[caption id="attachment_1216" width="510"]
Gabeba Baderoon[/caption]
Gabeba Baderoon nació en Port Elizabeth, Suráfrica, en 1969, y actualmente reparte su tiempo entre su país natal y Estados Unidos, donde enseña. Es autora de los libros de poemas The Dream in the Next Body (2005), The Museum of Ordinary Life (2005), A Hundred Silences (2006) y The Silence Before Speaking.
VIEJAS FOTOGRAFÍAS
En mi escritorio tengo una fotografía tuya
tomada por la mujer que te amaba entonces.
En otras fotos su sombra se adivina
en primer plano. En esta
su cuerpo no está muy lejos del tuyo.
¿Hiciste ese gesto
porque a ella le gustaba?
Ella no es invisible, ni
mi enemiga, ni siquiera el pasado.
Creo que amo las cosas que ella amó antes.
De todas tus viejas fotografías, prefiero esta
porque me gusta tu gesto. Creo
que estabas a punto de girar la cabeza
y tus ojos miran un poco hacia un lado.
¿Estabas comenzando a irte?
PUNTO DE VISTA
En la cocina, ella busca el rallador de nuez moscada
y de pronto recuerda que está en otro aparador,
en otra casa.
En la oficina de correos escribe la dirección
que ha dejado atrás.
Rompe el formulario en pedacitos
y comienza de nuevo.
Su correo la persigue
como una mano muy alargada.
En el cielo de camino a casa
un halcón cuelga inmóvil,
vuela quieto,
fijando el cielo.
POEMA CREPUSCULAR POR LA MAÑANA
Una voz te ha llamado a la luz temprana.
Llenas un vaso. La sombra crece
más rápido que el agua
dentro del cristal. Te detienes cuando está medio lleno.
La casa en silencio ha suspendido
muchos actos a medio hacer. La puerta del armario
está medio abierta. La silla delata que alguien
acaba de levantarse de la mesa, conmovida aún
por tu presencia. Y la sábana
enmarañada y el té a medio beber son todos
signos que acabas de dejar, las horas
no han pasado, la impronta
de tu cuerpo en los viejos cojines del sofá
es un hueco cálido que te llama de vuelta.
En este tiempo de medio tono podrías
estar llegando o marchando o atrapada,
por un momento, entre partir y volver.
PAISAJE QUE SE TRANSFORMA EN LENGUAJE
Mi abuelo fue el primero
en construir su casa en esta ciénaga:
el croar de las ranas mensuraba la tarde.
Esta fue la tierra salvaje
que mi abuelo cercó,
que mi abuela convirtió en jardín.
Cuanto sobraba en la cocina
se convertía en compost,
excepto los limones y las naranjas:
el suelo ya era demasiado ácido
como para que crecieran las rosas.
Ya no se escuchan los sonidos de entonces
y el paisaje se transforma en lenguaje.
Un canal de cemento conduce el río.
Sólo el instituto se llama ya Groenvlei.
Muy poca gente recuerda que las palabras de la noche
eran de las ranas y del silencio.
APRENDIENDO A TEJER EN EL MUSEO ETNOGRÁFICO DE ESTOCOLMO
Contemplar cómo Zainab Tumturk aprieta los labios
y escribe su nombre, observar cómo
desenreda lana con un peine de metal, fija
un extremo de la suave maraña a un gancho y une
un huso de madera y una fina hebra, frota
el huso sobre su muslo
y lo mueve hasta transformar
la madeja rala en un ovillo
es contemplar cómo hace tiempo a mano.
Con los dedos cuenta
cada paso atrás hacia el comienzo
de las cosas, oveja en secas colinas
mientras la guerra se opone a nombres y existencia.
Y, pese a ello, esquilar, hilar, tejer,
en las pausas de una vida nómada,
las palabras del tiempo y la permanencia.
En las alfombras a sus pies hay patrones llamados
espiga,
garganta de lobo,
ojo del diablo,
anzuelo del amor.
Los patrones del norte de Suecia se parecen
a los de las colinas kurdas, no como prueba
de una conciencia común a todos nosotros,
sino como, en una alfombra que lleva un mes tejer,
tiempo que corre en la noche
(mientras los lobos se acercan por el horizonte)
por la llanura del hilo, alcanzando
el breve descanso del amor
en la permanencia de los dedos.
LA DANZA
Una vez en un museo me quedé
a la entrada de una sala mirando
una danza de Matisse.
Un hombre se puso delante de mí,
se quedó allí quieto.
Ladeó su cabeza, como
si escuchase más que mirase
y, por un momento,
vi cómo la danza pasaba
a través de todo su cuerpo.