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Julien Vocance[/caption]

Hay que considerar el haiku occidental, con todas sus consecuencias, como un género diferente del “original” japonés. Por más fieles que se quieran mantener los escritores de haikus a su modelo original, es imposible que una mentalidad distinta no produzca frutos muy diferentes. Susana Benet, nuestra experta del haiku más activa, se ha referido más de una vez, por ejemplo, al elemento biográfico, tan presente en los haikus nuestros y casi una aberración para un lector japonés. Otra cosa que no abunda en el haiku japonés es la búsqueda de condensar, en las diecisiete sílabas del haiku, no sólo un momento del mundo, manteniendo ese momento vivo con todos sus puntos de fuga; sino también que el haiku condense el aire de la historia de su tiempo, multiplicando su alcance y dando un sentido a la inclusión de la anécdota. Por supuesto, el haiku moderno japonés ha roto muchos de los moldes del haiku clásico y encontramos ejemplos de poetas que tratan temas de plena actualidad como lo ocurrido en la central de Fukushima, cuyas consecuencias contó en haiku Momoko Kuroda, y de ello ya dimos noticia aquí.

La poesía francesa cuenta con el ejemplo de Julien Vocance (Lyon, 1878-Annonay, 1954), quien contó en haikus sus experiencias en las trincheras de la primera guerra mundial. Estos haikus aparecen ahora en castellanos, traducidos por Susana Benet, en Cien visiones de guerra (Renacimiento). Copio algunos ejemplos de un estremecedor ejemplo de poesía donde la historia, la biografía y la poesía se convierten en un único discurso sobre la existencia. Pero no dejen de buscar el libro: es uno de los más conmovedores sobre la experiencia bélica que se hayan escrito en verso jamás.

 

 

Sin duda la muerte

abrió estos inmensos surcos

cuyas semillas son hombres.

*

Quince días a ras de suelo,

mi ojo conoce los más leves montículos,

las mínimas hierbas.

*

A trocitos,

un abanico en torno a él,

su carne esparcida.

*

En las vértebras

del caballo mal enterrado

mi pie hace: choff...

*

 

Perros lejanos aúllan a la muerte,

se acercan

y pasan de largo.

 

Un mal haiku es un poema a medio hacer, una nota para un poema futuro. Un buen haiku contiene toda la experiencia del mundo como en un big bang al revés; el poema está también por hacer, pero el haiku activa el mecanismo para que se escriba sin palabras en el lector de un modo preciso e iluminador. Casi todos los de Vocance -la experiencia del horror y de la humanidad en medio del horror- son de los buenos, y nos llevan a unas trincheras de las que el mundo a veces parece querer negarse a salir del todo.