Qué raro es todo! por Álvaro Guibert

La Música que no existe

16 octubre, 2014 09:56

La que digo que no existe es la "Música" escrita así, con mayúscula inicial, la "Música" aureolada, santa, venerada e inaccesible. La "Música" que se toca con frac, la que asusta a la gente, con su ceremonial de toses, movimientos y aplausos ahora no, ahora sí, la que nos abruma y nos avergüenza porque no sabemos pronunciar “Dvo?ák” con una buena ? bohemia. La que es sagrado y refugio de todo esnobismo, la que tolera el camelo y la impostura, la que nos convoca a dormir en la butaca o —cada vez menos, afortunadamente— a lucir terno, la de las histerias de los divos, la de los rusos legendarios, la de los padres codiciosos, que atan a su hijo al violín, como otros a la raqueta de tenis, la de los buenos padres, que esperan bondades exageradas de ese mismo violín. Todo eso es baldío o quimérico. O llega, incluso, a convertirse en idolatría, sea de la variedad malsana, de becerro de oro, o ingenua, de santiño en ermita.

[caption id="attachment_543" width="510"] La “Música” que se toca con frac[/caption]

Digo que la “Música” con mayúscula no existe apoyándome en el maestro Gombrich, nada menos: «There is no such thing as Art». Gombrich ha dedicado su vida al arte, no al Arte. Yo estoy por la música que sí existe, la que se escribe en minúsculas, la música abierta, cercana, sin sacerdotes, sin incienso, sin histerias. Sin divos, que parecen algo y no son más que “divinos” nombrados en italiano engolado. Estoy por la música contemporánea sin santones ni santuarios, abierta como una flor, magnífica en sus pequeñeces, en su infrutescencia de formas y estilos, moribundos casi todos, efímeros como nosotros mismos. Estoy por la música que hacen los jóvenes músicos integrales, que lo mismo se sientan atrás, en el tercer atril de segundos violines de una orquesta, que en primera fila para tejer un cuarteto o se ponen de pie para tocar el “Concierto” de Mendelssohn. Estoy, si se me da a elegir, por los cantantes de impostación natural, cercana, de veinte o treinta metros a lo sumo, capaz de sutilezas, y no por los cantantes-megáfono, obligados a apabullar al espectador de la fila 25 del anfiteatro, a cien metros de distancia, tras haber pasado por encima de una orquesta entera. Estoy por los oyentes despiertos, ávidos, curiosos, que miran en seguida más allá del repertorio inmediato y buscan algo más.

Descarguemos la música. Desacralicémosla, secularicémosla, no esperemos de ella lo que no podrá darnos. No la convirtamos en una nueva fuente de salvación, heredera de la de Roma o la de Moscú. La música real es tan frágil como el silencio, se rompe con nada, y todas estas ensoñaciones son losas que le ponemos encima y me la tienen aplastadita contra el suelo. La música real es juego. Los españoles la “tocamos”, que tampoco está nada mal, pero en muchos otros idiomas —en francés, en inglés, en alemán— la “juegan”. Juguémosla.

Image: Jorge Zepeda: “La literatura, a diferencia del periodismo, no ha de dar explicaciones”

Jorge Zepeda: “La literatura, a diferencia del periodismo, no ha de dar explicaciones”

Anterior
Image: Carlos Vermut: El cine consiste en jugar con el espectador

Carlos Vermut: "El cine consiste en jugar con el espectador"

Siguiente