Antes de realizar su biopic de Marilyn Monroe, Blonde, el australiano Andrew Dominik volvió a juntarse con Nick Cave para realizar un segundo film con el músico. Con This Much I Know to be True, que ahora puede verse en la plataforma Mubi, el músico y el cineasta vuelven a unirse artísticamente para crear un dispositivo que trasciende una vez más el mero documental musical o la película-concierto, aunque se alimente de ambos registros. Visualmente fascinante, con una puesta en escena de los temas interpretados en directo, en amplios espacios iluminados de forma muy expresiva, la colaboración no es solo a dos, sino a tres, dado que el tándem musical que forma Nick Cave con Warren Ellis es el corazón de la película.
Algunos de los mejores momentos del film revelan la naturaleza orgánica del trabajo colaborativo de Cave y Ellis, sus procesos de "integración" y de "búsqueda" cuando trabajan las canciones, que tiene más que ver con un proceso de destilado y vaciado que de ir sumando elementos. Más que ninguna otra película de Nick Cave, incluso 20.000 días en la Tierra (2014), que él mismo escribió, This Much I Know to be True clarifica las dinámicas de creación de Cave & Ellis en modos absolutamente reveladores, y muestra claramente la importancia esencial del último en la forma final que toman las nuevas canciones del músico británico.
Desde la trágica muerte de su hijo en 2015, la música de Cave ha encontrado un nuevo registro. Sus letras, la gravedad y belleza de las canciones, que se construyen a partir de una cadencia casi mántrica, parecen lidiar con nociones alrededor de la existencia en sentidos y formas muy infrecuentes en músicos pop. Sus discos más recientes con su banda The Bad Seeds (la obra maestra Ghosteen) y en solitario con Ellis (Carnage) nacieron de hecho en esta película, que se rodó en Londres y en Brighton.
El director australiano, que siempre ha contado con Cave para las bandas sonoras de sus filmes (en El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford incluso tenía una aparición como trovador), despliega una vía circular para su cámara en el salón de ensayos, que tiene una luz suave procedente del techo añadiendo una naturaleza casi sagrada al espacio y la música que se crea en él. El fotógrafo Robbie Ryan mueve la cámara alrededor de Cave y los músicos de tal manera que siempre parece estar en compenetración con ellos, con sus tonos y sus interpretaciones. En este sentido, el film está dirigido con verdadera maestría, como un ejemplo de lo que ocurre cuando la imagen y el sonido entran en absoluta sincronía emocional y dos artistas trabajan al unísono en intenciones creativas.
Entre tema y tema, y alguna colaboración extra como la que filma con Marianne Faithfull, retratada en el crepúsculo de su carrera, Nick Cave habla de su trabajo con The Red Hand Files, y encuentra el conducto para comunicarse con sus seguidores, no solo hablando de su trabajo, pero también de su duelo y del sentido de la vida. Incluso, entre la broma y la ironía, cuenta la historia del demonio en 18 figurines que él mismo ha esculpido en barro.
Sostiene el músico que este proyecto le ha hecho mejor persona y que cree que eso debe reflejarse en su trabajo. En referencia al misterioso título del film, tenemos la sensación de que Cave sigue buscando en su arte una suerte de verdad, para lo cual se sumerge en rincones de profundo alcance emocional, en los que solo él puede entrar para compartirlo con nosotros. Y esa es claramente la búsqueda del film, tanto de Cave y Ellis como de Dominik, es decir, la búsqueda de una verdad emocional.
Resistencia femenina
En esa misma pesquisa se embarcó la argentina Lucrecia Martel en el rodaje, durante la cuarentena de 2020, del mediometraje musical Terminal Norte (2021), en el que dota de un magnífico tratamiento visual y sonoro el registro de las interpretaciones de varias mujeres músicas argentinas. El germen de la película, también en Mubi, fue el concierto cancelado de la cantante Julieta Laso, que le dio la idea a Martel de regresar a su hogar en la provincia de Salta para filmar a Julieta y una peña de músicas con distintos estilos.
El carisma magnético de Laso conduce y articula al resto de intérpretes y compositoras, como la pianista Noelia Sinkunas, la cantante Mariana Carrizo, la coplera trans Lorena Carpancha, la trapera B Yami o el dúo feminista Whisky, integrado por Maka Fuentes y Mar Pérez) y el guitarrista Bubu Ríos (entre otros).
Martel ha caracterizado su cine por un empleo del sonido lleno de densidad atmosférica y de intención narrativa, con una autonomía propia respectó a las imágenes. Filma a cada intérprete de un modo distinto, en entornos naturales, alrededor de un fuego por la noche o en la selva por el día, entonando coplas, milongas y diferentes formas musicales.
En ocasiones superpone distintos temas y la música se intercala con breves reflexiones y testimonios, creando un discurso de sororidad y de resistencia femenina en tierras argentinas de patriarcados arcaicos. Solo por la fuerza interpretativa, la voz y el carisma de Julieta Laso, Terminal Norte representa un valioso y conmovedor testimonio de la música argentina contemporánea, llevado a la pantalla con extrema sensibilidad.