[caption id="attachment_452" width="560"] La poeta Luciana Reif[/caption]
Una agradece, de vez en cuando, que un libro le sorprenda. Los que vivimos rodeados de ellos, sabemos que un poemario realmente bueno es un hallazgo, algo que celebrar, sobre todo cuando es de un autor que no conocemos.
Hace unos meses, Sheila Loewe me escribió un mensaje en el que me decía que Luciana Reif, ganadora del XXX Premio Loewe a la Creación Joven, quería que yo le presentara el libro en el acto de entrega del premio. Sentí intriga: ¿quién es Luciana Reif y por qué quiere que yo le presente su poemario en un acto tan importante? Sin embargo, atorada por las prisas, el estrés y el trabajo, lo dejé pasar, y así transcurrieron unas semanas hasta que pude, por fin, abrir Un hogar fuera de mí.
Alguna vez he afirmado que son los libros los que nos escogen, y no al revés. Creo en las señales, en que las cosas no se presentan ante nosotros por casualidad. Dos días después de la marcha multitudinaria por las mujeres del 8 de marzo, me fui a Pamplona a una lectura. Iba extasiada, prestando atención a las conversaciones que tenían lugar en el vagón del tren, todas de corte feminista, todas empapadas por lo acontecido dos días antes. Miraba a todas las mujeres con complicidad. Las sentía, las siento, parte de un mismo mundo. Me sentía fuerte y acompañada. En ese momento, recordé el libro de Luciana que había metido en la maleta, todavía desconocido para mí, pues se acercaba el día de la presentación. De algún modo, creo que me resistía: no quería cambiar de tema, mi cabeza seguía recordando la lucha en la calle, las pancartas, los lemas, los gritos en alto.
Entonces, abro Un hogar fuera de mí y leo: A todas las mujeres que se atreven a cambiar el curso de la historia con el trazo de su biografía. Tiemblo. Sigo y descubro. Yo tenía ocho años ese mediodía / que volví a casa llorando, un chico / del colegio me arrinconó en el pasillo / me agarró fuerte de las muñecas / y besó mis labios. / Cualquier ser es un demonio / si no es una la que decide abrir / las puertas de su cuerpo. Continúo en otro poema. Vi la inclinación que tienen estos hombres al afirmar, / el mentón hacia abajo, rozando el cuello, cuando dicen: / sí señor. / ¿Alguna vez agradecieron el pecho materno, / la comida siempre lista cuando llegan a sus casas? / estoy cansada de ser la otra del éxito, / estoy cansada de esos hombres, / quiero brillar, / no ser la luna que resplandece / con luz ajena. Trago saliva. Voy hacia el final. Otra vez un chico en mi cama, / es tan dulce su rostro contra la almohada, / parece que no respira o que respira apenas / como un silencio sutil / (…) De repente me encuentro imaginando / una posible forma de escapar, / no tengo razón para pensar en eso, pero lo hago: / cientos de mujeres fueron asesinadas / este último año, no entiendo por qué este chico / no habría entonces de meterme un palo / entre las piernas. Pienso en ellas, / esposadas al respaldo de una cama / por sus novios, por sus padres, por sus amantes. / ¿Cómo es que alguna vez encontraron consuelo / en sus anchos hombros?
Cierro el libro y lo dejo sobre la mesa. Vuelvo a mirar a todas las mujeres que me rodean. Miro, también, a los hombres que ajenos a mi pensamiento duermen tranquilos en el asiento. Pienso en cuánto bien le haría a esos hombres y esas mujeres leer el libro que, como una verdad esperada, aprieto entre mis manos. Lo comparto con mis acompañantes. Les digo, entusiasmada, que he encontrado un libro que no miente, que no finge, que no repite. Les hago fotos a algunos poemas y las comparto por mis redes. Sé que hay mucha gente deseosa de leer un libro así. Tomo nota, también, para compartirlo en este espacio, en este blog. Creo que es importante ser altavoz de los libros que no sólo nos emocionan, sino que, como me dice Luciana unos días más tarde, son una forma de ampliar las posibilidades de este mundo.
Sé que Luciana Reif no ha irrumpido en el mundo literario por casualidad. Sé que la autora argentina no ha llegado para pasar desapercibida. Sé que no se hablará de su juventud ni de su género (corrijo esto último: quiero creer que así será). Sé que su obra será compartida, aplaudida, aprendida y respetada. Lo sé porque estábamos, de alguna manera, esperándola, necesitándola. Lo sé porque todo aquello se encuentra sin buscar lo hace para quedarse.