Antonio Moral ha anunciado que no renovará su contrato como director del Centro Nacional de Difusión Musical al final de esta temporada. No sé si hay otras razones, no sé si son ganas de atacar algún proyecto nuevo. Él sabrá. A lo mejor, incluso, no hay más motivo que el que él mismo aduce: que ha estado ya ocho años, dos legislaturas, yestá cansado de abrirse camino todos los días en la jungla administrativa del Ministerio de Cultura. Es verosímil, porque ese ministerio sufre desde que nació una inadecuación intrínseca para llevar a cabo sus funciones. Los mecanismos legales para contratar a un tenor o a un cuarteto de cuerda son los mismos que existen para un proveedor de bolígrafos o una constructora, lo que es una locura. Lo peor es que contra esa muralla chocan incluso sus responsables. Ni la directora general del INAEM, Montserrat Iglesias, superior inmediata de Moral, ni el propio ministro, Íñigo Méndez de Vigo, tienen capacidad de cambiar esos procedimientos, que reflejan más bien el recelo institucional del Ministerio de Hacienda y, aún más arriba, el propio funcionamiento de la Administración. El agobio de la corrupción obliga a unas formas de contratación con el Estado histéricas que, en el sector de la cultura, acaban siendo inviables. La cosa acaba de empeorar drásticamente con la nueva Ley de Contratos del Sector Público.
[caption id="attachment_1022" width="560"] Antonio Moral[/caption]
Sé lo mucho que cuesta hacer cualquier cosa. Pensar, hablar, escribir, está muy bien, pero hacer es harina de otro costal. En vez de ¡Qué raro es todo! este blog podía haberse titulado perfectamente ¡Cuánto cuesta hacer lo que sea! Por eso mi mayor admiración va siempre hacia la gente que hace cosas. Además de lo que no me acuerde en este momento, de 1985 acá, Antonio Moral ha creado la revista Scherzo, el Ciclo de Grandes Intérpretes y el de Jóvenes Intérpretes de la Fundación Scherzo, el Liceo de Cámara, el Ciclo de Lied y los festivales Mozart de Madrid y de La Coruña. Llevó a la Semana de Música Religiosa de Cuenca a la primera fila internacional y dio nueva vida al Teatro Real. En los últimos ocho años, como director del Centro Nacional de Difusión Musical que fundó Félix Palomero, ha puesto en marcha una maquinaria de producción masiva de conciertos accesibles de alta calidad como no ha existido nunca en España y como no he conocido en ninguna otra parte.
El éxito del CNDM incluye logros impensables, como el ciclo Bach Vermut que, con el aliciente de un aperitivito incluido en la entrada, tiene abarrotados los recitales de órgano de la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional. Cualquiera que haya seguido la vida organística de Madrid, raquítica hasta ayer mismo, se quedará con la boca abierta de ver a 2.000 personas pagando por oír la obra completa de Bach sin rechistar durante una hora y vitoreando como locos al final. De igual manera, Madrid era un lugar dejado de la mano de Dios en cuanto a cuartetos de cuerda y alrededores hasta que llegó el Liceo de Cámara y lo mismo podemos decir del Lied. Creo que su principal aportación ha sido precisamente la promoción de los otros géneros y estilos. Independientemente de sus gustos personales, ha apoyado mucho la música antigua, la contemporánea, la de cámara, el Lied, todo lo que no es sinfonismo clásico romántico, que se promueve solo. En ópera, también buscó salirse del repertorio trillado.
Ahora que Moral se va de sabático -o de lo que se vaya-, miro atrás, veo la tristeza que tenía la vida musical madrileña en mi juventud, reconozco la vitalidad que tiene hoy, comparable a la de otras capitales europeas, y me quito el sombrero ante los hacedores que han impulsado este cambio. Hay más, pero me acuerdo de Alfonso Aijón, que puso a España en el calendario de gira de los grandes, Paloma O'Shea, que revolucionó la enseñanza musical y en cuyo barco tengo el privilegio de remar, José Manuel Garrido Guzmán, un hombre de teatro que sembró España de nuevos auditorios y remozó los viejos teatros, y Antonio Moral. El amante de la música que llevo dentro les está agradecido a los cuatro.