[caption id="attachment_781" width="560"] Tomaz Salamun[/caption]
Amargo el café de esta mañana que trae la noticia de la muerte del poeta esloveno Tomaz Salamun (1941-2014). Había decidido retirarse a sus cuarteles de invierno para luchar contra el cáncer. Hace un año escribió a los amigos para avisarnos de que dejaría de estar disponible, y desde entonces entre nosotros nos hemos intercambiado emails y llamadas preguntándonos si alguno sabía algo, cómo esta Tomaz. Nada. Los periódicos de la mañana han traído la mala noticia.
Conocí a Salamun hace ya unos cuantos años. La primera vez que leí poemas en Ljubljana compartí escenario con él. Saberlo fue una alegría enorme: era (es) uno de mis poetas preferidos. El más valiente de todos, el más inmune a las normas, el más libre, el más alegre. Desde entonces nos escribimos y me mandaba los libros que publicaba o le traducían al inglés, al italiano, o a lo que fuera. De vez en cuando también llegaba una postal suya, desde Grecia o desde cualquier otro lugar del mundo, avisando de sus próximas actividades, por si coincidíamos por ahí en algún sitio. Le vi la última vez en Cracovia, en el festival Milosz. Estaba comiendo con Xavier Farré y su novia en un restaurante japonés y Tomaz llamó por teléfono a Xavier, su traductor al español. Le hacía ilusión darme en mano un ejemplar de su Balada para Metka Krasovec, que había sido uno de mis proyectos favoritos como editor y que por fin había salido en Vaso Roto. Venía acompañado por un par de locos divertidos que le acompañaban desde hacía meses por el mundo para rodar un documental sobre él y su influencia como poeta. Una noche nos sentaron a Xavi y a mí en un rincón oscuro de Cracovia a charlar casi de espaldas, y empezamos a decir cosas como que la poesía de Salamun era la poesía de un marciano de vacaciones en la tierra. Salamun era Salamun, nadie se le parece y difícilmente nadie se le parecerá.
Al día siguiente nos encontramos en el ascensor del hotel cuando bajábamos a desayunar. Me dio muchos consejos para triunfar en “esto de la poesía” que no seguiré nunca. Pero no se me ocurriría afearle a él su afán por estar traducido a todos los idiomas, por estar en todas partes: su entusiasmo partía de una ingenuidad genuina, el poeta esloveno que tuvo que romper las fronteras de su idioma y su tradición reiventándose mientras el telón de acero se iba a hacer gárgaras. Me gustaba mucho preguntarle por sus influencias, porque me intrigaba saber cómo había llegado a donde había llegado. Yo le preguntaba por los poetas más oscuros, que si el grupo Oberiu, que si tal o cual, y él me respondía: Derrida. Le entendí mejor al ver su conexión con el Arte Povera, sugerida en el prólogo de alguna de las traducciones suyas que me envió. Pero daba igual, por ahí no se llegaba al meollo de una poesía cuyo corazón es esa ingenuidad de pensar que la poesía puede sustituir al derecho del mundo, que su libertad es real y puede liberarnos a todos y de todo, que la imaginación puede gobernar y la muerte ser despistada. Te he echado de menos todo este tiempo, Tomaz. Ya queda menos para esa cena que dejamos pendiente. No tengo intención de apresurarme, pero entre tanto, seguimos charlando.
Leo sobre Borges…
Leo sobre Borges pegando carteles en los muros
en Buenos Aires. Me hace sentir bien.
Veo a su madre sedienta de sangre
en una película. Mi manera de conducir me identifica
inmediatamente como europeo.
Barry Watten dice: tus ojos se vuelven
como un torpedo cuando aparcas. ¡Eso es!
Los americanos giran los ojos como co-
libríes si encuentran aparcamiento. Frank
O’Hara hubiera preferido ser pintor. Yo
creo que soy un pintor. Sigo riéndome
o tan melancólico como un mono.
De hecho, soy una especie de roca mediterránea,
puedes freír un filete sobre mí.
Proverbios
1. Tomaz Salamun hizo que el Partido pestañease, lo domesticó, lo desmanteló y lo reconstituyó.
2. Tomaz Salamun dijo, ¡Rusos fuera! y los rusos se fueron.
3. Tomaz Salamun duerme en el bosque.
Canción popular
Todo poeta verdadero es un monstruo.
Destruye a la gente y su habla.
Su canto eleva una técnica que aniquila
la tierra para que no nos coman los gusanos.
El borracho vende su abrigo.
El ladrón vende a su madre.
Sólo el poeta vende su alma para separarla
del cuerpo de quien ama.