Cuando toca hablar de poesía y compromiso, difícil no pensar en Brenda Hillman, las solapas de cuyos libros siempre la resumen, por este orden, como activista, poeta y profesora. Su libro más reciente, Seasonal Works With Letters on Fire, es la última parte de una tetralogía dedicada a los cuatro elementos: si Cascadia, Pieces of Air in the Epic y Practical Water habían rodeado a tierra, aire y agua, su último libro afronta el fuego. Hillman construye sus poemas a modo de palimpsestos de memoria personal y colectiva, de historia y política, de geología y geografía. Su poesía parte de una asentada conciencia de vivir en el antropoceno, esa era geológica pretendida por los movimientos ecologistas que es la nuestra y en la que el ser humano ha cambiado la faz de la tierra para peor, envenenando ríos, mares y praderas, aniquilando especies y diezmando selvas y océanos.

Los poemas de Hillman se enfrentan no a la elegía por lo perdido, ni siquiera al miedo a lo que queda por perder. Sus versos son capas geológicas que muestran el estado del planeta a día de hoy, sin obviar la ecología ni la política; es más, poniéndolas en primer plano. La poesía de Hillman habla de lo que supone ser persona, mujer, y pensar, en un mundo en el que nosotros mismos hacemos estallar cargas explosivas a diario. La forma acompaña a su intención, y no duda en recurrir a pequeñas viñetas fotográficas que son a la vez versos y puntos de fuga.

La poesía de Brenda Hillman es, pues, su diario de activista, entendiendo por activista pertenecer a la resistencia, negarse a colaborar en la destrucción del planeta y los ideales de una humanidad más justa. Parte de ese diario de activista es el poema que traduzco a continuación, parte de su último libro.

 

AL COMIENZO DE LAS OCUPACIONES

Un estilo nunca puede completar lo desconocido.

Gritas ante otros en otoño:

una naturaleza que debes repetir para vivir.

Los amigos te reconfortan mientras pasan.

Tercos acantilados caen al mar

del mismo modo que las lágrimas gotean de la singularidad

intrincada de tu corazón. Un suelo ácido se desliza

allí donde los boquerones desovan. Un enigma tierno

brilla en los cipreses que trepan;

sus raíces recuerdan el dolor joven.

Cuando la gente monta sus tiendas en las calles

sus gritos hacen arreciar los terremotos.

Las ratas y los cuervos cruzan la zona de fuego

para sumarse a las asambleas, Danaus plexippus

entre el prestamista y el ser prestado.

Turnos más y menos violentos

en la rueda de la noche. Cuando los generadores

se apagan, velas pequeñas se encienden.

Tú gritas como el herido parte y regresa.

Muchos años han sido incapaces de mostrar

lo que el indeseado deseaba

deshacer. Te han dicho que mantengas la calma,

que seas razonable y esperes,

atraveasada como estás por la esfera pública

pero tu cuerpo ha sido muy

pero que muy razonable hasta ahora,

tu cuerpo es el archivo del mundo.