[caption id="attachment_264" width="150"] Pete Seeger[/caption]

Acaba de morir Pete Seeger, el patriarca del folk, el virtuoso del banjo, el último rojo. Su figura se me aparece ligada a la transición política española, la época aquella desde la designación de Carrero Blanco como presidente del Gobierno, en 1973, hasta la entrada de Dolores Ibarruri en Las Cortes con acta de diputada, en 1977. ¡Qué cuatro años! España era portada de la revista TIME cada dos semanas. La viví apasionadamente, en directo, como adolescente y la reviví después, como tantos de nosotros, una y otra vez. Uno de las imágenes que no se me borra la vi en el documental en 13 episodios de Victoria Prego. Sentado en el suelo, a la puerta de su casa, con sus dos metros de piernas arrebujadas en torno al banjo, salía Pete Seeger cantando en español. "Los cuatro generales, mamita mía, que se han alzado, para la Nochebuena, mamita mía, serán ahorcados". Siguiente estrofa: "Mádrid, qué bien resistes, mamita mía, los bombardeos". Canción de guerra, de cuando No pasarán. Creo que era la contribución del viejo Seeger a la protesta internacional contra los últimos cinco fusilamientos de Franco. Yo, como todos, había oído mucha música de Pete Seeger, cantada por él y por otros: Bob Dylan, Joan Baez, Peter, Paul and Mary... pero esa escena del documental me chocó muchísimo. Era la primera vez que le veía en carne mortal y en TVE. Había sido miembro del partido comunista americano y su imagen, sencillamente, no salía. Me chocó también la simplificación, propia, aprendí luego, de las canciones de guerra: varios siglos de lucha a garrotazos, de viva la pepa y vivan las “caenas”, reducidos a un problema de cuatro militares y una horca. Y me chocó, sobre todo, la violencia del desplazamiento tónico, mádrid, con acento en la a, que me ofendía el oído. El verso venía rebotado, imagino, del Cádiz liberal, que sí tenía el acento en su sitio.

A Seeger ya le había oído antes cantar en español. Había en casa un disco en el que cantaba Guantanamera, con un largo prólogo en que ensalzaba a José Martí y a Teddy Roosevelt. If I Had a Hammer, Where Have All the Flowers Gone, todos recordamos aquellas canciones. Pero a mí me impresionaban las más directamente políticas, mitineras y asamblearias: Last Train to Nuremberg, que enviaba al cadalso a los genocidas de Vietnam, a Nixon, a los congresistas y a los votantes, me and you, o Which Side Are You On, que te conminaba a ponerte a un lado u otro de la barricada. Bueno, en realidad, solo podías ponerte a uno de los lados. Me impresionaba también el banjo de cinco cuerdas, afinado con duplicidad de tónica y dominante, lo que da lugar a una fantástica lluvia de notas repetidas, que se vuelve torrencial en el bluegrass, aunque éste hay que tocarlo con sombrero Stetson y no con gorrilla sindical. La misma afinación y un efecto hipnótico parecido, pero en la otra esquina de la galaxia musical, le sirve a Jordi Savall para seducir al oyente cuando interpreta en la viola música medieval. La misma sonoridad chata del banjo, que no es más que una pandereta con cuerdas y mástil, le sirve a Kurt Weill, en aún otra esquina de la galaxia, para construir su universo de cabaret.

[caption id="attachment_265" width="450"] Pete Seeger y Woodie Guthrie[/caption]

Adiós a Pete Seeger y a aquella América suya y de su amigo Woodi Guthrie, This Land is Your Land, desde las secuoyas del norte a las aguas cálidas de la Corriente del Golfo, un país que ya no existe y que vivía en permanente y fascinante contradicción.