unos reflejos clarividentes. Es un salto exagerado que desentona con todo lo anterior y que hubiera abandonado si no estuviera ya bregado en situaciones análogas gracias a los juegos de Hidetaka Miyazaki.
En circunstancias normales, este F.I.S.T Forged in Shadow Torch sería el heraldo de una nueva era de juegos chinos que podrían encontrar un hueco en Occidente. Sin embargo, las recientes medidas restrictivas de las autoridades chinas respecto a la industria amenazan con asfixiar la financiación que la incipiente escena autóctona necesita para consolidarse y afrontar proyectos de gran presupuesto y alcance global. Esas tres horas semanales (de 8 a 9 de la noche, viernes, sábados y domingos) para los menores de edad que se anunciaron hace pocos días no son más que otra prueba más del paternalismo entrometido de unos dirigentes comunistas acostumbrados a legislar por capricho y con brocha gorda, sin conocer en profundidad los temas ni las ramificaciones que sus decretos pueden llegar a tener. Aunque es lo que más ha llamado la atención, la nueva ley también ahonda en la censura, entrando a cuestiones como las interpretaciones de la masculinidad permitidas (nada de hombres afeminados) y la obligada prevalencia de los valores nacionalistas. La limitación de horarios a los menores de edad no tiene tanta repercusión como podría parecer, ya que solo afecta a los menores de 18 años y solo a los juegos online, pero es un cambio drástico de la hora y media diaria anterior, y, sobre todo, deja entrever una mentalidad caduca en los líderes del Partido Comunista Chino que puede llevar al traste las millonarias inversiones que gigantes como Tencent y Netease han realizado para exportar obras culturales chinas al escenario mundial. Si en el futuro nos quedamos sin juegos chinos por esto será una pérdida para todo el mundo.