Con Invernadero, publicado por la editorial Renacimiento en 2007, quedó claro que la voz de María Paz Moreno era una de las más interesantes de las surgidas en la poesía española de los últimos años. Estudiosa y editora de la poesía de Gil Abert, su propia obra nace de una mirada basada en una atenta quietud observadora. El libro que ahora aparece (de nuevo en Renacimiento), titulado El vientre de las iguanas, es una nueva muestra de su poesía más descriptiva que narrativa, que busca su verdad en el descubrimiento de una verdad que estaba oculta en el mejor lugar posible: justo delante de nuestros ojos. Su lenguaje no disuena, sus poemas no aspiran a redobles finales ni moralejas pseudobarrocas: su poesía es una educación de la mirada para descubrir movimiento en la quietud, lo que dice el silencio, lo que hay de humano en la piedra y de piedra en lo humano. No es mal símil el de la iguana; su ritmo parece ser el que busca su verso demorado. A menudo parte de la anécdota para buscar una conclusión más universal, como en "Último sueño":
Mi abuela Isabel
oía en sueños rebaños de ovejas
pasando junto a la ventana.
Cada noche, en plena ciudad,
las ovejas de su infancia le visitaban.
Aseguraba que oía los suaves balidos,
el delicado tintineo de los cencerros
mezclándose con rumor de patas pisando el asfalto.
A mi abuela Isabel
le visitaban los sonidos de su niñez a los noventa años.
Para ella, la ciudad se poblaba de ovejas invisibles
ramoneando entre sus recuerdos de infancia en la aldea
sin electricidad, sin agua corriente, sin automóviles.
Cuando un sonido, un olor, una imagen o una voz
encuentran su camino de regreso hasta nosotros,
no hay nada más cierto que esa presencia
vívida, intensa, verdadera.
Tal vez al final de nuestra vida
nos esté dado recordar lo esencial,
lo más hermoso que hayamos vivido.
Si es cierto que nuestra memoria
nos concede un último deseo antes del viaje
en forma de ilusión con visos de realidad,
de alucinación hermosa como un cielo de verano,
¿con qué sonido dormiremos cada uno de nosotros?
Hay notas de viajes, acercamientos a una rica y peculiar zoología poética e incluso incursiones en el olvidado (sospecho que por poco tiempo) "tema de España" ("Yo vengo de un país / donde los muertos duermen en las cunetas", comienza "Carta de amor a mi país") pero el poema que he copiado ejemplifica bien las virtudes y los riesgos de su estilo. La voluntaria renuncia a la disonancia requiere redoblar la vigilancia ante el peligro de caer en la obviedad. En un poema, lo que queda mejor dicho es siempre lo que queda dicho sin decir; aquello que está entre líneas pero no masticado en los versos. No siempre se libra María Paz Moreno de ese riesgo, pero en El vientre de las iguanas, como en sus entregas anteriores, abundan más los momentos en que sí. Por eso sienta bien leerla, como un trago de un bebedizo que nos ayuda a reconocernos y nos reconforta al mirar las huellas pisadas que ya comienzan a borrarse.
María Paz Moreno entre iguanas
25 marzo, 2013
01:00