Esta semana los simios musicoadictos de la columna de aire se proponían investigar cómo las listas sobre los mejores discos, canciones, portadas, videoclips musicales que tanto proliferan en esta época del año en realidad forman parte de una corriente mucho más grande y omnipresente que funciona en un tiempo continuo y de qué manera son esenciales para entender el funcionamiento de la música pop. Pero anoche tuve un insólito sueño que no me resisto a transcribir como puedo. Es lo que sigue:
Debía de ser diciembre o principios de enero. Lo pensé porque hacía bastante frío y porque había adornos propios de Navidad colgando e iluminando por todas partes, sólo que junto a los habituales símbolos de estrellas-cometa de Oriente y de estrellas-cristal de nieve, se intercalaban números y signos algebraicos de + y -, así como flechas verticales parpadeantes de color verde con su cabeza apuntando hacia arriba o rojo con su cabeza triangular apuntando hacia abajo. Pero una de las cosas que primero me llamó la atención incluso dentro del sueño fue que ya nadie llamaba Navidad o Año Nuevo o algo conocido a ese período sino que se referían a ello como “Listas a limpio”. Me extrañó aquello y en cambio no que yo fuera una chica y caminara con algunas de las músicas de Pussy Riot después de haber sido liberadas por un montón de filósofos borrachos tras un ataque al aeropuerto donde estaban recluidas. Recuerdo que ellas aún llevaban sus pasamontañas puestos y yo también, aunque era perfectamente consciente de no ser una parte del grupo ni haber estado en prisión. Recuerdo también que me pregunté si no sería yo la subcomandante Marcos porque estaba claro que la subcomandante era una mujer anónima. Mi cometido era ayudarlas a despegar sus nombres escritos en una tinta muy negra de una pequeña pizarra donde estaba cincelada la palabra RESISTENCIA, era muy pesada pero cada poco se volvía invisible, secreta.
El caso es que caminábamos por el centro de una gran avenida como esas que hay en Moscú y, fíjate, a ambos lados, en los bordes de las aceras grandes como calles, se habían colocado copias bastante creíbles de antiguos obeliscos y estelas asirios, mesopotámicos y egipcios. Tenían inscritos un montón de caracteres raros donde de alguna manera parece que todo el mundo era consciente de que se enumeraban de forma vertical leyes, patrones morales, etimologías antiguas y cosas así. Tal mobiliario urbano le daba sentido al hecho de que muchas de las fachadas de los edificios estuvieran cubiertas, a una altura y con tal tamaño que permitía ser leído por cualquiera desde el suelo, por pantallas luminosas donde lo que me parecieron datos, palabras que conocía pero no lograba comprender, cambiaban constantemente de lugar, casi como un sistema de información bursátil acelerado. Cuando pregunté a las chicas de Pussy Riot por un instante se asombraron pero entendieron muy deprisa que no conocía las normas en vigor. Ellas me explicaron que el Líder había decidido seguir algo que escribió o dijo Andy Warhol y que consistía en explotar la potencial publicidad de hacer en directo por televisión e Internet todas aquellas acciones que el pueblo votara en una lista definitiva. Si no lo entendí mal, aquellas fluctuaciones rapidísimas de píxeles con diferentes valores eran debidas a los cambios de la posición que ocupaban las acciones por orden de votos. Recuerdo haber pensado que el Líder podía estar tranquilo porque nunca nos pondríamos de acuerdo en lo que le obligaríamos a hacer y que estaba claro que prometer tal cosa al pueblo no era más que una distracción, una cortina de humo.
"Quiero un perro que me recoja y me limpie el baño, que devuelva mis cigarrillos de tabaco a mis animales y luego dé comisión a mis pájaros. Busco a alguien que venda a mi perro, recoja mi corte de pelo, compre mi animal y me enderece el pájaro. Busco un sitio para bañar a mi pájaro, comprar mi perro, recoger mi corte de pelo, venderme cigarrillos y dar una comisión a mi baño. Busco un sitio que recoja mi comisión, venda mi perro, queme mi pájaro y me venda al Cigarro. Voy a pajarear mi compra, recoger mi voluntad y bañar mi comisión. Busco un sitio que animalice mi alma, teja mi vuelta, bañe mi pie y recoja mi perro. Comisión por vender mis animales, al pájaro por recortar y comprar mi baño y hacerme volver a los cigarrillos".
