Hay escritores de los que uno quiere leer todo lo que escriban y, si trabajasen redactando prospectos de medicamentos, uno querría leerlos también. Uno de esos es el argentino Fabián Casas (Buenos Aires, 1965) de quien se habían publicado ya en España Todos los ensayos bonsáis (Mondadori), una especie de lúcidamente enloquecida enciclopedia personal, así como varios libros de relatos en Alpha Decay. Si han leído alguno ya sabrán de lo que les hablo, y si no, ¡no sé a qué esperan!
Faltaba su poesía, que ya estaba reunida en el tomo Horla City y otros publicado en Argentina por Emecé y que es el mismo que ahora llega a las librerías de las Españas encuadernado por Seix Barral. De lo que uno va a encontrar dentro da cierta medida la cita que inaugura el primer libro de los que aquí incluidos: “El ejército más grande del mundo lo forman los pobres, los enfermos y los desesperados”. En la poesía de Casas conviven, como en un atiborrado apartamento, él y todos sus mitos, todos los mitos de la historia y de la literatura. A esa distancia, con esa convivencia, todo es visto con cotidianidad, humor, autoironía, lo mismo el sindicalismo que Hegel o Solaris. A ratos la poesía de Casas nos hace pensar en la del maestro Giannuzzi, pero como si la poesía de Giannuzzi hubiera criado bacterias benévolas (y no tanto) que le dan al guiso un sabor más cotidiano. La poesía de Fabián Casas es un cuaderno de notas de la lucidez incluso en los momentos en que brilla por su ausencia, un cultivo vivo en el que el protagonista se ve reducido al tamaño de las bacterias que lo habitan, y charla con ellas de fútbol y filosofía. Copio, como ejemplo, el poema “Solaris”:
Solaris...En medio de la calefacción del verano,
la casa limpia, vacía y ordenada...
...parando y arrancando, la heladera,
como debe ser... El cable cortado,
un preservativo negro flotando en el inodoro...
...whisky a media agua...
...Mataste a la araña inmensa
pero por más que buscás y buscás
no aparece la compañera...
...Y estos bichos
siempre
van
de dos en dos...
...Descalzo,
transpirando la camiseta en el living
pensás:
si una estrella tarda millones de años en morir,
si después de la Gran Orden
toda la luz regresa a su centro
para suicidarse ¿Cuánto demora
en desaparecer una familia? ¿Cómo
distinguir lo secundario de lo primario,
lo parasitario de lo inmediato? Una vieja
en la calle, limándose las uñas, ¿qué es?
...Y en el subte miramos,
de reojo, el diario ajeno...
...En esta noche orgánica
las construcciones de la razón
parecen diarios viejos... Horror
por los cinco dedos de la mano, terror
porque suene el teléfono, odio
contra la comida seriada de los aviones,
los peces de sangre fría, los remiseros
lustrando sus autos
como cuervos nerviosos
que alguna vez vi en Iowa City...
...No el recuerdo voluntario
sino el que viene
a ramalazos... trayendo las calles de Boedo...
Los lemmings, mis tías, la voz de mi mamá,
fumando descalza bajo el toldo del patio...
...Ahí va el último colectivo iluminado de la noche...
...Pasa contra el calor de los edificios ocupados...
...Suena el teléfono en la pieza del hotel,
tenés que dejar la habitación...