Mircea C?rt?rescu (Bucarest, 1956) es uno de los escritores europeos fundamentales de ahora mismo. En España tenemos disponible buena parte de su obra gracias el empeño del editor Enrique Redel que, primero desde Libros del Funambulista y desde hace años desde Impedimenta, ha ido dando a la imprenta libros inolvidables como Por qué nos gustan las mujeres, la magistral colección de cuentos Nostalgia o el curioso experimento titulado El Levante, primera -aunque extravagante- muestra de su quehacer poético. Su editor anuncia una antología de su poesía para el año que viene, y este lector, que de rumano algo lee y algo inventa, no puede estar más contento por el anuncio.
De momento acaba de llegar a las librerías El ojo castaño de nuestro amor que, siendo un libro en prosa, tiene mucho que ver con la poesía. Estamos ante uno de esos tomos de prosa miscelánea que, no teniendo que seguir las normas de la ficción, pero con la libertad de apoyarse en ellas cuando al narrador mejor le convenga, se enreda entre recuerdos, reflexiones, descripciones y ensayos, un libro que comienza pareciendo unas memorias y acaba por leerse como las confesiones de un alma inteligente, de un escritor de calidad superlativa.
Todo lo que nos gusta del C?rt?rescu narrador está en el primer texto del libro, y a partir de “Mi Bucarest”, reivindicación de su ciudad -antes que nada, ante sus propios ojos- sabemos que nos encontramos ante un libro distinto de un escritor diferente. El libro, un poco cajón de sastre, por lo que se ve, de textos publicados antes por aquí y por allá, tiene esa unidad rara y prodigiosa del azar, que le lleva a entrelazar textos sobre la poesía rumana contemporánea (y resulta muy interesante tener una guía de alguien que conoce el contexto de primera mano) o sobre el lugar de un escritor, como él, rumano, en Europa, rechazando todos los tópicos y proclamando la universalidad de la literatura, por muy rumana que sea por fuerza y vocación; a unir unas páginas inolvidables sobre cómo era la vida bajo el régimen comunista del “inmortal” Ceau?escu a otras no menos memorables sobre un viaje a Constan?a, la Tomis a donde fue desterrado Ovidio, a medias sobre la ciudad y a medias sobre la cantidad de ovidios que abundan en sus calles dedicados a los más variados oficios, por no hablar de bebidas y demás: Coñac Ovidiu, Hotel Ovidiu, Plaza Ovidiu, Pensión Ovidiu…
Lee uno cada nuevo libro de C?rt?rescu no con la curiosidad con la que lee a un contemporáneo, que también, sino, sobre todo, con la sed saciada con la que uno lee a los clásicos, admirándose a cada paso, conmoviéndose y entreteniéndose a un tiempo, burilando lo que sabe y desbastando lo que ignora. Queda mucho bueno por llegar: la editorial anuncia para la próxima primavera la poesía selecta de C?rt?rescu y para el otoño llegará, según lo previsto, la traducción de Solenoide, su obra más importante hasta la fecha según la crítica, “mil páginas delirantemente buenas” según su editor. No conozco ni una sola de C?rt?rescu que no lo sea. De momento, tenemos tiempo para leer y releer las páginas de El ojo castaño de nuestro amor, unas memorias que se disfrazan de no serlo para ahorrarnos lo accesorio y centrarse en lo fundamental, que no es la historia, sino el detalle, y nos descubren que C?rt?rescu es tan buen personaje de C?rt?rescu como cualquiera de los que ya conocíamos.