Rejoice!, rejoice!, ¡regocíjate!, dos o tres veces, y al final de todo, en las dos últimas corcheas, el remate de la frase: greatly!, ¡mucho! Quién no recuerda esta estupenda aria del Mesías. Y nada más enunciar esas palabras, Händel, como haciéndose caso a sí mismo, se lo pasa en grande montando en una montaña rusa de semicorcheas a la pobre soprano. ¡Ya le vale, don Georg Friedrich!, parece que se la oye quejarse, ¡que no soy una flauta! A mí siempre me pareció chocante y divertido el adverbio “greatly” en ese contexto. ¡Alégrate, alégrate, alégrate... mucho! No estoy seguro de por qué, pero me hace gracia.

[caption id="attachment_466" width="560"] Ángel Luis Castaño, Laia Falcón, David del Puerto[/caption]

“Rejoice!” es el nombre que David del Puerto (Madrid, 1964), compositor de deslumbrante talento, le ha dado a la segunda parte de su carrera y de su vida. Después de un par de decenios ganando los principales premios de composición y ejerciendo de vanguardista de reglamento, le ha dado la vuelta como a un guante a su música, ha desempolvado su técnica de guitarrista y ha creado el grupo Rejoice! con el que, por encima de todo, lo que hace es... regocijarse. Mucho. Y a su manera: dando salida sin trabas y sin patrones estéticos a la música que lleva dentro (entiéndase aquí “patrón” en todas sus acepciones). El viraje de David del Puerto hacia la alegría no fue repentino. Durante unos años, su música se fue clarificando y pacificando hasta desconcertar a sus colegas. Recuerdo a uno, todo alarmado: «¿Has visto lo que está escribiendo ahora David?» Y yo: «Sí, me recuerda a Messiaen. Otras veces a Haydn, por la claridad». Y otro, después de un estreno: «¿Qué le pasa a David?», como temiendo que le hubiera picado la mosca tse-tsé. En realidad, lo que David hacía y sigue haciendo es darse al placer descarado de imaginar la música, oírla, compartirla y, ahora también, tocarla, algo a lo que la mayoría de los compositores han renunciado.

[caption id="attachment_467" width="560"] Rejoice! en concierto. Atentos al despliegue de pedales[/caption]

La base de Rejoice! es el dúo de David del Puerto, guitarra eléctrica, y Ángel Luis Castaño, acordeón. Casi siempre la voz de una soprano —puede ser Carmen Gurriarán, Laia Falcón o Mayca Teba— convierte el dúo en trío. Que, en realidad, es un cuarteto, si le añadimos lo que el gran Rudy Armstrong llamaba “el amigo americano”: el juego de pedales que dispara efectos electrónicos. En el caso de Rudy, aquello era sencillamente una caja de ritmos —un batería sin baquetas, que ni cobra ni protesta— pero en Rejoice! es un despliegue de electroacústica fina que Del Puerto maneja con el virtuosismo de un organista y, lo que es más raro, tratando la transformación electrónica con imaginación y gracia. El gran mérito interpretativo de Rejoice! —su poderoso directo, como diría un comentarista de pop— está en eso y en el virtuosismo de Castaño, que convierte en música de primer nivel cualquier frase que toca. Mayca Teba, que es quien cantó en el concierto del sábado en el Festival de Verano del Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial, es una estupenda artista, por voz, musicalidad y teatralidad. Cantó muy bien los “Versos noctunos” y la suite de “Carmen Replay”, obra emblema del grupo. El dúo tocó también fragmentos de “Caro Domenico”, donde Del Puerto y Castaño se sientan a jugar con Scarlatti.

[caption id="attachment_468" width="560"] El biólogo Richard Dawkins: «Enjoy!»[/caption]

En los espectáculos de Rejoice! el rigor clásico se refresca con gestos de jazz, de flamenco y de otras tradiciones y el aire predominante es improvisatorio. Pero es solo el aire: no es improvisación, porque casi todo está escrito, ¡es naturalidad!, esa presa que todos buscan (error, porque no se deja perseguir, se tiene o no se tiene). Rejoice! es único, nadie hace nada parecido en ninguna parte, y ahí David del Puerto ha conquistado el otro objetivo que todos los compositores buscan (error, de nuevo): la voz propia, el estilo inconfundible.

Rejoice! es un imperativo, una orden. ¡Disfruta! Händel se lo mandaba a la Hija de Sión, con motivo del próximo advenimiento de su Rey. David del Puerto —como Richard Dawkins, «Enjoy!»— nos lo manda a todos. Dejadme que os vuelva a poner el autobús de Dawkins, que es otra invitación a la alegría por parte, en este caso, de un viejo sabio y pendenciero. Viene a cuento, porque la alegría de Del Puerto, como la del otro, proviene del descreimiento. Para llegar a Rejoice!, Del Puerto se ha tenido que desembarazar de muchos dogmas.