Entre los nombres que más suenan de la nueva poesía europea se va repitiendo el del croata Marko Pogacar (Split, 1984). Yolanda Castaño ya había traducido alguno de sus poemas al gallego y ahora es responsable, junto a Pau Sanchis Ferrer, de la versión de La región negra, publicado, en castellano, por la editorial Valparaíso.
Pese a su relativa (como todo) juventud, Pogacar es autor de cuatro libros de poemas, tres de ensayos y uno de relatos, y es un nombre habitual en los festivales europeos de poesía.
Es original, la poesía de Pogacar. Y tiene capas, niveles de lectura e interpretación, es rica en referencias. Algo que se agradece siempre, acostumbrados como estamos a la poesía unplugged. No diría, sin embargo, que la poesía de Pogacar es filosófica: sus poemas rara vez son producto del pensamiento lógico y sí hay en ella, más bien, un cierto desorden de conciencia que acumula imágenes en una especie de collage bien hilado en el que todo está por algo. Hay referencias filosóficas, sí, clásicas (como en “Cómo se equivocaba Kant”) y también más a la moda, (“desde este día soy la / Judith Butler de la emancipación masculina”), todas traídas en su momento justo. “Es hermoso” es una oda a lo cotidiano y sin embargo no ordinario (“Newton es hermoso. Brodsky es hermoso”) que, si bien parece que podría ir un poco más allá, funciona. Como Brodsky, Pogacar recurre en sus poemas a la historia, pero en ese flujo de conciencia apenas ordenada recuerda más a menudo a John Ashbery (también a veces a alguno de sus imitadores, pero son las menos) y a la feliz locura de la poesía de Tomaz Salamun.
La poesía de Pogacar coquetea con la otredad (“como si yo mismo / recordase a otra persona”), invita a conocerse a través de ella, a mirar todo desde fuera: “una casa es una caja”, nos dice, invitándonos a curiosear en la existencia y sus lugares.
Tomaz Salamun ha dicho de Pogacar que su poesía “es un milagro; no está del todo claro cómo y de dónde ha salido”. En parte del propio Salamun, como hemos dicho. Diría uno que esta poesía tiene aún mucho recorrido: es una mezcla arriesgada en la que no todo cuaja todavía. De momento sabemos más de dónde viene que a dónde va. Pero la aventura promete lo bastante como para seguirla lo más de cerca posible.
Balance (Dios y la cajera)
El mundo es un contable con un peine en el
bolsillo de la camisa, un anillo de oro, un eslabón
perdido, un eslabón
cortando la carne del dedo, el eje del puerco—
un contable, ese mundo, con todos sus piojos,
con champú de ortigas impotente, oh completamente
inútil.
el amor la cajera oscura.
y luego la excursión, vacaciones en pleno invierno en Tisa, patinaje
sobre el lago helado, haciendo locos ochos
como símbolos del infinito, y en un sueño,
un sueño con cerdos, todo acaba con una caída final.
la cajera come cruasanes, queso y bollos, sola:
la cajera bajo el cielo. migas entre sus dientes. tintineo de patines
resonando en sus oídos.
y en una cajita de cerillas, repugnante y vacío, caja
fuerte para los muertos,
dios: dios es el cajero automático.