Antonio Sáez Delgado (Cáceres, 1970) es un rara avis entre los profesores universitarios españoles: aparte de dar sus clases (lo que para la mayoría de los que yo tuve ya era mucho, y a veces dejaban de darlas por congresos supuestamente en Valladolid que en realidad hacían en la cafetería del campus) es autor de una producción académica notable, que hace de él el mayor experto en las relaciones entre las vanguardias españolas y portuguesas. Sus libros dedicados al asunto, además, no son muerta bibliografía, basura curricular, sino literatura de primer orden. Baste, como ejemplo, Nuevos espíritus contemporáneos. Diálogos literarios luso-españoles entre el modernismo y la vanguardia, recién editado en Sevilla por la heroica editorial Renacimiento, continuación de los Espíritus contemporáneos (Renacimiento, 2008) y de otros libros de Sáez Delgado dedicados a la relación de Fernando Pessoa con España (y más en concreto, a la relación con Adriano del Valle) y otros asuntos de idas y vueltas peninsulares. Los artículos agavillados en esta nueva entrega nos llevan de Eugenio Castro a Fernando Pessoa pasando por Enrique Díez-Canedo, Leal da Câmara, César González-Ruano, Mauricio Bacarisse y Adolfo Casais Monteiro. Erudición, toda, pero también amenidad en el contar y sobre todo, la sensación extraña de estar leyendo a un mismo tiempo una pieza de un mosaico más amplio que, sin embargo, al mismo tiempo, consigue transmitirnos una sensación de conjunto, el ambiente de una época. Pocos como Sáez Delgado logran eso. Ya dije que es un rara avis entre los profesores universitarios españoles: tanto, que no enseña en España, sino en la universidad portuguesa de Évora. Sáez Delgado, además, no sólo se limita a urgar en viejos tomos de bibliotecas más o menos frecuentadas, sino que es un crítico atento a las novedades de la literatura portuguesa y tal vez su mejor traductor de hoy mismo: él ha vertido al castellano a António Lobo Antunes, Manuel António Pina, Valter Hugo Mãe o José Luis Peixoto.



Y además de todo eso (y por eso lo traigo a esta página) es diarista y poeta. Aunque sería arriesgado decir que su última entrega de creación, Yo menos yo (colección Luna de Poniente, en De La Luna Libros, una colección que ha publicado a otros autores extremeños como Álvaro Valverde o Álex Chico) es estrictamente, o sólo, un libro de poemas.



Yo menos yo es un ejercicio de autoindagación hecha con las pistas que el mundo da desde afuera: desde lo que se ve desde la ventana de casa a las lecturas y, a menudo, las lecturas obligatorias; en más de un trecho de Yo menos yo Sáez Delgado hace referencias a los libros que está traduciendo en ese momento. De algún modo en este libro sus dos facetas creativas, la de poeta y la de diarista, se entremezclan dando lugar a uno de esos libros misceláneos tan a la moda pero que sospecho que tiene demasiadas capas de lectura como para satisfacer a los lectores apresurados que disfrutan las hodiernas moderneces.



Yo menos yo es un estudio sobre la función de la memoria, sobre el modo en que articula el relato de nuestra vida, sobre cómo buscamos en otras narrativas cosas que nos sirvan, en el fondo, apenas para contarnos a nosotros mismos. Un libro que no le hace ascos a las grandes preguntas («¿Es lo mismo ser afortunado y ser feliz?» se atreve a preguntarse) pero que responde siempre por medio de vericuetos, buscando verdades siempre fugitivas que una vez alcanzadas, a menudo no resultan ser más que nuevas preguntas.



En Yo menos yo un hombre mira afuera y mira adentro. Y de ese modo lo que mejor se ve es la propia mirada. Yo menos yo es en realidad yo más yo más yo: como si hubiera inventado la 0 persona del singular, Antonio Sáez Delgado establece un punto de partida para la narrativa de uno mismo. Un libro que abre caminos con forma de cicatrices.