A todo esto una especie de sacerdote católico pero con algo en su vestimenta que lo confundía con un rabino, nos pasaba lentamente por la derecha y como si fuera un vendedor de drogas esquinero nos ofrecía en voz baja diferentes pedazos de papel. Prueba, prueba, me decía sonriendo, y yo tomé con las dos manos un pequeño rollo de pergamino que parecía una Torá en miniatura y al desenrollarlo aparecieron genealogías de Adán a Noé y todo eso, listas de progenitores y descendientes y años que habían vivido. Se la devolví, extrañada y a regañadientes él me dio otro papel donde se enumeraban reyes y reinas europeos, de matrimonios, de batallas, de tratados, de ríos, de montañas. Las Pussy Riot dijeron “nooooo” y empezaron a moverse así que le devolví aquello también.
Las alcancé y seguimos caminando hasta que entramos en una zona especialmente iluminada. Una de las chicas se volvió y me dijo, ahora va a ser necesario que tengas tu lista a mano, si no lo quieres pasar mal. Estaba a punto de contestar lanzándole todas las preguntas que se me ocurrían cuando vimos cómo un policía se acercaba a nosotras gritando “ a ver, vosotras, documentación” y el grupo se dispersó. Yo salí corriendo, naturalmente y cuando me detuve estaba sola. Fue entonces, al quitarme el pasamontañas para no ser reconocida cuando fui consciente de que alrededor sonaban incesantemente miles de melodías, de sonidos y ritmos musicales distintos contrapuestos, que formaban bucles, remolinos, espirales y hasta parecían solidificarse en el aire, de tal densificación de las ondas. La música parecía salir literalmente de todas partes y las frecuencias que producían los millones de impulsos musicales formaban una especie de capa de mantequilla invisible pero táctil sobre la piel, la ropa, el pavimento y todo lo demás. Aquello me estaba volviendo loca y no tardé en comprender que acabaría ahogándome. Supongo que mi instinto de supervivencia me indicó de alguna forma que era a eso a lo que se refería la Pussy Riot con lo de que iba a necesitar una lista.
Vagué durante varios minutos mientras el resplandor y movimiento de las pantallas de las fachadas se volvía cada vez más histérico y mi terror se acrecentaba sumergido en la viscosidad de aquel collage sonoro imposible, aquel Himalaya de producción musical, aquel etcétera en el que a pesar de todo, los detalles eran comprensibles. Imagina abrir a la vez, digamos 10000 canales de videoclips en Youtube al mismo tiempo, y podrás hacerte una idea remota de cómo era el sonido en mi pesadilla, pero no comprenderás la extrañeza física, la sedimentación de todos aquellas selecciones de hercios que me rodeaban e invadían me tapara como me tapara los oídos. Abrí los ojos todo lo que pude buscando cobijo en la tormenta y me fijé en una clase de establecimiento que me pareció haber visto ya en muchas ocasiones durante todo aquel loco recorrido. Tenía un letrero luminoso que parecido a la cruz de las farmacias sólo que bajo el símbolo + en verde tenía un – en rojo. En el frontal podían leerse las iniciales RYM. Al entrar, encontré un largo pasillo con máquinas expendedoras donde podía leerse “Oráculo de Consulta Automática”. Comprendí en seguida que aquellos aparatos proporcionaban listas. En ambos laterales había el dibujo de una mano. Puse mis dos manos sobre su hendidura y por sendas ranuras la máquina sacó dos papeles.
En una ponía:
The Wire's Records That Set The World On Fire (While no one was listening) (incomplete)
Empecé a notar como el estruendo, el escalofrío y la nausea iba disolviéndose y entonces me desperté.