Música en Marte
¿Música en Marte? ¡Por qué no! No digo que el Orfeón Donostiarra vaya a cantar allí en breve, pero atención al dato: a diferencia de la Luna, Marte tiene atmósfera, donde hay atmósfera hay sonido y donde hay sonido hay música. No digo “puede haber”, sino directamente “hay música”. He contado alguna vez mi diálogo con John Cage en el ascensor del Círculo de Bellas Artes de Madrid, camino de la Sala de Columnas, apretados como sardinas en lata. «¿Qué tal el viaje?», le pregunté, a sabiendas de que había sufrido un horrible atasco para llegar desde el aeropuerto a Cibeles. «¡Magnífico!», contestó, con la sonrisa abierta hasta más allá de las orejas. «¡Los madrileños tocan el claxon constantemente!» Le encantaba el ruido del tráfico. Mejor: le encantaba el ruido. En otra ocasión, dijo: «Cuando quiero oír música, abro la ventana». Para Cage todo sonido es música porque el carácter artístico de una obra de arte no reside tanto en ella misma, cuanto en la actitud del espectador. El sonido que me invade al abrir la ventana es música porque yo lo oigo con actitud de creador, con actitud representativa. Lo mismo el ruido de la fuente, o el escape libre y canalla de la moto, o el batir de la ola en la playa —arpa tumbada, la llamaba Gerardo Diego— o la puesta de sol. ¿Qué es lo que diferencia, al final, a uno que habla de uno que representa? Un leve cambio de actitud por parte de él y/o de quien le escucha. Haces clic, tomas un poquito de perspectiva, y ya está, la vida se ha convertido en teatro. Para Cage, artista total, persona con la vida y el arte fundidos, basta con que esa actitud artística la tenga el oyente. O sea, hay música en Marte. En cuanto alguien vaya por allí y abra la ventana. Mejor: en cuanto alguien ponga un micro allí, porque nuestro delicado tímpano no sobreviría a la diferencia de presión en esa atmósfera tan tenue.
[caption id="attachment_479" width="450"] Michael Meyer, jefe de ciencia marciana de la NASA, y la banderita española. Foto: NASA/Bill Ingalls[/caption]
Y aquí entra José Antonio Rodríguez Manfredi y un atracón de siglas. Rodríguez Manfredi es el líder del equipo del CSIC y del INTA al que la NASA ha encargado diseñar y construir el MEDA (Mars Environmental Dymanics Analyzer). Digo yo, que don José Antonio ya podría colar ahí de rondón un microfonito de nada. El MEDA, especie de estación meteorológica de alto standing, es uno de los siete únicos instrumentos que llevará el robot Mars 2020, hermano del actual Curiosity, cuando se lance a Marte dentro de seis años. Rodríguez Manfredi ya diseñó y construyó algo parecido para el Curiosity. ¡Solo siete instrumentos, y uno de ellos ideado y hecho aquí! Que sea el INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial) el responsable me llega al alma. Qué queréis, mi padre fue piloto de pruebas allí, hace mil años. Además, me encanta que sea un Instituto de “Técnica” y no de “Tecnología”, lo que demuestra que es posiblie vivir sin ese alargamiento tomado del inglés que añade sílabas sin ton ni son. Esto del MEDA ya lo ha contado El Mundo y otros, pero no he visto en ningún lugar esta foto de la rueda de prensa en que se presentó. En el powerpoint que mostró el jerifalte de la NASA se ven los instrumentos del Mars 2020 y las banderas, muy pequeñitas, de los tres países, USA aparte, que los construirán: Francia (la cámara láser SUPERCAM), Noruega (el radar de subsuelo RIMFAX) y, abajo del todo, España, con el MEDA del INTA y del CSIC. ¿No es bonito?