El CNDM es el Centro Nacional de Difusión Musical. No se sabe qué nombre es más feo, si el concentrado, con sus seis sílabas cacofónicas, o el desplegado, con su cantarina rima interna. Es heredero del CDMC, el Centro para la Difusión de la Música Contemporánea (otro que tal baila), y aglutina el Auditorio Nacional de Música, el Festival de Alicante, el de Músicas Históricas de León y otras hierbas.

[caption id="attachment_405" width="560"] Antonio Moral, director del Centro Nacional de Difusión Musical.[/caption]

El CNDM nació feo de nombre y disperso de contenidos, pero en muy poquito tiempo, su director, Antonio Moral, lo ha convertido en el buque insignia de la cultura musical española. A la temporada 2014-2015, que se presentó el otro día, se le ve por todas partes el sello Moral: es avasalladora en número de conciertos, diversidad de géneros, alcance geográfico, recuperación de patrimonio, creación de obras nuevas y, sobre todo, en calidad media, brillo de los picos y ausencia de morralla. El “folleto” que lo reúne todo es un tocho de 336 páginas donde hay de todo y cada cual echará de menos, o de más, esto o aquello. 

No voy a entrar en eso ahora. Lo destacable me parece el sentido conjunto de la propuesta. Desde el Ministerio de Cultura se ofrece un paquete de doscientos conciertos de gran calidad, que se celebran en veintitantas ciudades y se realizan mediante una red de coproducciones en la que participan muchas docenas de instituciones de toda naturaleza y de todo el país. Durante el acto de presentación me vino a la mente el discurso que le oí hace mil años al Ministro de Cultura de entonces, Jordi Solé Tura, primero PSUC, luego PSOE, ponente de la Constitución, mente de altura. Era el día en que nació el ICCMU, el Instituto Complutense de Ciencias Musicales que trajeron al mundo el Ministerio, la Complutense y la SGAE. No lo olvidaré: ocupaban la mesa el Ministro Solé, el Rector Villapalos, el director del Instituto, Emilio Casares, y no sé si Teddy Bautista. El Ministro se elevó por encima de lo que se presentaba y centró sus palabras en preguntarse si tiene sentido la expresión “cultura española”. Se lo preguntó, pero en los muchos minutos de su intervención no alcanzó a darse respuesta. Me pareció que era una disquisición interesante, digna de ocupar cualquier boca... menos la del Ministro de Cultura del Gobierno de España, que debió haber llegado a ese puesto con la cuestión resuelta o bien haber renunciado a él. El tocho CNDM 2014-15, más que como una temporada de conciertos, yo lo veo como una contestación práctica, contundente y afirmativa a aquella pregunta.