[caption id="attachment_429" width="150"] Steve Reich[/caption] Todavía nos quedan restos de la resaca de la celebración de Steve Reich, el último compositor Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA, que recogió él mismo la semana pasada. En mi post anterior decía que se tocaron en el Teatro Real dos obras suyas emblemáticas: Music for mallet instruments, voices and organ y Different trains, ejemplos de dos formas de música que Reich ha creado y perfeccionado: por una parte, el “op-art” de oír y no de ver, como semperes acústicos, esquemas rítmicos repetidos hasta el infinito que se van desfasando poco a poco y, por lo tanto, son siempre distintos; y, por otra, la música que subraya las palabras habladas y, al subrayarlas, las dinamita. Quiero dedicar unas pocas líneas a esta última forma, que me parece aún más fascinante. Para hacerse una idea de como suena esta música, lo mejor es imaginar cómo se compone. Se toma una frase dicha por alguien. Mejor dicho, se graba. Se fija uno en los caracteres estrictamente musicales de las palabras (ritmo, altura, intensidad...) y se toma al dictado, como hacen los niños en el conservatorio cuando el profesor toca unas notas en el piano y ellos anotan lo que oyen, decidiendo si es un do o un re y si son corcheas o semicorcheas. Se tiene entonces una melodía que sigue las inflexiones musicales de la frase. Lo que hace Reich entonces, es instrumentar esa melodía, asignarla a un instrumento u otro (en Different trains es un cuarteto de cuerda) y hacer oír esa instrumentación a la vez que la frase hablada. El resultado es que las palabras suenan, literalmente, subrayadas, lo que les amplía infinitamente el contexto tanto en el sentido musical como en el semántico, el afectivo y todos los demás. Pero, pensaréis, la gente no habla en notas definidas ni en ritmos simples: ¿cómo se puede tomar entonces al dictado musical una frase hablada ? Yo veo dos maneras. Una, la que practicaba Olivier Messiaen cuando se iba al bosque al amanecer a anotar con lápiz y libreta el canto de los pájaros, según sus especies, porque los pájaros tampoco cantan en notas claras ni en ritmos simples. El gran Messiaen actuaba por aproximación: ajustaba lo que oía a la siguiente nota de la escala temperada y a la siguinte corchea. Otra manera, la de Reich: él no ajusta, sino trocea. Aísla en la grabación aquel trozo de frase hablada, dos o tres sílabas, que sí suena ajustado a la trama de notas y figuras de nuestra música. A continuación repite o yuxtapone estos fragmentos hasta que cobren sentido. [caption id="attachment_425" width="450"] Instalación The Cave de Steve Reich en el Museo Reina Sofía[/caption] Pido perdón por haber bajado a las mazmorras de la técnica musical. Si no se entiende bien da igual. Aquí tenéis un ejemplo fantástico de la aplicación de esta técnica. The Cave es una instalación que hicieron Steve Reich y la videoartista Beryl Korot en 1993. Yo la vi entonces en el Museo Reina Sofía y aún me dura la impresión. Las frases están grabadas a judíos, musulmanes y cristianos de Israel y Palestina, y hablan de matanzas y convivencias. El efecto es muy grande, porque esas técnicas de que hemos hablado, que son esencialmente minimal, y por lo tanto, distantes, chocan con la inmediatez de los horrores que se cuentan. La palabra y su subrayado se hacen estallar mutuamente. Arriba tenéis una foto de aquello en el Reina y aquí os pongo un youtube con una versión del Ensemble Modern de esta obra.
Subrayar, estallar
26 junio, 2014
13:09