Ars subtilior, el arte más sutil, no en sentido superlativo ("el más sutil de todos"), sino en el comparativo ("más sutil que otro, que el de antes"). Ars subtilior, el último rizo de la música medieval, después de la polifonía primordial de Vitry y Machaut, y antes de la alborada renacentista de los francoflamencos.
Año mil trescientos y mucho. Subtilior, un estilo profano, refinado, intelectualizado, difícil de cantar y de oír. Ritmos complicados, melodías no evidentes, flujo armónico incierto. Aquí podéis oír algún ejemplo cantado por el gran Marcel Perez y su ensemble Organum.
El castellano no se maneja bien con los adjetivos comparativos. Para sutil, tenemos el superlativo absoluto, "sutilísimo", pero no el relativo, que sí tienen otros idiomas, como el latín o el inglés (subtilior, subtler). A nosotros nos toca componerlo echando mano del adverbio "más": "más sutil". Pero está bien, porque así distinguimos. Del "arte más sutil", a mí lo que me fascina es parte "más". Sutil, sí, bueno, pero sobre todo, más. ¿Más qué?: da igual, sutil o no, se busca lo más por lo más, lo que está más allá, plus ultra, hay que ir más allá de lo de ahora, ¿en qué dirección?, no sé, no importa, hay que subirse al vector del tiempo y no bajarse, y avanzar, aunque nadie sepa adónde apunta la punta de la flecha.
Estoy hablando del siglo XIV, pero quién lo diría: todo esto es puro XX, pura vanguardia. Jugar a aumentar el oído, desplegarlo, multiplicarlo, hacerlo florecer, desvirgarlo, forzarle la membrana, desbordarlo y, si no se deja, arrollarlo, desorientarlo, estirarlo y estirajarlo, hasta romperlo, a veces, ya se recompondrá él solito. Una galopada futurista, elitista, enloquecida, admirable, violenta, maravillosa, imposible. En el XIV, los subtilior galopaban huyendo de la peste negra; en el XX, los modernos, huyendo de pestes aún más negras. Pero esta carrera alucinante nunca dura mucho. Unas pocas décadas, todo lo más. Luego, qué queréis, se posa la cosa. La galopada dura lo que dura, ¡y no añadáis la tercera dura, que no viene a cuento! Después de los subtilior (Ciciona, Perugia, Solage y los demás) vinieron en seguida Dufay y los borgoñones, y Lasso, y el gran Victoria, a gestionar emociones antes que a explorar combinaciones. Y después de los modernos (Boulez, Stockhausen, Berio y los demás) vinieron, no tan en seguida, los que han venido y están viniendo, los que componen ahora, mirando casi todos de reconquistar emociones después de haber gestionado tanta combinación.
Uno de ellos, uno de los más sutiles, Jesús Torres, acaba de interesarse por los subtilior, sus colegas de hace setecientos años. Ha transcrito la música de Ciciona, Perugia y Dufay para cuarteto de saxofones. Tiene, además, una composición original para ese cuarteto, Tenebrae, que dialoga con un motete de Victoria. Una obra fascinante. Saxofones, sí, señor, los del "vibrato caprino", como dice Agustín González Acilu. Fui a ver todo esto el sábado pasado a Pelayos de la Presa, al monasterio aquel que compró el arquitecto Mariano García Benito respondiendo a un anuncio por palabras: «vendo ruinas, magnífico monasterio». Parecía un happening de ZAJ, pero no, era verdad. Lo limpió y lo restauró y ahora acoge conciertos en uno de los patios. Fue una cosa muy de ver, como diría Maese Pedro: el timbre del saxo, que quieras o no suena a ochocientos y a novecientos, puesto esta vez al servicio del trescientos. Grave riesgo de naufragio, pero no, porque todo está hecho con megamusicalidad. El tal cuarteto era el Sigma Project, que lidera Andrés Gomis, y no hay más que hablar: talento, virtuosismo, sentido de estilo, ganas de hacer las cosas bien. Los Sigma visten de algodón blanco, como la familia Stockhausen. Don Karlheinz solía añadir algún toque naranja, tipo hare krishna, pero los Sigma, no. Mejor. No se puede dejar de oírlos. Van sacar pronto un disco con las Tinieblas de Torres/Victoria. Estaremos atentos.
Más sutil
31 julio, 2013
12:39