Pese a ser pequeña y quedar a trasmano —ahora, con el AVE, algo menos—, o quizá precisamente por ello, Cuenca es una ciudad de vida cultural muy rica. Desde hace más de medio siglo es la capital española de la pintura abstracta y de la música religiosa. Es también la cuna de nuestra música electroacústica, con su pionero Gabinete de Música Electrónica, que ha tenido de residentes a algunos de nuestros mejores compositores. Cuenca es el reino de Mombiedro, mommmm-biedro, un nombre fantástico en dos etapas: la primera resonante, mántrica, en su cosquilleo bilabial que infla la boca en oquedad cerrada y pone a vibrar el cráneo entero; la segunda, pétrea, suena a romance antiguo reverberado en otro tipo de oquedad, como de piedra románica. El nombre completo es Pedro Mombiedro. Pocos podrán presumir como él de nombre y apellido en rima consonante de cuatro letras, casi en pareado: «don Pedro / Mombiedro». Carambolas fonéticas aparte, Pedro Mombiedro es, todo él, una fuerza viva, en el sentido mejor y más moderno del término. Tiene farmacia en Cuenca, o sea, tiene tiempo y un buen pasar. Pero, sobre todo, tiene la doble pasión del saber y del hacer, que rara vez caminan juntas. Es cronista cultural muy bien informado, al tanto de lo que se cuece internacionalmente en todas las artes. Publicaba columnas cuando Cuenca tenía diario de papel. Ahora que ya no, escribe en vocesdecuenca.es. Ha publicado, entre otros libros, una estupenda historia de la Semana de Música Religiosa de Cuenca y dirigió el Teatro Auditorio durante varios años. En esa etapa, llevó allí de todo, música y teatro, y casi todo muy bueno, hasta que un vaivén político lo descabalgó.
[caption id="attachment_415" width="560"] Pedro Mombiedro[/caption]
Pedro Mombiedro trae ahora a la Feria del Libro su última obra, En clave de RED, una mirada apasionada y distinta a la música del siglo XX. Apasionada porque se nota a la legua que el impulso que la mueve no es académico, sino personal. Lo que Mombiedro reúne aquí no es una sucesión ordenada de acontecimientos musicales, sino una asamblea de relámpagos procedentes de ese siglo-nube, según han ido deslumbrando la retina, de su autor. Sorprendente porque, aunque dirigida sobre el XX, es una mirada muy XXI. Una mirada en red. El libro empieza con un atlas mental, un mind-map que reúne nombres, letras, conceptos y lugares, conectados entre sí por flechas y ordenados por colores. Desde el principio nos anuncia Mombiedro que su relato no es lineal. Sigue, de primeras, un orden alfabético sui generis, desde la A de Alma Rosé Mahler, archibella, archimusa de los artistas vieneses, a la Z de Pepito Zamora, figurinista de los Ballets Rusos de Diaguílev. Pero ese orden se subvierte en seguida con una estructura itinerario, tipo Rayuela, en el que cada capítulo puede ir seguido del siguiente, o no. El diseño gráfico es de Miguel López. Un bonito rojinegro, algo asaurado, muy Cuenca.