Estuve en el Monasterio de Las Huelgas la semana pasada, oyendo polifonía primitiva en la impresionante basílica que, 800 años después, siguen presidiendo como si tal cosa, ocupando con sus sepulcros geminados buena parte de la nave central, los dos fundadores, Alfonso VIII de Castilla y Leonor de Inglaterra. No sé si me gusta la palabra "primitiva", con su aire a Atapuerca (que está al ladito de Las Huelgas, por cierto), a cromañón y a bifaz de sílex. Llamamos polifonía primitiva a las primeras exploraciones de música a varias voces en Occidente, o al menos, las primeras de las que tenemos noticia escrita. Cuesta pensar que los primeros mil años de cristiandad, y el milenio griego anterior, y los egipcios y los sumerios y... hayan sido civilizaciones monódicas, imperios a una sola voz. Siempre me acuerdo de la gracia con que Paul Stookey, el barítono de Peter, Paul and Mary (ya sabéis, el trío folkero de los sesenta y setenta, los de Puff the Magic Dragon), contaba la impresión que le causó la primera vez que oyó a sus padres "harmonize", cantar a dos voces. Fue en el coche familiar y el niño Paul se quedó pasmado. Primero le dio un ataque de risa y luego, en cuanto se le pasaron el pasmo y el espasmo, supo en su infantil sabiduría que su vida acababa de cobrar un sentido nuevo y pleno: había de dedicar el resto de sus días a practicar aquello que sonaba tan divertido.
Los hijos de Las Huelgas
2 octubre, 2013
09:00