En los casi dos millones de kilómetros cuadrados por los que se extienden los Estados Unidos Mexicanos, la variedad de ecosistemas, de la costa del Atlántico a la del Pacífico, es impresionante. De las playas de arena blanca del Caribe al desierto de Chihuahua, de los cañones húmedos del norte a las frondosas selvas de Chiapas, salpicadas de ciudades mayas preservadas a través de los milenios. El equipo de PlayGround Games, que lleva diez años perfeccionando la fórmula juegos de conducción de mundo abierto con Forza Horizon, una saga que empezó como spin-off de los Forza Motorsport de Tune 10 Studios y que, a estas alturas, prácticamente la ha adelantado en términos de popularidad y recepción crítica. El concepto Horizon es mucho más arcade, más preocupado por la diversión que obsesionado con el realismo y la simulación fidedigna. Es un equilibrio difícil de conseguir, pero en líneas generales, el estudio puede sentirse muy orgulloso. Al fin y al cabo, Forza Horizon 5 es un juego que imagina un mundo con cientos de coches de reconocidas marcas recreados al detalle mientras propone explosivas carreras entre un coche y un avión. Y funciona.
Este México virtual es una adaptación que trata de capturar el espíritu de la tierra para convertirlo en un patio de recreo repleto de actividades. Esos dos millones de kilómetros cuadrados se quedan en tan solo 107, pero muy bien planteados. Hay una serie de referentes icónicos como las casas coloreadas de Guanajuato o las ruinas de ciudades mayas como Teotihuacán, pero no es un trasvase obsesionado con que todo esté en el lugar preciso, manteniendo las mismas coordenadas, sino en ofrecer postales idealizadas de un país sacudido por la guerra contra el narcotráfico y la corrupción estatal. En ese sentido, no sorprende que antes de que aparezca la pantalla de inicio, se interponga un mensaje del Ministerio de Cultura dando permiso al juego para recrear los monumentos que pertenecen a la nación mexicana. La recreación de monumentos históricos y parajes espectaculares en videojuegos se ha demostrado como una herramienta muy eficaz para impulsar el turismo en ciertos países. Cuando Assassin’s Creed era todavía una saga urbana, el proceso de jugar a las diferentes entregas se podía entender como documentación previa a un viaje. Los escenarios de Death Stranding, a pesar de estar ambientado en teoría en unos Estados Unidos del futuro, son la mayor celebración posible de las fuerzas primigenios que moldean Islandia. Persona 5 con Tokio, Days Gone con Oregón, incluso Bloodborne con Praga o Rumanía… Los ejemplos se suceden de manera constante y los gobiernos más avezados saben aprovechar esta exposición para impulsar la imagen de la región.
Lo que separa a Forza Horizon de otros juegos de conducción es su estructura de mundo abierto y una campaña que se desvive por ofrecer una experiencia variada apta para todos los públicos, no solo para los puristas del motor. Conforme vamos superando carreras, encontrando coches por el mundo y completando diferentes actividades vamos también desbloqueando eventos más espectaculares, una veintena repartidos entre las diferentes disciplinas (desde carreras de ultradeportivos a rallies e incluso carreras campo a través en buggies). Muchos de estos eventos están planteados como escenas de acción que no desentonarían en una película de Fast & Furious. Pura adrenalina en carreras en las que intervienen todo tipo de vehículos (aviones, trenes, motos de agua e incluso paracaidistas incluidos) por los parajes más extremos, desde la caldera de un volcán a un río selvático de aguas bravas. Estas secuencias se quedan grabadas en la retina incluso después de haber dejado el juego y claman por ser experimentadas varias veces para poder apreciar cada detalle de la montaña rusa que realmente son.
Forza Horizon 5 es el pináculo de los juegos de conducción. Es cierto que presenta México como un gigantesco parque de atracciones para hacer todo tipo de trastadas con coches que el común de los mortales ni siquiera podríamos soñar con poseer (de un esquivo Koenigsegg Jesko a un elegante Porsche Taycan Turbo S), pero se desprende de él la profunda admiración que el estudio siente por México y sus impresionantes panorámicas, de costa a costa. En Xbox Series X, que es donde lo he podido jugar, luce una factura técnica espectacular, con resolución 4K y una iluminación portentosa que utiliza el sol para sacar todo el colorido de los escenarios. Estando además disponible en Game Pass, no hay excusa que valga para no probarlo. PlayGround Games no ha hecho más que refinar la fórmula lo justo y necesario desde la anterior entrega, pero es difícil elucubrar qué otros caminos podían haber tomado para conseguir una mayor innovación jugable. Quizá esa sea una pregunta que tengan que plantearse en el futuro, pero por ahora, podrían retirar la saga entera con la tranquilidad de saber que han alcanzado el trono.