Llibre d'absències (Tusquets, colección L'Ull de Vidre), es un roussoniano paseo solitario en el que Antoni Marí indaga en los caminos inexorables del azar y al mismo tiempo en la dimensión a la que nos vamos cuando nos ausentamos de nosotros mismos para estar más en nosotros mismos, un luminoso paseo que tiene que ver con el ensimismamiento de Ortega y con la duración de Bergson y que se asoma a la ataraxia y casi a la iluminación para entender esos estados de ausencia en los que, yéndonos de nosotros, llegamos a nuestro centro. El libro aparecerá próximamente en castellano en la misma editorial pero, yo de ustedes, no me esperaría para ir a por él a la librería. Si uno cree en la rencarnación, sin duda que Antoni Marí es la más inspirada rencarnación de Rousseau. Y si pensamos, con Hugo Friedrich (otro autor caro a Marí) que Rousseau es el primer poeta moderno, los libros de Antoni Marí (que, más allá de poesía o prosa, son libros del género "Antoni Marí") es quien mejor, en nuestro tiempo, ha sido capaz de reagrupar los caminos que dejaron abiertos nuestros predecesores, siendo capaz de trazar alegorías que dudan, misterios que se desvelan solos ante nuestros ojos, simbolismos que se diluyen con un gesto... Antoni Marí asume todos los caminos de la tradición y al mismo tiempo asume las dudas de todas sus crisis, siendo uno de los mejores ejemplos de lo que un autor tiene que tener de clásico para ser contemporáneo y de lo que debe tener de contemporáneo para aspirar a convertirse en clásico. Antoni Marí es el mejor escritor vivo de la lengua catalana en cualquier género, y si los señores del Nobel deciden un año de estos hacer un favor a los lectores del orbe descubriéndoles esta literatura, no podrían elegir a nadie mejor.



En un paso de este libro, Marí refiere el origen mítico de la pintura. "En Corinto, una joven dama inventó accidentalmente la pintura cuando, la vigilia de la partida de su amante, proyectó su sombra en un muro a la luz de una vela y siguió el contorno con un carboncillo. El movimiento de un trazo para fijar una sombra. Una historia de amor entre un trazo y una sombra". Esta historia le sirve a Marí para comenzar a trazar el contorno de presencia que tiene cualquier ausencia, o viceversa, y a mí me lleva, siguiendo los mismos azares que guían su libro, al nuevo libro de poemas de José Ovejero, Nueva guía del museo del prado, un magnífico ejercicio de ékfrasis en el que, del mismo modo que los compositores ponen música a los poemas, Ovejero pone letra a algunos cuadros del museo del Prado. El primero de ellos es uno de los mejores bodegones en verso que uno haya leído nunca:



Bodegón de caza, hortalizas y frutas

(Sánchez Cotán, Juan)



Aquí la perdiz no es engañosa

ni símbolo de la avaricia, sencillamente cuelga

de un hilo. Y la manzana

no es el pecado; los rábanos



no sugieren falos,

los limones se limitan

humildemente a ser limones. Las zanahorias

no pretenden más

que seguir siendo zanahorias. El cardo

es color, textura, líneas, luz,

una forma junto a otras.

Aquí todo es pintura, y las cosas

son las cosas.



No sé si José Ovejero conoce el libro que sigue siendo, a mi juicio, el mejor ejemplo de este tipo de traducciones, las Metamorfosis de Jorge de Sena, pero sigue su senda de forma clarividente, sin limitarse a describir, con toda la maña de colarse dentro de los cuadros desde que nos habla a nosotros, a nuestro tiempo. Un libro que además explica mucho del modo en como el espíritu del barroco sigue estando dentro de lo mejor de la poesía de nuestro tiempo, como han estudiado, por ejemplo, David MacFadyen a propósito de Joseph Brodsky, Irene Baccarini a propósito de Ungaretti o, entre nosotros, Luis Martín-Estudillo a propósito de los poetas españoles de la penúltima hornada.



Dos libros fascinantes, de los que sale uno a un tiempo reconfortado y azuzado, dos libros que hubieran merecido un comentario cada uno, pero que no me podía esperar para recomendarles, si es que se fían de este omnívoro lector feliz.