Un fotograma del videojuego 'Life is Strange: Double Exposure'

Un fotograma del videojuego 'Life is Strange: Double Exposure'

Homo Ludens

'Life is Strange: Double Exposure', misterioso asesinato en el campus

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Life is Strange (2015) supuso la salvación del estudio francés Dontnod Entertainment tras el fracaso estrepitoso de su primera obra, el juego de acción futurista Remember Me (2013). Rescataron la mecánica de rebobinar el tiempo que se utilizaba para analizar escenas de criminalística y construyeron a su alrededor un bildungsroman ambientando en el Pacífico Noroeste con una cierta dosis de tejemanejes sobrenaturales. Pero si consiguió hacerse un hueco fue precisamente por bascular más hacia el drama intimista, centrando toda su atención en sus personajes adolescentes, sus tensiones internas y sus conflictos familiares.

Más adelante, Dontnod produjo una secuela independiente donde narraron la odisea de los hermanos Díaz en la América de Trump, con fuertes ecos a la obra de Steinbeck. Square Enix, propietaria de los derechos de la franquicia, optó luego por darle las riendas a Deck Nine, un estudio afincado en Colorado, que tras Life is Strange: True Colors (2021) ha decidido romper la tradición al volvernos a poner en la piel de la protagonista del original: Max Caulfield. ¿Tienen algo que contar que lo justifique o queda todo en un cínico intento por capturar los éxitos comerciales de antaño?

Han pasado diez años desde la dramática conclusión de Life is Strange, donde Max tuvo que confrontar una agónica decisión: dejar morir a Chloe en los baños del instituto o permitir que la tormenta arrasara la ciudad de Arcadia Bay, aniquilando a su población. Ha pasado todo este tiempo viajando por los Estados Unidos, tomando fotografías e intentando sobrevivir al inconmensurable sentimiento de culpa que la atenaza. Su suerte parece cambiar cuando la presidenta de la prestigiosa universidad de Caledon, en Vermont, le ofrece un puesto como artista residente en el campus.

Rápidamente, establece una profunda amistad con su hija Safi, poeta en ciernes, y Moses, del departamento de astronomía. Una noche, volviendo a casa, Max escucha un disparo y más tarde encuentra el cuerpo sin vida de Safi. Desesperada, intenta usar su poder para volver atrás en el tiempo, pero en su lugar accede a una dimensión paralela donde el asesinato todavía no se ha producido. Con la habilidad para pasar de un mundo a otro a placer, Max se dispone a investigar el crimen para intentar revertirlo, descubriendo una maraña de secretos inconfesables entre el profesorado y los alumnos de Caledon.

Si en algo destaca Life is Strange es por su increíble capacidad para generar atmósferas. Double Exposure va un paso más allá que los anteriores episodios al centrarse por completo en la universidad durante el invierno, con el campus nevado, fuego en las chimeneas y enormes tazas de café humeante. A pesar del escabroso suceso que inaugura la trama, Caledon es un espacio que queremos habitar, de la lujosa biblioteca gótica al bar alternativo The Snapping Turtle y sus cervezas artesanales, sin olvidar la acogedora morada de Max, con sus techos altos y amplios ventanales.

Es una localización ideal, un merecido oasis para nuestra protagonista después de una década de trauma, un nuevo hogar tras años de nomadismo inquieto. Por lo tanto, cuando la violencia irrumpe de nuevo y saca a relucir las miserias de sus principales referentes, el efecto es más devastador si cabe. Entendemos muy bien por qué Max lo arriesga todo para intentar preservar este espacio de paz y, de manera subalterna, también comprendemos lo que otros están dispuestos a ocultar y acallar por la misma razón.

Deck Nine ha realizado en esta ocasión un trabajo encomiable en la construcción de personajes. Aunque las emociones están a flor de piel, no estamos ya ante una historia de adolescentes. Max tiene 28 años y aunque hay varios estudiantes que intervienen en los acontecimientos, el verdadero drama se desarrolla entre el personal de la universidad, que el estudio retrata con una honestidad brutal. De hecho, la acción se centra en el departamento de literatura y en las complejas relaciones de mentorazgo que se establecen allí entre estudiantes y el profesorado.

Un fotograma del videojuego 'Life is Strange: Double Exposure'

Un fotograma del videojuego 'Life is Strange: Double Exposure'

Unos inquietos y con talento pero ufanos e ingenuos; otros, atormentados, tratando de compaginar el ideal docente con ramalazos de envidia inconfesable y sensación de fracaso personal. Es un terreno fértil para el melodrama y el juego no se arredra a la hora de abordar asuntos espinosos como el suicidio, la censura, las perversas dinámicas de poder que pueden surgir en las universidades y, en última instancia, el control como máxima parental que termina por anular a las personas y provocando estallidos de violencia.

Life is Strange: Double Exposure ha tomado el leitmotiv fotográfico para elaborar una magnífica metáfora sobre la dualidad de las experiencias humanas. Todos los conflictos que suceden ante nuestros ojos, a plena luz del día, sin que lleguemos a percatarnos. Al menos hasta que las consecuencias se vuelven demasiado onerosas como para seguir obviándolas por más tiempo.

Un fotograma del videojuego 'Life is Strange: Double Exposure'

Un fotograma del videojuego 'Life is Strange: Double Exposure'

Hannah Telle interpreta a Max con la misma sensibilidad que hace diez años, pero con una nueva dimensión de confianza y seguridad en sí misma, profundizando en uno de los mejores personajes femeninos que nos ha dado el medio en este tiempo y que le acaba de valer la nominación para los Game Awards de este año. Y qué decir de la música, que juega un papel esencial en la construcción de esta atmósferas que lo sostienen todo. Life is Strange es indie rock, y la selección de grupos que permea su banda sonora no podría ser más acertada.

Volvernos a poner en la piel de Max era una opción arriesgada, pero Deck Nine ha cumplido con honores, justificando ampliamente la decisión. La trama contiene al menos un par de revelaciones tremendamente efectistas y cuando parece que las cosas van a volver a desarrollarse de la misma forma que en el pasado, el estudio sabe salirse por la tangente y abrir un mundo completamente nuevo de posibilidades. Aunque los diálogos suelen correr el peligro de caer en ciertos excesos horteras, al final todo contribuye a crear esa confluencia de intimidad, sinceridad y vulnerabilidad que hace que sus personajes se perciban como seres de carne y hueso que van mucho más allá de las necesidades de una trama de misterio.