[caption id="attachment_141" width="150"] Edgard Varèse[/caption]
Estuve en un bonito concierto de percusión y electrónica y me vino a la mente en seguida Edgard Varèse, el parisinoamericano que inventó las dos. ¿Por qué no se toca casi nunca a Varèse? ¿Por qué no oímos habitualmente sus Amèriques, Offrandes, Hyperprism, Intégrales, Arcana, Ecuatorial, Déserts...? Algo más se programa Octandre, de formato más práctico, y los flautistas tocan a veces Density 21.5, pero las obras grandes, no hay manera. No sé en qué estarán pensando las orquestas. Varèse no llegó muy lejos en el terreno de la electrónica, porque el desarrollo técnico le pilló mayor, pero en su oído interno de compositor, él llevaba décadas imaginando la música de los electrones. Toda su obra se puede entender como una especie de electrónica instrumental, unplugged, electroacústica sin hilos, siempre que no contemos como hilos eléctricos —¡que lo eran!—los axones de las neuronas de don Edgard. En la percusión sí que fue pionero. Plantó en 1933, en el Carnegie Hall de Nueva York, la increíble Ionización, para trece percutas. Treinta años después, los Percusionistas de Estrasburgo hicieron historia, y dieron nueva vida a la obra, con su versión para 6, en la que juraban no dejar de dar ni una sola de las notas escritas.
Varèse, casi él solito, creó el oído nuevo, el oído total, capaz de dar tanta importancia a los colores y las texturas como a las melodías y a las armonías, capaz de oír la música en superficies y manchas sonoras, además de en cantos y acompañamientos.
Disfruté mucho oyendo con oído Varèse el concierto de Neopercusión, el conjunto creado por Juanjo Guillem (gran percuta, que ha estado ya en estas electropáginas y estará más veces, seguro). Los del Teatro Galileo han tenido el buen sentido de hacer a Neopercusión conjunto residente: chollo para los vecinos de Chamberí, que se encuentran, una vez al mes, con conciertos donde asombrarse y afilarse las orejas.
[caption id="attachment_142" width="450"] Jesús Navarro[/caption]
En el primero de ellos, oímos Ictus, para percusión y electrónica (o mejor, para electrónica y percusión) de Jesús Navarro (Santander, 1980), un compositor que trae ideas nuevas y oye de manera peculiar. En esta obra de hace cuatro años, igual que en la reciente S.O.S., que estrenó la Orquesta de la Comunidad de Madrid, la música suena densa y apretada, pero recorrida de puntos de luz que la aligeran y la convierten en instrumento de seducción. ElCultural.es fue testigo en su día de la primera aparición pública importante de Jesús Navarro. Hay que seguir a este autor, porque se le ve a punto de dar con algo gordo.
[caption id="attachment_143" width="450"] Juanjo Guillem[/caption]
Me impresionó la enorme tensión de Ru Tchou, de Michael Finnissy, una obra para resonancias imaginarias, o imposibles, que después de resonar un rato en la sala, se desdoblan en un plano imaginario, en un silencio preñado de potencias que mantiene al público en vilo muchos segundos después. Juanjo Guillem, en composición propia, recitó luego sin palabras, usando solo las manos y dos panderos, la Canción desesperada de Neruda. Como dicen los futboleros: ¡Grande, Guillem!